Déjà vu, recursos ya usados otras veces (la poesía entre amantes de "Hanna y sus hermanas", retazos de la trama negra de Delitos y Faltas, idea general ya usada en Match Point).
Personajes simples y poco creíbles, diálogos forzados, alambicados, pasados de moda.
Escenarios tan perfectos que salta a la vista que son rebuscados con lupa por el equipo de lozalización de exteriores. Incluso la iluminación dorada del atardecer en el jardín parece falsa.
La música de jazz, sí, pero un jazz atemporal, intrascendente. Sí, ayuda a crear esa atmósfera de pequeña comedia ligera, pero no emociona.
Buen final, no diré más. Afortunadamente deja un regustillo agradable. El maestro aún retiene algo de chispa... pero ya muy muy tenue... El tiempo es implacable, ¡Ay!

Ingenioso guión que mantiene la atención, aunque gran parte de su atractivo radica en el sex appeal de las protagonistas. La pirueta final que hace encajar (casi) todas las piezas del puzzle te deja un muy buen sabor de boca. Muy recomendable.

Aburrida, desagradable y sobrevalorada película. La tenía pendiente de ver desde hace años, y en efecto me ha resultado tan intrascendente como me temía. Quizá en el año 1957 supuso algún tipo de descubrimiento, hoy en día no es más que un retrato sobre fanatismos religiosos trasnochados, aunque lamentablemente aún hoy en día persisten millones de adeptos a religiones medievales que tan sólo han traído desgracias a la humanidad. Se salvan algunos planos grotescos entorno a la partida de ajedrez con la muerte, que es la única idea que se salva de todo el montaje. Por lo demás, me resulta simplista la fijación de Bergman por las rubias angelicales, y su visión plomiza de la existencia, aunque matizada por la lucidez del personaje Juan.

Estrenada allá por 2013, cuando en España aún estábamos sumidos en los negros abismos de la crisis, y descubríamos día sí día también nuevos casos de corrupción de nuestra clase gobernante. El entorno realmente no era el más propicio para sentir empatía ninguna por el personaje de una niña pija, rica y parásita que los azares del destino habían despojado de su privilegiada e inmerecida posición social para lanzarla a la común mediocridad diaria de millones de esforzados trabajadores que mejor o peor sobrellevan una humilde y poco glamourosa existencia.

Una de las genialidades de nuestro director favorito consiste en que de vez en cuando (en realidad, con bastante frecuencia) sabe cambiar repentinamente el registro y sorprendernos con obras que no son lo que esperábamos ver. Uno va a ver las pelis de Woody Allen con las expectativas altas, muy altas. A menudo, con ideas preconcebidas, también. Esperamos repetir los placeres que nos produjo el visionado de tal o cual de sus obras anteriores. Quizá esperamos un remake o una continuación. Y de hecho, a veces sucede que el viejo maestro vuelve a sus lugares comunes, a su estilo de siempre, a insistir en alguna de sus fijaciones, y entonces hay quien le acusa de repetirse, de estar acabado, de hablar siempre de lo mismo.

Blue Jasmine fue para mi una película sorprendente, incómoda, un tanto decepcionante. Aún reconociendo la calidad de ciertos planteamientos, ciertas escenas, el argumento en general me chocó. En esto la sensación fue similar a la de Match Point. Y por otro lado, algunas escenas que inciden en la vertiente cómica de la trama me parecieron un tanto burdas, los personajes un tanto exagerados.

Varios años después he vuelto a verla. Y, como el buen vino, veo que ha ganado con el tiempo. Como muchas grandes obras, hay que verlas varias veces para apreciarlas. Y este es uno de esos ejemplos.
Ha sido en esta ocasión cuando he apreciado realmente el impresionante trabajo de Cate Blanchett, el exquisito montaje en forma de flash backs, las cuidadas ambientaciones marca de la casa, el milimetrado argumento, la minuciosa deconstrucción de las circunstancias de una persona desde la cumbre al abismo.

En conjunto, una obra maestra... otra más.

Gracias Woody.

Me gustan las películas sobre relaciones y sentimientos, y esta lo es. Realmente vale la pena deleitarse con la delicadeza con que se describe esa última etapa de un matrimonio.

La película habla básicamente sobre la confianza, y la traición. Y el problema de la confianza es que una vez se pierde ya nunca más se recupera.

Y por otro lado, es otro ejemplo más de cómo idealizamos las relaciones, el marido idealiza su amor de juventud y ella idealiza una relación de pareja que el tiempo ha demostrado que es sólida aunque descubra de repente, tras 45 años, que no era tan perfecta como ella hubiera deseado. La vida es así, amarga, y que yo sepa, no existen las almas gemelas. No vale la pena perseguir un ideal sino saber apreciar lo que hemos encontrado, aunque no sea el cuento de hadas que ingenuamente todo el mundo parece perseguir y nadie consigue.

En resumen, una gran película que sin duda nos hará reflexionar en un sentido u otro, si bien por momentos puede hacerse un poco lenta.