La prima Angélica

De niños, cuando nos caemos de la bici, escuchamos eso de “no te rasques la costra o se quedará la marca”. Pero cuando nos hacemos mayores caemos en la cuenta de que hay heridas que no se curan solas.

Un sorprendente e introspectivo José Luis López Vázquez se atreve a seccionar una parte de su pasado que, nos inclinamos a pensar, ha condicionado su vida adulta. Es por esto que contemplamos a Luisito en su cuarentena: un hombre algo desgarbado, lacónico y a ratos, ausente. En ello tiene mucho que ver la soledad vivida al amparo de su familia materna cuando, debido al estallido de la Guerra Civil, se ve obligado a separarse de sus padres. El único hálito de amor y esperanza lo encuentra en su prima Angélica, encarnada en el tiempo presente por la hija de ésta y que no deja de ser la misma persona. Sin embargo, las transiciones entre el tiempo pasado y el presente son muy sutiles, a veces sólo reveladas a través del atuendo de Angélica.

Alrededor de ellos, todo lo demás es tierra baldía: lo es la sempiterna presencia represiva de las imágenes religiosas; la del arquetipo de antagonista personificada en la figura de su tío y su primo político; y lo es, sobre todo, la del yermo paisaje castellano que ese mismo año aprovechó Víctor Erice para rodar El Espíritu de la Colmena. Ambos cineastas se empeñan en esbozar un universo turbador en el que ningún, absolutamente ningún niño hubiera deseado crecer.

Fruto del excelente equipo artístico de finales de los sesenta y principios de los setenta, formado por el productor Elías Querejeta, el guionista Rafael Azcona y el cineasta Carlos Saura, nació esta película dedicada a los padres de su entonces esposa Geraldine Chaplin, Ona O´Neill y Charles Chaplin. Una de las obras cumbre de Carlos Saura y del tardofranquismo. Con su habitual espíritu metafórico, nos mostraba a través del retrato de una familia, una historia del pasado pero sin olvidar el punto de vista del presente.

El protagonista es un editor (extraordinario trabajo de López Vázquez, como niño y adulto) que vive en Barcelona y se desplaza a Segovia para trasladar los restos mortales de su madre al panteón familiar. Ese viaje se produce a través del espacio pero también del tiempo al llegar a la mansión donde vivió su infancia le hace revivir los años de la Guerra Civil. Evocando los fantasmas que se reproducen a través de rituales cotidianos de una familia conservadora que le reprochan las ideas liberales de sus padres. Todo ello bajo las directrices ideológicas del franquismo: una severa educación religiosa, la represión sexual y el ensalzamiento de los símbolos fascistas.

Basada en una idea inicial del propio Saura, y con la inestimable colaboración en la confección del guión de la sublimación epatante del gran Rafael Azcona, en “La prima Angélica”, el cineasta da una auténtica lección de sobriedad en su lectura y articula armónicamente pasado y presente a través de una lúcida estrategia dramática consistente en hacer interpretar los dos momentos de la vida del protagonista. El personaje adulto, situado en los años 70, lleva marcado en su cara los estigmas del pasado y certifica las heridas pretéritas con la frustración de su prima Angélica, símbolo de una generación perdida, cuya única esperanza se centra ahora en el futuro de su hija.

Sin embargo, al ser interpretado por el mismo actor, el personaje niño incrementa el carácter grotesco del entorno que le rodea. Los castigos y los miedos infantiles se perpetúan, a través de la imagen del adulto en una dimensión temporal que transmite esa sensación de opresión provocada por los casi 40 años de dictadura. Su estreno provocó, lógicamente en aquel tiempo, sonoras discrepancias políticas sobre los límites de la tolerancia ante los últimos muros de la contención del régimen franquista. Una película imprescindible para entender la Historia del cine español.

Luis regresa al pueblo después de muchos años, allí se vió obligado a vivir algún tiempo en su infancia con unos familiares, pues sus padres se marcharon a Madrid en el transcurso de la guerra civil. Fue un período difícil, marcado por un entorno familiar ultraconservador y afín al levantamiento militar, junto a la castradora iglesia católica que se afanaba en reprimir e inculcar el miedo a los niños.

Saura vuelve a utilizar el recurso de intercalar secuencias del pasado en las que su protagonista aparece con el aspecto actual, mientras la Angélica del presente será como su madre evocada y su hija de ahora como ella misma en la infancia.
A lo largo de la trama, la mente de Luis parece balancear en torno a la Angélica de ambas épocas, acaso intentando encontrar algo de lo que fue o pudo ser.

Hermosa película, me gustó la forma de contar la historia, la forma de recordar el pasado, volver al pasado pero con el cuerpo presente, mas allá del contexto histórico que nos relata me importa más la historia ingenua y sencilla de la niñez, lo que siempre me gustó de una película es la historia que me cuentan y nunca me importó si la historia es original o tiene una fotografía espectacular, como no entiendo de estas cosas mucho mejor, prefiero entender las cosas más simples del cine y ésta película es como un buen cuento.

La película que refleja los traumas de un hombre. Que puede ser de cualquier persona que haya vivido la guerra civil. Bien interpretado por José Luis López Vázquez. En sus dos personajes de adulto y de niño. Truco ya usado por Bergman en Fresas Salvajes. Está película es sencillamente una maravilla. Con momentos sublimes. Una excelente Lina Canalejas que interpreta a su prima. Nos encontramos con una película llena de matices.