Amama

Nadie posee la verdad absoluta pero todos tienen sus razones, razones de peso, razones de vida. La existencia se extiende más allá del caserío pero tampoco hay que alejarse en exceso de la casa y el árbol (que diría Silvio Rodríguez). El drama cotidiano de la convivencia entre generaciones bajo la muda mirada de la abuela que, más pendiente de las llamadas del bosque, será el necesario pegamento para adaptarse a la esotérica filosofía de los días que fueron y los días que vendrán.

A veces las palabras no sirven, es más, pueden ser armas arrojadizas cuando no sabemos expresar lo que sentimos y las utilizamos para defender posiciones inflexibles, fortalezas pétreas. Como casi siempre, la virtud está entre las posturas enquistadas y no hay sabiduría capaz de gestionar la perfección. Ciertamente el corazón tiene sus motivos que la razón no será capaz de explicar.

Es posible que el director guipuzcoano (Bergara 1969) se reitere en el simbolismo antropológico, pero es natural cuando se quiere subrayar que nada seríamos sin la comunicación con la naturaleza de la que ya forman parte nuestros ancestros, es imprescindible en nuestro discurrir presente y nos perderemos en ella cuando, como la amama de la historia, seamos requeridos en otras estancias.

Es hermosa, bien ambientada, cuajada de silencios y tiempos muertos que aparte de hacernos contemplar bellos paisajes, deja una sensación de inutilidad profunda, aunque no pérdida de tiempo.

Excesiva en su simbolismo, dura, tierna, frágil y desesperada... Un trabajo de Asier Altuna donde la alegoría de la estética juega el único papel posible, con un guión que adoctrina sin exponerse.

Tras romper el techo de cristal comercial con 'Loreak' la temporada pasada, el cine euskaldún vuelve a llamar a las puertas de las salas españolas con un precioso, sobrio y visual canto a las esencias de lo vasco. Al igual que en la preseleccionada por la Academia para los Oscar, abundan los silencios, las alegorías y las metáforas donde caben interpretaciones de lo que pasa en la sociedad vasca y que van de lo familiar a lo social. Bonito paisaje cultural al que sobran un par de escenas chirriantes que rompen la armonía del conjunto.

El cine vasco siempre me ha atraído. El año pasado, por estas fechas, disfrutamos de un cine vasco intimista y con reminiscencias de cine sueco independiente, la excelente LOREAK. Hace muchos años, Armendariz abrió la lata con su canto a la naturaleza y al hombre apegado a su tierra vasca, la admirable TASIO. Y ahora, nos encontramos esta pequeña y gran película, con actores que transmiten verdad y que, no lo sé, podrían ser casi amateurs, pero que dan un encanto especial y sincero a la historia de las raíces de lo vasco, el caserío, la lucha contra el paso del tiempo, las tradiciones que se tienen que mantener y la legitimidad de los hijos frente a sus mayores para labrarse su propia vida. Buen cine vasco, sí señor.

Veo "Amama", el tercer largometraje de Asier Altuna que, rodado en euskera, supone toda una reflexión acerca del caserío como núcleo de la familia y sociedad vascas. Con un marcado simbolismo onírico (la cuerda, la amama, la pintura, los árboles), una voz en off que resalta las tradiciones de ese centro patriarcal, un inquietante sonido, una potente ambientación, una delicada luz, una melancólica banda sonora, un buen tratamiento de la fotografía, una acertada construcción de los personajes y un cierto matiz experimental merced a las performances que prepara la protagonista, disfruto de este film -crudo y rudo a ratos- que habla de comienzos y finales, de familia y moral, de sentimientos y de búsqueda.