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Madadayo

Drama Tokio, 1943. El profesor Hyakken Uchida abandona su cátedra para dedicarse por completo a su carrera como escritor. Los desastres de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) hacen que pierda su casa y viva con su mujer en una barraca. Pero sus ex alumnos deciden construirle un nuevo hogar, al que se trasladará con su esposa. También se comprometen a celebrar cada cumpleaños del venerado maestro. Durante esas fiestas, juegan como niños y le ... [+]
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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
7 de junio de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde Eurípides a Shakespeare, de Tolstoi a Faulkner, de Miguel Ángel a Rodin, de Caravaggio a Picasso, de Mozart a Ligeti, la vida y la muerte son, sin duda, las dos grandes preocupaciones creativas de una inmensa mayoría de artistas universales. Quizás Kurosawa nunca fue un artista consciente de haber alcanzado, a través de su vigorosa labor plástica, tal categoría. El maestro de 83 años intuía que era su obra de despedida, un adiós emocionado y testamentario, un compendio destilado de las constantes de su estilo, desde 1943.

La historia de un profesor jubilado y de las relaciones privilegiadas que éste mantiene con sus antiguos discípulos, entregados por entero a rendirle tributo de agradecimiento, de amor y de solidaridad, en los postreros días de su vida, está contada de tal manera que parece fluir sin esfuerzo, el cineasta se toma su tiempo, totalmente diferente al nuestro, pues la filosofía oriental es ajena a nuestra ajetreada vida occidental. Los hechos son sencillos directos; las imágenes son transparentes, clásicas, la dramaturgia apenas se deja sentir; la luz del cine y de la vida entran a raudales por cada uno de los encuadres.

Es curioso cómo ellos valoran la educación que es la base de la sabiduría y el conocimiento, mientras nuestra sociedad no respeta al profesor que es denostado, cuando no es agredido por algún padre descerebrado, restándole autoridad y menoscabando la docencia. Sin embargo estos japoneses se reunían en el cumpleaños del profesor para comer, jugar y disfrutar como cuando eran jóvenes, siempre desde el respeto y la gratitud. Probablemente le sobren algunos minutos, a esta obra de reconsideración y serenidad otoñal. La complejidad del film nace del interior de sus planos, impregnados de una mirada serena, lúcida y armoniosa que se extiende por la pantalla en silencio, sin recurrir al subrayado de ningún tipo.

Una luminosidad no exenta de cálida poesía interior invade las imágenes, que esconde bajo la apariencia de la sencillez la emoción humanista que destila por todos sus fotogramas. Esta “Madadayo” que podría traducirse como “Todavía no”, es lo que el profesor responde a su alumnos cuando ellos durante los cumpleaños le preguntan al anciano: “¿está usted listo para morir?”, y él contesta de forma jocosa: “Madadayo”. Ésta fue su última película, Kurosawa falleció el 6 de Septiembre de 1998 a causa de una apoplejía.
Antonio Morales
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22 de agosto de 2005
20 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay dos directores que me gustan esos son Chaplin y Kurosawa, pero tengo el defecto (o la virtud) de no ser incondicional de nadie.

Esperaba mucho más de esta película, pero se queda en dos insoportables horas y cuarto de reflexión sobre la propia vida de Kurosawa, reflejando sus inquietudes en un profesor al que pretende dibujar como entrañable y liberal pero que sólo me pareció un borrachuzo inverosímil. Los actores que hacen de antiguos alumnos no pueden ser peores, fuerzan las carcajadas al máximo, parece que les hubieran inyectado unas cuantas dosis de botox en la cara y les hubiera hecho reacción.
Esta historia pedía otro estilo, como puede ser el de Ozu en "Cuentos de Tokyo".

Sólo me hizo gracia el tocineta ése que se pone a recitar las paradas de cercanías en su panegírico hacia el profesor.
jastarloa
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1 de noviembre de 2016
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kurosawa ya era octogenario cuando realizó su último largometraje, quedaban atrás sus mejores títulos y no tenía que demostrar nada. Por eso, igual que en sus "Sueños" se detecta aquí una especie de pasotismo, como si le diera igual ya lo que iban a decir o pensar, hizo lo que quiso, sin dejarse nada en el tintero. Por eso aquí, en "Madadayo", no le importa usar más de media hora (concretamente 32 minutos) buscando un gato. Habrán muchos que llegarán aquí por el respeto a una filmografía espectacular. Y tras más de dos horas de venerable profesor en cada minuto lo más contenido que se me ocurre decir es que mejor hubiera sido no decidir ver la última película de Kurosawa. Es muy prescindible.

Y ya no es por esa estupidez del gato. Se sabe que la particular ética japonesa basada en deberes y deudas puede llevar a lo que vemos en esta película, que un grupo de alumnos lo hagan todo por el bienestar de su antiguo profesor. Esa no es la cuestión, lo decisivo aquí es que es verdaderamente aburrida y que su preciosa fotografía en color es insuficiente. Hay quien opina con mucha razón que un tema como el de esta película merecía una mirada como la de Ozu. Otra cosa que queda clara es que lo del alcohol y los japoneses es una barbaridad. Pero siento que es triste despedirse así, con una película muy inferior a lo que queda detrás. No es que sea una más pasable, no, es que es demasiado inferior.
Luisito
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1 de julio de 2006
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pélicula emotiva y con una dosis alta de sentimiento y majestuosidad. Nada mas se podia esperar del maestro Kurosawa. Es el encuentro perfecto entre la desgracia y la esperanza de los hombres, entre las costumbres del vivir diario y la fantasia, entre la vida y la muerte.
Vozip
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20 de noviembre de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
270/14(17/11/17) El maestro Akira Kurosawa realizó a sus 83 años su canto del cisne para el cine, su carta de despedida con su trigésima película, en lo que parece una obra con bastantes auto-referencias, con bastantes efluvios al cine de otro nipón como Yasujiro Ozu, utilizando a un maestro real de universidad para auto-homenajearse, o el cómo quizás le gustaría que tras su muerte (ocurrió cinco años después) le gustaría ser recordado, con cariño. Incluso la cinta arranca prácticamente el año en que AK comenzó a dirigir, en 1943. La filmografía kurasawiana e abarca 50 años en los que ha regado los cines de clásicos imperecederos como “Rashomon”, “Vivir”, “Los Siete Samuráis”, “Yojimbo”, “El Infierno del odio”, “Barbarroja”, elevando al cineasta nipón a los altares del Olimpo del Séptimo Arte, donde solo residen unos poco Elegidos. Pero esta su testamento en modo film no se encuentra entre sus mejores obras, ni siquiera en el segundo escalón, pues me resulta una obra bienintencionada, de carácter humanista, con claras influencias a “Vivir”, pero ni de lejos tiene su emoción e intensidad narrativa. Quedando un trabajo personal, intimista, afectuoso, pero a la vez sentimentaloide, artificioso, lineal, falto de picos, monocorde, con un protagonista de personalidad plana (que no es lo mismo que mal interpretado), del que nada sabremos, nada de su pasado, de su ideología, de su pensamiento, más allá de sus gracietas que de un modo cansino le ríen sus discípulos (cual coro de risas enlatadas de sit-com), por mucho que se sea escritor no sabremos sobre que escribe, no sabremos porque no tiene hijos, no sabremos si tiene familia, con lo que empatizar con él es difícil, resultando todo un tanto maniqueo, forzado a que por que lo dicta el guión, los alumnos lo adoran, pero aparte de la anécdota del Madadayo no hay recuerdos de las clases, de una vaguedad y superficialidad el libreto que solo es maximizada por una duración desmedida, dos horas y cuarto para un relato que se hace pesado por una arritmia galopante, sucesión de viñetas cosidas de modo simplista, orgánicamente coja, con tramos que se alargan sin sentido (todo lo referente al gato), otros que son esbozos, donde los secundarios que son los que deben dar solidez son meros figurantes que se desviven sin más por el anciano, pero tampoco sabremos nada de ellos, nada de dilemas morales, de su familia, de sus percances durante la guerra, todo de una parquedad-lastre, lo siento pero seguro peco de arrogancia, pero el Emperador va desnudo, me refiero a todos los que alaban esta película, seguro lo hacen cual fan que adora lo mucho que el genial director nos ha dado, pero por ello no se puede ser condescendiente y alabar sin más todo lo que hizo. Un ejercicio de nostalgia fallido, pero ojo, perdonable a alguien que nos hizo disfrutar tanto y que aún lo hace con la revisión de su fantástica galería de Obras Maestras.

Nos habla de temas como la gratitud al mentor, el amor a la buena gente, el altruismo, la solidaridad, el respeto a los mayores. La historia principal de la película se basa en la vida de un académico y escritor japonés Hyakken Uchida (1889-1971), alter ego de AK, comienza con él renunciando como profesor de alemán, en el período inmediatamente anterior al fin de la Segunda Guerra Mundial, y entonces comenzará una relación de amistad fuerte con un grupo de exalumnos, los que AK seguramente quisiera fuéramos el espectador que lo ha seguido por cinco décadas. Este amor fraternal se ve reflejado sobre todo en las fiestas de cumpleaños que los ex organizan para su profesor, en las que hay un mantra que da nombre al film, los pupilos gritan “Madakkai (está ya!)”, expresión de si todo ha acabado, en la universidad se tomaba sobre si la clase había finalizado, pero que en las fiestas de cumpleaños se toma como una referencia a si le queda poco en este mundo, el profesor responde a grito el título de la cinta, “Madadayo (Todavía no!)”, expresión en la universidad referida a que la clase aún le quedaba, y en el cumpleaños a que aún le quedaba cuerda para rato.

Hyakken Uchida se retiró de enseñar literatura alemana en la edad madura para escribir a tiempo completo. Entre sus mejores obras hay una colección de ensayos titulada Nora, MyLost Cat. El académico es jugado por Tatsuo Matsumura. Madadayo es también título de colección de ensayos publicados póstumamente por Uchida, que forma, junto con sus otras obras autobiográficas, el material de fondo para el guión de la película. La representación de Uchida en la película podría interpretarse como una metáfora del Japón de los períodos Meiji, Taishō y Shōwa temprano, tratando de hacer frente al mundo rápidamente cambiante del período Shōwa posterior.

Es complicado empatizar con el cariño desbordado de los ex alumnos hacia su profesor pues la única clase a la que asistimos resulta superficial, solo lo vemos despedirse para decir que se dedicará a escribir libros, solo vemos que tiene sentido del humor, pero nada más, con su adiós un alumno, único le hace una loa con lo que el resto de la clase se pone en pie en modo tributo. A partir de aquí asistiremos a un sinfín de muestras adulaciones desmedidas de tres o cuatro ex pupilos suyos, set-pieces deslavazadas, cosidas por varias celebraciones-comilonas-borracheras del cumpleaños del profesor, un culto a la personalidad que parece sostenido por un dogma de fe, pues no se ve reciprocidad, no se ve gran inteligencia en el maestro, no es que sea un conversador profundo, no se ve que él haga algo por los que le quieren, más bien ellos se convierten en sus vasallos (le hacen una casa, compran un solar para no construyan en frente suya y le tapen el sol [¿?], organizan batidas para buscar su gato, le instauran banquetes-cumpleaños,…).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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