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El tesoro

Comedia. Drama Costi es un joven padre de familia que vive en Bucarest. Le gusta leer las aventuras de Robin Hood a su hijo de 6 años por la noche, para que se duerma. Un día, su vecino le comenta que está seguro de que hay un tesoro enterrado en el jardín de sus abuelos. Si Costi le ayuda alquilando un detector de metales y acompañándole, compartirá el tesoro con él. Inicialmente escéptico, y a pesar de todos los obstáculos, Costi se deja llevar por la aventura… (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
25 de septiembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un buen día la aventura irrumpe en la rutina de un empleado medio rumano: su vecino le asegura que su abuelo enterró un tesoro en la casa del pueblo y le pide ayuda económica para alquilar el detector que lo ayude a buscarlo. Pero nada tiene que ver esta aventura con las de Robin Hood que el protagonista lee a su hijo —no hay princesas que rescatar ni malvados a los que vencer— ni con las hollywoodienses donde un tipo gris y sin gracia se transforma de pronto en héroe. Esta es una aventura llena de oficinas, leyes, aparatos que emiten ruidos, pruebas y errores y gente torpe, como la vida misma.
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Juan Pini
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16 de diciembre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estrenada en la sección “Un Certain Regard” de la edición 68 del Festival de Cannes, Comoara se contextualiza en la época de crisis económica acaecida en el año 2008 y que afectó casi todo el mundo. La trama ciertamente es bastante sencilla, Costi (Toma Cuzin) vive con su esposa e hija en un edificio de apartamentos, una noche recibe la visita de Adrian (Adrian Purcarescu), un vecino quien luego de pedirle prestado dinero, le habla sobre un tesoro que enterró su bisabuelo.

Corneliu Porumboiu es uno de los nombres destacados dentro de la llamada “Nueva ola rumana”, movimiento que lleva más de una década y que pareciera no tener fin, para felicidad de los amantes del cine. El punto principal en estos filmes es el llamado Realismo social, obras preocupadas por las personas y el entorno en el que se encuentran, por tanto son críticas del estado de la sociedad.

Comoara se sostiene en base a diálogos, una película sencilla que juega con una idea fantasiosa de encontrar un tesoro, base que se sostiene precisamente porque Porumboiu, quien evidentemente es guionista de su obra, logra acomodar las ideas de acuerdo a lo que sus personajes van diciendo, porque este tesoro es como una luz de esperanza tanto para Costi como para Adrian.

Algo que gusta del filme es como la historia está siempre presente, ya se ha hablado del contexto de recesión económica en que se ambienta, donde el personaje de Adrian vivenció de primera mano sus consecuencias, situación que lo lleva a una crisis tal que acude a su vecino, primero sin dejar claro sus intenciones del porqué solicitarle dinero prestado y luego teniendo que contar la verdad.

Por su parte, Costi, es un tipo normal al que podríamos decir no le pasa nada maravilloso, un tipo bonachón que se sostiene con un trabajo estable y una familia a la que ama, no es millonario pero tampoco está en una situación tan extrema como su vecino. Es este el punto primordial del relato, la esperanza mencionada antes por buscar el tesoro va más allá de un interés económico, de ahí la belleza de la escena final.

Pero también hay múltiples referencias al pasado, II Guerra Mundial, la época comunista rumana, la dictadura de Nicolae Ceausescu, y la posterior revolución de 1989. De esta forma podemos entender muy bien como este cineasta le da un gran énfasis al contexto histórico. Comoara es una obra austera, sin grandes recursos da a entender la enorme calidad de su realizador, las secuencias son en general largas, pocos cortes y cámara estática, o que se mueve a lo mucho en forma de paneo. Bello filme.
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10P24H
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9 de julio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Custi (Cuzin Toma), empleado de una oficina pública, vive con su esposa y su amado hijo pequeño (a quien lee historias de Robin Hood) en un modesto departamento en Bucarest. Una noche, un vecino del edificio, Adrian (Adrian Purcarescu), en apuros económicos, le cuenta que en el jardín de una casona familiar su abuelo debió enterrar un tesoro para salvarlo de los comunistas y le propone hacerse cargo de contratar una empresa de detección de metales para hallarlo y luego dividir entre ambos las ganancias.

Basta escuchar el primer diálogo entre ambos vecinos para entender que nos hallamos ante una comedia de un humor absurdo irresistible, sumamente cómico pero hierático, sin olvidar que se trata de una situación seria, donde personajes abatidos o escépticos se embarcan sin embargo en un “proyecto filipino” como éste.

El director Corneliu Porumboiu encuadra a sus personajes en planos secuencia fijos, con lo cual refuerza el encierro y el absurdo de ciertas situaciones y diálogos. Por otro lado, la película plantea una tensión permanente ya que no sabemos si el tesoro realmente existe y por la eventual ocurrencia de obstáculos y conflictos.

Como en varias películas del director, hay sabrosas referencias a la historia y la situación económica, política y social de Rumania, pero siempre en estricta función de la historia, que nos depara un final ciertamente maravilloso.
Daniel B
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8 de mayo de 2016
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la espera de oír el sonido de la creencia.

La película no engaña, van a la búsqueda de un tesoro; pero no esperes hallar a los Goonies, con su acción y jaleo, ni a un Nicolas Cage de tiempos mejores.
Aquí todo es tranquilo y reposado, llevado con paciencia, constancia e intercalados silencios, como la buena pesca, no todos entienden su gusto y diversión, menos su entretenimiento pero, tiene un público fiel que la valora y estima; aunque, en esta ocasión, el absurdo manda en la propuesta, amén de esa desesperación, inquietud y extrema necesidad económica que lleva a jugárselo todo a una carta y lanzarse al vacío pues, perder es algo ya conocido.
A pesar de su sencillez, o puede que por ella, sigues atenta con curiosidad a sus patéticos pasos, de acontecer rocambolesco; es franca, sobria, serena y pulcra, a la vez que ridícula y atónita. Dos adultos jugando a encontrar monedas para salir del atolladero y salvar la dignidad y su cabeza, al tiempo que cavan hoyos, de profundidad física y de palabras venenosas, que encierran un rencor de años de convivencia.
Ironía perpleja por el vacío honesto con el que expone y narra, caprichosa ocurrencia de un destino que se ríe al tiempo que elabora, sueño dorado de todo mortal, que elige la simplicidad y humildad como rostro de andadura de un relato directo y plano, que asumió unas infantiles ilusiones y se arriesgó a comprobar la validez de su certeza.
Corneliu Porumboiu parte del escepticismo, de una extravagante propuesta, para iniciar una irrisoria aventura que expone la realidad histórica y actual de una Rumanía, aún no en paz consigo misma y que tiene mucho que resolver todavía; diálogos picantes, abrasivos y feroces para escenas minimalistas y llanas que viven de la moderación, pero esconden pólvora entre sus rotos ingredientes, los cuales duelen y tensan un presente duro y áspero.
Y la maquinita pita que pita..., y el espectador atento a lo que encuentra, mientras se intercambian pausadas conversaciones hirientes de una superviviente sociedad que sigue maltratada por su presente y ácido recuerdo; locura y perspicacia para un argumento que retrata la tragedia humana con inteligente vis cómica, mediante esa moral que planea todo el tiempo como bufón quijotesco, de decisión complicada.
Frialdad estática para unos personajes herméticos que no muestran emociones, como tampoco lo hace el avispado jugador de póker, pues la debilidad se esconde, cara neutra es la señalada para esos golpeados rostros que resisten, esquivan y continúan en el juego, puede que para ganar, si por una vez la fortuna les socorre y no se equivoca el maldito aparato.
Lenta y concisa no hay más distracción que observar su marcha, investigar en su devenir y ver a dónde te lleva, descifrar su rastreo y saborear lo que las amargas palabras y rígidas actitudes encierran; no acondiciona ni aumenta de volumen, ni aporta hierro extra al asunto, pero la acompañas con ese gusto de escuchar y ver qué pasa.
Aguda e introvertida, un tesoro no por todos bien apreciado.
La modestia de decir, entre medias, y que se entienda.

Lo mejor; el talento de un modesto guión para presentar la realidad.
Lo peor; no apreciarla por ser llana y austera.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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8 de diciembre de 2021
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Si la película quería ser una fábula, falta algo más surrealista, Si quiere ser una comedia, le falta gracia. Hay como una falta de coherencia interna. El personaje del vecino, con su mala leche, no pega nada. El tipo con el detector de metales que busca el tesoro tampoco cuadra. En cambio el protagonista está en todo momento en su papel.
Por lo demás, está bien rodada, con sobriedad. Le habría venido bien algo de música. Su falta hace que a trozos parezca aburrida.
Me ha decepcionado la resolución. Con ese planteamiento se podría haber dado unas vueltas más inteligentes de guión.
yoparam
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