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Melodías de Broadway 1955

Musical Un cantante y bailarín de éxito, a pesar de que atraviesa una etapa muy crítica, está decidido a volver a Broadway, el escenario que le dio la gloria y la fama.
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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
5 de octubre de 2015
18 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
He vuelto a ver esta película que tenía olvidada desde mi niñez y me ha decepcionado e incluso irritado en algún momento. La razón es que flota en el aire un terrible complejo de inferioridad en toda la cinta. El error es contraponer el teatro "serio" con la revista o el musical. No es necesario mofarse de uno de los más grandes dramaturgos y poetas de todos los tiempos, Goethe, para reivindicar el entretenimiento sin pretensiones. Creo que hay que tener sentido del humor pero éste no es el caso, hay una burla sin gracia de "Fausto" y de Shakespeare, presentándolos como deprimentes, decadentes y "muy aburridos" cuando no grotescos. Creo que el espectáculo sin pretensiones puede ser tan bueno como el más "trascendente" y no hay que reivindicarlo porque, lo que revela el subconsciente con esta premisa, es que tienes un complejo de inculto o de cateto.
Ciñéndome a la película, no funciona como comedia romántica porque, ni tiene ingenio ni la elección de los actores es la adecuada (Astaire está ya mayor para resultar creíble) pero sí que tiene unos buenos números musicales ( al principio en la estación, el del limpiabotas y el inolvidable "That's entertainment"). El giro final de la película y sus números finales, aunque estén bien filmados, creo que bajan el nivel de la primera parte de la misma ya que encima es muy pretencioso: esto es lo que le gusta al público y soy YO el que se lo va a dar, en una especie de apoteosis de la vulgaridad que cristalizaría en su hija, Liza, como la más hortera de todos los tiempos.
Sinceramente, está a años luz de "Cantando bajo la lluvia" que trasmitía una alegría de vivir y una vitalidad artificial y maravillosa. Todo un clásico y sin ningún tipo de complejo.
Bartleby
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27 de febrero de 2015
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El “Musical Americano”, es sin duda, el género cinematográfico que mejor ha envejecido, siempre permitió experimentar estéticamente nuevas formas de expresión artística, gracias a una absoluta libertad creadora. Ha sido siempre una explosión de entusiasmo, una forma de transmitirnos la alegría de vivir. “The Band Wagon” es uno de los mejores musicales de Minnelli, su cromatismo visual jugando con el color, terreno donde el genio del cineasta brillaba de manera incontestable. Es el baile y la danza como expresión dramática, a partir de un respeto absoluto por la coreografía, la elegancia y la armonía. La magia del espectáculo con una exquisitez visual de la puesta en escena. Un clamoroso y decidido homenaje al mundo del teatro musical con canciones fascinantes que forman parte de la memoria colectiva, por ejemplo: el título que encabeza mi reseña.

El estupendo guión pertenece a Betty Comden y Adolph Green (autores de “Cantando bajo la lluvia”). Es la historia de un director teatral demasiado ambicioso, cuyo musical sobre el tema de Fausto se convierte en un fracaso, seguramente por ser demasiado pretencioso y aburrido, para remediarlo la compañía monta una tradicional pero no menos atractiva revista de variedades. Por tanto, se trata de un retorno a la infancia del género, al “back stage” musical, cuando las tramas giraban en torno a la preparación de un espectáculo teatral. Alternando intrigas sentimentales entre bastidores con rutilantes calidoscopios musicales llenos de glamur, en un efusivo elogio a la fantasía.

En este gran musical, apreciamos la genial coreografía del gran Michael Kidd, los temas musicales son de Arthur Schwartz y Howard Dietz. Fred Astaire, en mi opinión, el mejor bailarín de la historia del cine, nos deslumbra con sus actuaciones en una estación de tren, el nostálgico (By My-self), en una sala de juegos (A shine on Your Shoes), la elegancia y el sentimiento en “Central Park” (Dancing in the Dark), la escena más romántica y deliciosa de la película, y en un bar de ambiente cargado (Girl Hunt), una sutil parodia del cine negro. En éstas dos últimas junto a la maravillosa Cyd Charisse, las piernas más bonitas del musical americano.

Con todo ello “The Band Wagon” revela el fulgor del sistema de estudios del que el productor Arthur Freed es su más genuino representante, que gracias al envidiable equipo de artistas que he detallado, constituye el fruto de un trabajo, de una tarea colectiva, poner en marcha un espectáculo de entretenimiento que la película alcanza de manera magistral. El film se erige como una apasionada defensa del espectáculo y de sus gentes, sin pretextos culturalistas ni trascendentales, más que un film prodigioso es el espectáculo por antonomasia.
Antonio Morales
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10 de junio de 2010
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un ejemplo magistral y mayor dentro del cine americano de cómo hacer una película de género de manera sobresaliente a partir de que se nota que la película funciona como una gran familia en la que cada miembro juega su rol y el otro se le respeta y le admira hasta lograr un resultado memorable.
Festiva, sofisticada, optimista y con una gran actuación de todos los intérpretes en un argumento más complejo de lo que parece, cuenta con canciones de Dietz y Schwartz y números musicales inolvidables como el "Dancing in the dark" o "That´s entertainment".
kafka
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8 de enero de 2019
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Insuperable musical de la era dorada del género, de la mano de dos de los maestros indiscutibles en la materia (director y protagonista). Exponiendo con singular equilibrio conceptual las claves estructurales del musical integrado, desarrolla a la perfección la trama en interacción con los números musicales, todos ellos plenos de elegancia, empaque, glamur y buen gusto. Un musical hecho con esmero y rebosante de talento.

La principal baza para llegar a la excelencia no es otra que el incombustible Fred Astaire, aquí con cincuenta y cuatro años, encarando ya la parte final de su carrera. El film nos muestra a un Astaire maduro pero todavía con pleno dominio de su condición física, y efectuando un alarde de autoparodia realmente encomiable. La película se abre con la imagen de un sombrero de copa, un bastón y unos guantes. No es otro que el sombrero de copa más famoso del mundo, el que luciera el eterno Tony Hunter en los musicales clásicos de los años treinta. Minelli nos empapa del aire crepuscular de la película desde la primera escena, que termina con un toque de humor tan sutil como devastador. El desarrollo de la trama nos muestra a un Tony Hunter como alter ego absoluto del propio Astaire, un hombre que sabiéndose el más grande en esto de cantar, bailar y actuar, se permite una última oportunidad para triunfar. Es entonces cuando asoma el inagotable carisma del Fred Astaire de siempre, llenando la pantalla con su entrañable personalidad.

Pero nada sería este musical sin la acompañante de lujo: la espectacular Cyd Charisse, en su mejor momento, llena la pantalla con una exhibición de derroche físico descomunal. Una criatura sobrehumana en el escenario, se diría que diseñada genéticamente para bailar a la perfección, y de una belleza realmente impresionante. La tejana demuestra estar a la altura no sólo del inmortal Fred Astaire, sino de la exigencia escénica que un director tan riguroso como Minnelli puede imponer. Los secundarios (que no lo son tanto) cumplen con gran solvencia tanto en la función narrativa como aportando colorido y dinamismo con sus propios números musicales, entre los que destaca «Louisiana Hayride», donde Nanette Fabray brilla con luz propia. «Triplets» nos ofrece un momento de comicidad especial, sumamente original. «A Shine on Your Shoes» muestra el mejor momento individual de Fred Astaire, y la recreación final de cine negro, «The Girl Hunt», presenta un número escénico que debe de encontrarse entre los mejores de toda la historia del género. «That’s Entertaintment», en sus dos versiones, nos invita a disfrutar de esa ilusión que sólo es posible a través del cine, donde el mundo entero y la vida de punta a punta son capaces de desdoblarse sobre un escenario.

Párrafo aparte merece el maravilloso paseo en carroza que Tony y Gabrielle comparten por Central Park y el conmovedor y excepcional número que se marcan a continuación, «Dancing in the Dark», de una elegancia natural y un buen gusto absolutos, con una iluminación tenue que resalta la belleza Charisse y los deslizamientos mágicos de Fred. Creo que se trata del momento más álgido de la película, donde además de ofrecernos el arte de la danza en su máxima expresión comienza a cimentarse la estupenda química entre los dos protagonistas.

En cuanto al humor, lo tiene en su justa medida, y siempre haciendo gala de una sutileza y una agudeza discursiva que apela al respeto absoluto por la inteligencia del espectador, cosa que se agradece en grado sumo. A destacar, entre las escenas humorísticas, los aspavientos melodramáticos del productor Jeff Cordova mientras intenta vender la «adaptación de Fausto» a los patrocinadores.

Un musical perfecto, paradigma absoluto de una de las épocas doradas del género. Al talento inagotable de Fred Astaire se une el portentoso derroche de una Cyd Charisse irresistible, el rigor artístico de Minnelli, la voluntad y el genio del productor Arthur Freed, la creatividad del coreógrafo Michael Kidd y la precisión de los compositores, Howard Dietz y Arthur Schwartz, y de los guionistas, Betty Comden y Adolph Green. Como en todo gran musical, un extraordinario trabajo de equipo.

Para verla una y mil veces.
Arsenevich
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26 de julio de 2022
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fred Astaire interpreta aquí a un actor que podría ser él mismo. Un personaje en el que la edad se va cobrando sus deudas y ya no es el bailarín de antaño aunque todavía puede dar lecciones. Lo mejor de la película es el entusiasmo que despierta, una alegría innata desde el minuto uno que contagia sin querer con unos personajes que no descansan ni dejan descansar. Cine imperecedero.

Y, bueno, habrá un día en el posiblemente no la vea nadie. Que para recordar este cine tan solo se ponga en algún reportaje de televisión unos segundos de las escenas de baile, como ejemplo de las comedias musicales de su época. Es muy posible. Otra cosa es que el hecho que Fred Astaire ya tuviera una edad en esta película no quiere decir que falle ante una bailarina jovencita y guapísima como Cyd Charisse, ni mucho menos. La coreografía es increíble como uno podrá suponerse, y es el mayor encanto de estas películas. Pero el resto del trabajo no se queda atrás. Estamos ante uno de esos títulos obligados que forman parte del valiosísimo género de la comedia musical, comedias que inmortalizaron actores como Fred Astaire y Gene Kelly, sobre todo.

Por supuesto que hoy día hay muchos bailarines excepcionales, en cualquier modalidad, que serán tan buenos como ellos, pero es difícil que alguno alcance el techo que dejaron en cuestión de popularidad imperecedera. Una plus marca prácticamente imbatible. Por eso, cuando toque, Fred Astarie seguirá saliendo de vez en cuando en la televisión asombrando por su esfuerzo, su trabajo, su simpatía a la hora de actuar y su indiscutible talento para bailar sin casi tocar el suelo. Inmortal Fred.
floïd blue
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