El tiempo de los intrusos

El que los hombres nunca fueron capaces de repartirse entre sí los bienes de una forma equitativa es una premisa universal, pero el atractivo planteamiento no me parece aprovechado. Es cierto que no se contempla con mucho desagrado pero tampoco inspira tensión, y a pesar de que no he encontrado lagunas evidentes en la narración, el conjunto de esta película de reparto exclusivamente masculino no queda muy coherente.

De entrada me ha recordado a una película del infravalorado realizador Stephen Hopkins, rodada también por esos años, 'Los jueces de la noche'. Esa sí que la recuerdo como particularmente trepidante, mientras que se podría decir que a esta hasta la sobre metraje.

Una película aparentemente menor en la filmografía de Walter Hill, que tras destacar en los ochenta con algunas cintas de acción bastante interesantes empezó a perder fuelle a partir de la siguiente década. Sin embargo en este caso estamos ante un filme bastante entretenido, que en la línea de "Reservoir Dogs" nos sumerge en una única localización y con una serie de personajes capaces de cualquier cosa con tal de salvar sus intereses.

Hill nos trae un western en época contemporánea, con un par de ilusos en busca de un tesoro pero que tendrán por casualidades del destino que vérselas con una banda de criminales. Independientemente del momento histórico en que se desarrolle la trama, casi toda película de este director bebe directamente del género cinematográfico estadounidense por excelencia.

Tenemos a Bill Paxton y a Williams Sadler como protagonistas, cosa rara ya que estos actores habitualmente han participado como secundarios. Es una verdadera lástima el fallecimiento de Paxton, ya que siempre ha sido un actor bastante cumplidor y con una filmografía potente como actor secundario. Acompañan a estos dos actores otro secundario habitual como Art Evans y los raperos Ice T y Ice Cube, con sus caras de mala leche habituales.

Me lo he pasado bastante bien viéndola. He sufrido con el dúo protagonista deseando que pudieran salirse con la suya, he simpatizado con el vagabundo interpretado por Evans y he despreciado a los pandilleros racistas. Pero la gracia del filme está en que todos, de una u otra manera, no tienen absolutamente nada de bueno a destacar, por lo que siempre tienes el interés por ver hasta qué punto unos contra otros van fastidiándose, directa o indirectamente. La evolución negativa de alguno de ellos es bastante evidente, dejando claro que no es una historia de buenos y malos.

El final es previsible, pero no deja de ser divertido.

Si algo tiene Walter Hill es que sabe combinar a la perfección el cine de acción y la comedia.
Como ya hizo con la saga de "Límite 48 horas" ó "Danko: Calor Rojo", nuevamente vuelve a mezclar el género de gangsters y humor negro con el mismo buen resultado. Eso si, esta vez, la pareja protagonista no son agentes de policia ni presidiarios, sino bomberos.

Vince (Bill Paxton) y Don (William Sadler) son dos colegas que trabajan como bomberos en Arkansas, y durante una intervención en una casa incendiada, consiguen por casualidad la dirección en la cual se encuentra escondido un valioso tesoro en oro, robado a la iglesia hace muchos años.

La ubicación les conduce a un complejo de edificios abandonados en Illinois. Una vez llegan allí y se ponen a buscar el botín, se verán envueltos en una encerrona tras ser testigos de un asesinato en un ajuste de cuentas entre dos bandas de traficantes de droga locales.

Aunque algunas veces la falte un poco de ritmo, la película se deja ver y tiene buenos momentos de acción y de humor.

Aparte de Paxton y Sadler, la película cuenta con algunas caras conocidas del mundo del rap, como Ice-T (lider de la banda) ó Ice Cube (uno de los matones). Destacar también el personaje de Bradlee (Art Evans) un indigente que vive en el edificio, y que sin quererlo, también se ve involucrado en la historia.

No es la mejor película en la filmografía de Walter Hill, Bill Paxton y compañia, pero resulta bastante entretenida y tiene sus momentos. Además, el final, aunque quizás sea un poco atropellado y simplón, me pareció curioso y no falto de ironia.

No está mal.