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Memoria de mis putas tristes

Drama. Romance "El Sabio", viejo y solterón columnista de un periódico provinciano se ha pasado la vida pagando los servicios sexuales de las mujeres. La víspera de su 90º cumpleaños, decide celebrarlo a lo grande: una noche de locura amorosa con una joven virgen. Así, entabla relación con “Delgadina”, una prostituta que logrará que el anciano experimente por primera vez el amor. (FILMAFFINITY)
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
10 de diciembre de 2013
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Confieso que tal vez fuera mi excesiva juventud la culpable de que, en el momento en el que se produjo mi temprano acercamiento a la novela de Gabriel García Márquez, "Memoria de mis putas tristes", las sensibles palabras del escritor no calaran en mí de la forma esperada. La lectura de sus páginas no me removió las tripas como esperaba y el recuerdo que conservo de ella, difuso ya por el acontecer del tiempo, apenas desprende un leve suspiro de desgana. Quizás no era el momento para abordar una obra semejante, lo reconozco. Por ello, cuando me dispongo a asaltar su correspondiente adaptación cinematográfica, intento no hacerlo influido por este sentimiento de pesada ambivalencia, confiando en que, tal vez, la misma historia, en su tratamiento cinematográfico, pudiera engatusarme. Sin embargo, tras el visionado de Memoria de mis putas tristes me embarga la misma desazón que recordaba tras la lectura de la novela.

La película de Henning Carlsen posee, a priori, todos los elementos inherentes a una impoluta adaptación de un prestigioso original literario. Lo que, por desgracia, tampoco es decir mucho a su favor. Memoria de mis putas tristes cuenta con el acostumbrado acabado técnico que se presume para productos de esta naturaleza (una bellísima y evocadora dirección de fotografía, una cuidadísima y esmerada dirección artística, un delicado y exquisito diseño de vestuario), que más que aportar una personalidad propia al producto final, lo que invitan es a asociarlo a una serie de títulos adscritos a un determinado cine europeo de qualité, que brilla especialmente por haber degenerado en sus niveles últimos de calidad intrínseca, sobresaliendo como filmes de perfecta y calculada, preciosista, factura técnica, pero poco consistentes en su entramado argumental.

Memoria de mis putas tristes encaja a la perfección en esta descripción, pues su guión, escrito al alimón entre su director y el respetado guionista francés Jean-Claude Carrière, no logra exponer en pantalla la particular e inusitada historia de amor entre el protagonista nonagenario y la virginal adolescente que tanta polémica había venido suscitando desde la publicación de la novela. En última instancia, lo que proporciona la película es una colección de hermosísimas estampas visuales mientras asistimos con ojos indulgentes a los desvaríos y caprichos de un anciano, enemigo acérrimo del matrimonio. No están presentes, si quiera, el discutido perfil misógino que caracterizaba al personaje central en el texto original, ni mucho menos la visión afligida y lúgubre que imperaban en la novela sobre el mundo de la prostitución, tratado en la película como un motor de esparcimiento para el lujurioso protagonista, lo que incluso resta valor al título de la película y no tarda en aparecer el inhóspito tedio como desagradable acompañante de las modélicas, pero huecas imágenes de la película.

En vista de ello, toma especial relevancia el trabajo llevado a cabo por su actor protagonista, un Emilio Echevarría que aporta a su personaje un oportuno componente ternurista que impide los posibles juicios negativos que podría suscitar su personaje, lo cual puede ser tachado también de algo negativo, pues eran precisamente los claroscuros presentes en el dibujo del personaje central, lo que hacía atractiva la historia en la novela. Para nuestra desgracia, la presencia española de Ángela Molina sólo puede describirse de insustancial y mal aprovechada, algo que también podríamos decir de su hija, Olivia Molina, muy guapa, sí, pero con una intervención plana y fugaz. Nos queda, y no es poco, el trabajo de la gran Geraldine Chaplin, en un papel que se ajusta a su medida, como esa envejecida e incapacitada madame, que la intérprete acomete con endiablada desfachatez, convirtiendo sus frecuentes secuencias en verdaderos deleites para cualquier aficionado. Demostrando, de paso, con tremendo y espléndido despliegue, derrochando una energía y un ritmo deslumbrantes y convirtiéndose en lo mejor de la función, la capacidad y el talento inherentes a las grandes intérpretes cinematográficas, capaces, como Chaplin en Memoria de mis putas tristes, de vencer y anular las limitaciones de un pobre y mal dibujado personaje.

http://actoressinverguenza.blogspot.com
Juanma
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26 de enero de 2014
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Escamado ante la dudosa vindicación de su obra que han supuesto las distintas obras fílmicas basadas en una de sus novelas, antes del estreno oficial del film en la edición de hace dos años del Festival de Cine Español de Málaga, el autor colombiano Gabriel García Márquez había manifestado su deseo de que ésta fuera la última obra suya adaptada a la pantalla grande.

Mejor así. Han sido ya varias las intentonas, otros tantos, casi, los dislates y los atropellos en su nombre, y sólo el talento de Arturo Ripstein ha sido capaz de levantar audiovisualmente con justeza el abrumador universo literario del Premio Nobel colombiano. Su apropiación de EL CORONEL NO TIENE QUIEN LO ESCRIBA lograba transmitir con propiedad la fértil amargura del referente original.

No podemos decir lo mismo, por desgracia, de lo que ha hecho el danés Henning Carlsen con MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES. El realizador se estrella literalmente contra la dificultad máxima que supone el traslado a imagen de una historia tan fundamentada en vaivenes temporales y en la terquedad caprichosa del deseo de un protagonista completamente inaprehensible. No es que la singularidad del estilo literario del autor se le atragante, sino que lo hace la esencia estructurativa de la narración novelada.

La historia parte de un antojo. Un antojo extraordinario: el capricho de un anciano articulista de periódico que está a punto de cumplir noventa años. Todo el mundo lo conoce por el nombre de “El Sabio”. El Sabio llama al prostíbulo en el que durante toda ha dado rienda suelta a su desenfrenado deseo sexual para reclamar un regalo muy especial: desea pasar la noche con una jovencita virgen.

A partir de esa confesión, el hilo conductor de la narración será la espera y, sobre todo, el repaso vital que la ansiedad expectante genera en la mente del anciano. MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES es, en el fondo, la biografía amorosa de un hombre con los instintos en permanente estado de liberación. El retrato memorioso de un “gourmet” del sexo pagado, la indagación en la mente añosa de un vividor que cree saberlo todo sobre el amor y la imposibilidad de su amarre.

Incapaz de reconducir su apetito por cauce convencional alguno, este hombre que, a ráfagas, contempla su vida desde su alargado ocaso no ha hecho sino serle fiel a las prostitutas de ese lupanar, el local de su gran amiga, confidente y “proveedora” Rosa Cabarcas. El relato repasa los hechos más remarcables de su ofuscada fiebre y de las consecuencias que éstos propinaron a su alrededor.

El problema del film es lo caprichoso, acartonado y disperso de su transcurrir. La empresa de acotar el itinerario referido por el nerviosismo del personaje principal se antoja, muy pronto, dificilísima. Los evidentes esfuerzos del actor Emilio Echeverría chocan contra la continua dispersión de un guion que en ningún momento está a la altura del material literario. Como casi siempre, la opción de tratar de ser fiel al referente literario le juega una mala pasada a la imagen resultante. Lo insinuante y subjetivo de la prosa se torna degradación, apocamiento en el plano.

El caos emocional desde el que está generada la historia le causa una mala pasada a la credibilidad de la historia. Los continuos flash-back no revierten en el análisis de la psicología del personaje central, sino que ceden a un caprichoso transcurso episódico, que no intensifica el malestar frenético de El Sabio. La película, fundamentalmente, pierde fuelle en la recreación su pasado. En definitiva, la fallida constatación de que hay enigmas que son imposibles de ser resueltos. El de la prosa de García Márquez está hecho para que la solución brote en la mente de su lector. Pretenderlo visualizar es condenarlo a un inútil empobrecimiento. Va siendo hora de que deje de ser utilizada para coartadas supuestamente artísticas como ésta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Musiczine
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28 de enero de 2014
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Siempre es difícil y complicado llevar a la gran pantalla una obra de Gabriel García Márquez; su lectura siempre será mucho más placentera, sus efectos siempre serán mucho más sentidos por tu recóndita alma -obras de grandes sentimientos y emociones donde la palabra siempre devorará a la imagen-. Respecto la película, no hay mucho más que decir; llevada tibiamente a la gran pantalla, sin la pasión y el entusiasmo que merece el protagonista, con un respeto y "buen hacer" demasiado modestos, mantiene un nivel regular y en exceso humilde para la grandeza de la obra, una apropiada pero seca imagen respecto las palabras escritas, nunca oídas, de este reconocido escritor. Delicada en sus formas, sencilla en su exhibición, completa en su recorrido pero con manifiestas carencias; diálogos escasos que apenas exhiben el supuesto contenido del relato el cual, apenas florece pues no produce un gran atractivo ni fascinación en la mente del espectador. A falta de saber si su lectura produce más emociones, cumple fielmente con sus requerimientos, progresa adecuadamente -aunque no satisfactoriamente- hacia un texto entregado de forma anticipada. Elegante y suave en sus tiernas y amargas inquietudes no logra transmitir mucho al ignorante anónimo de la obra de este autor, ni siquiera el deseo irremediable de empezar la lectura del susodicho ejemplar; si tienes la suerte de haber avanzado dicha lectura, devorado letras, comas y puntos de esta agotadora y exquisita obra, tu deleite y gozo serán menores, incluso escasos. Punto aparte es ver la siempre perfecta, nunca menos que soberbia, interpretación de Geraldine Chaplin en su siempre perfecto "buen hacer"

http://lulupalomitasrojas.blogspot.com.es/
lourdes lulu lou
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23 de enero de 2013
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La superposición de una novela con firma pesada no necesariamente deriva en una adaptación respetable. Se sabe, se supo y se sabrá. García Márquez hizo posible su realismo mágico, y lo tradujo en prosas como las de Memorias...; luego llegó Carlsen y trató de hacer volar su peli con los mismos recursos que presenta la literatura. Pequeño error que se tradujo en esta peli que no solo no vuela, ni posee magia, sino que acarrea todos los vicios posibles: las malas fórmulas del considerado "cine-arte".

Las palabras te permiten hacer de un entorno crudo y poco diseñado una atmósfera bella. Para el caso, un montón de putas entradas en años. La visual cinematográfica, llevada de la mano con las artes plásticas, no vacila en desnudar aún más un entorno desnudo. Si no se cuida la fotografía, hasta puede sonarle sucio al espectador. Está claro que la idea de Memoria es transmitir cierta belleza visual, solo que apelando a la poesía relatada: recurso poco aconsejable si luego la imagen describe un panorama contrastante con la suave belleza de las palabras. Y la peli es eso: una contradicción a viva voz. A su vez carece de poder dramático o empático, el prota está de vuelta, hasta sus deseos parecen pasados de moda, como que todo peina canas, y la obra se resiente. Busca la calidez, pero no es cálida, es gélida, casi como una foto vieja de contornos amarillos. Peca de anticuada ya no solo por la temática, sino por esa profundidad banal que busca la elegancia mecánica: una almohada en la cara como un suave sufrimiento, o tres palabras sabias antes de una elipsis tosca.

Razones suficientes para considerar a Memoria como una gran patinada. Una falta grotesca de actualización de maneras y de formas.
Juan Rúas
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30 de julio de 2012
5 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que un hombre a los 90 años se enamore, es una buena noticia. Que un hombre durante toda su vida haya podido sortear los encasillamientos sociales de casarse, tener hijos, etc., es una buena noticia. Que un hombre haya vivido toda su vida de putas, con cariño, respeto y amor, es una buena noticia. Que haya vida después de la vida y amor después del amor, es una buena noticia. En resúmen: una película llena de buenas noticias, de esas que no salen en los periódicos pero de las que se enorgullecería de vivir todo buen periodista, como el personaje de este filme.
gladiador
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