Los confidentes

Adaptar a Bret Easton Ellis no debe ser tarea fácil, por lo enrevesado (y oscuro) de sus historias, por sus malintencionados personajes y porque sus novelas no gozan de finales convencionales. Sin embargo, Mary Harron y Roger Avary, con American Psycho y Las reglas del juego (The Rules of Attraction) respectivamente, realizaron dos curiosas y más que aceptables películas, sabiendo trasladar convincentemente el ambiente malsano (y ochentero) propio del escritor.

Aquí no sólo se han atrevido a adaptar a Bret Easton Ellis, sino que además han elegido una novela que, en realidad, es una sucesión de relatos cortos, con lo que la complicación es todavía mayor. Así, vemos deambular por la película a un secuestrador (Mickey Rourke), un ejecutivo adúltero (Billy Bob Thornton), su mujer (Kim Basinger), la amante de él (Winona Ryder) o un cantante de éxito (Mel Raido) con una vida completamente disoluta. Si bien, la mayoría de los actores están completamente desaprovechados, siendo un apocado Brad Renfro quien nos deleita con la mejor interpretación del elenco.

El material es bueno, sin embargo algo falla, la película parece una sucesión inconexa de escenas, los personajes desfilan por la pantalla (casi) como seres inanimados (bueno, en realidad la animosidad de los personajes sí que casa bien con el trabajo del escritor, y no es una crítica, sino todo lo contrario). Seguramente el problema tenga que ver con el montaje, ya que da la sensación de que muchas escenas se quedaron por el camino (en la sala de montaje, claro), muchas escenas e incluso alguna historia (¿qué pasó con el relato de los vampiros?, ¿por qué no aprovecharon el tirón comercial del que gozaban?). A pesar de sus muchos (y evidente) errores el resultado final es de lo más correcto, pero es una lástima pensar en la gran película que podría haber sido.

Hablaba el otro día, al comentar “Brothers”, de cómo un batiburrillo de historias bien hilvanadas y narradas con las ideas claras podía dar lugar a una película consistente. Pocas semanas después me encuentro con “Los confidentes”, una película ejemplo de lo contrario y añade un poco más de valor al talento de Jim Sheridan.

“Los confidentes” es un truño de impecable factura técnica y seductora apariencia de revival ochentero (me encanta el tecno de esa época) que adopta la manida forma de entrelazar múltiples historias confiando en alcanzar sinergias entre todas ellas y que el grado de interés de la suma de todas ellas sea superior, o como mínimo igual, a la suma de lo interesante que son las tramas individuales. ¿Lo bueno? Que si tenemos una película de dos horas con cuatro tramas, es más fácil mantener el ritmo de cuatro tramas de media hora que conseguir dos horas de película sin lagunas. ¿Lo malo? Que los “Los confidentes” (que alguien me explique el título, please) está hecha con tanta torpeza que los historias no llegan a entrelazarse entre sí más que de manera simbólica e, individualmente, no tienen ninguna clase de fuerza ni empuje. Son tan frías como unas tomas falsas y encima, para colmo de inutilidad, cuando por casualidad una trama puede empezar a resultar interesante (no mucho, pero algo), el pésimo montaje salta a la siguiente trama.

El reparto no es del todo malo, lleno de estrellas que ya han dejado atrás su etapa de gloria pero mantienen su toque como Basinger, Rourke, Thornton o Ryder y de jóvenes semidesconocidos que dan la talla de manera desigual… pero es que la película no tiene ni pies ni cabeza. Una estrella de rock con vacío interior, un conserje metido a cómplice de secuestro, un padre y un hijo intentando recuperar el tiempo perdido, un matrimonio con problemas, un trío bisexual, la llegada del SIDA a la humanidad… y ninguna de las historias se relaciona significativamente con las otras ni pasa de ser un conjunto de aburridas tomas pegadas de manera secuencial. Lo único que comparten es el brutal reflejo de la filosofía de los ochenta en la que las drogas no eran algo peligroso, en el sexo no tenía relevancia el género ni el número, la vida era corta y podría terminar mañana y la gente vivía únicamente para engominarse para el tupé y buscar dinero para la siguiente pastilla, el siguiente pico y el siguiente tirito de coca.

A pesar de toda la mezcolanza de secuestros, promiscuidad, tetas, culos, drogas y música, entendí toda las escenas (simples a más no poder), pero sigo sin entender la película: todas y cada una de las tramas acaban con la misma atonía y rigidez con la que comenzaron, sin ofrecer nada al espectador, sin que los protagonistas hayan sufrido evolución alguna. La película está basada en un libro que tal vez aporte las respuestas que no necesito… pero no seré yo quien pierda el tiempo con ello.

Nivel de truño de “Los confidentes”: chisssstt… entre nosotros… confidencialmente… MENUDO PESTIÑO.

Cuando la vi la primera vez solo me quedé con una de las canciones, la de "Only you" de Jason Falkner que me encantó y me la bajé ipso facto. Luego la he visto mas veces porque me quedé con la escena final y algunas otras escenas que dicen mucho de la peli. Abajo las explico.

Pajojos. Problemas en el colegio. El último metro. Woody Allen. Neil Simon. Kids. Gummo. Alpha Dog. Historia de la decadencia y caída del imperio americano. Short Cuts. A.M. Homes. Vampiros. Entrevista con el vampiro. Hurlyburly. Suburbia. No (lo) sé (nada).
Muy interesante y nada sutil mirada sobre la acojonada apabullada nada vaciada decadente pijo angelina, la dolce vita de la plaga de langosta, las heces del cine, Kenneth Anger, Welcome to the jungle, el juego de jólivud, Maps to the Stars, modelos, actores, grupis, cantantes, putas, putos, directores, nuevos y viejos ricos, alcohol, veneno, sexo, (méte-me-lo) todo eso, menos que cero, el rayo y el coco.

Es increíble, triste como una interesante colección de relatos, que en ocasiones parece una suerte de novela ya que hay puntos en los que estos conectan, al ser trasladada a la pantalla grande pierde toda la fuerza que en papel llega a mantener. The Informers el libro de Bret Easton Ellis, autor polémico, denostado por su American Psycho pero que se reivindicara en Lunar Park su autobiografía apócrifa donde descubre que el sádico multihomicida Patrick Bateman de su afamada novela tiene mucho de su propio padre y de él mismo, y quien, aunque pudiese llegar a dudarse, participa en la manufactura del propio guión de este film, nos habla de la idiosincrasia de la élite californiana a principios de la década de los ochentas del siglo pasado: seres decadentes, hedonistas, frívolos, carentes de valores, hastiados, sin brújula, nihilistas, cuya única búsqueda en la vida es conseguir el placer por medio de drogas y sexo o teniendo los artículos más a la moda en su poder. Al contrario que en la película, el libro comienza con un relato algo soso y conforme avanza se vuelve cada vez más adictivo e incita, irremediablemente, a continuar con su lectura; The Informers la película tiene un inicio voluptuoso que asienta las bases de la película: la actitud egoísta, superficial y el desinterés por el prójimo de todos los personajes; en un momento, el clímax, esta escena introductoria se vuelve sorpresiva y ya, es todo, porque a partir de ahí el largometraje presenta una secuencia ininterrumpida de situaciones vacías que van alejando poco a poco la atención del espectador hasta llegar al punto de que ese sórdido y apático mundo retratado en pantalla en el que habita ese puñado de personajes a los que les pasan cosas tristes que ellos mismos se han buscado deja de interesar. Es imposible dejar de comparar The Informers con cintas corales que entrelazan historias, desde Nashville pasando por Magnolia y Amores Perros, pero es quizás con Short Cuts de Robert Altman con la que en mayor medida podría llegar a equipararse ya que ambas tienen su origen en una colección de relatos descarnados y bien posicionados dentro del marco de la literatura posmoderna (Short Cuts se basa en textos de Raymond Carver) y debido a que ambas aspiran a ser hiperrealistas, captar los momentos cotidianos y volverlos cinematográficos, trascendentales y por lo mismo ejemplos de arte, pero mientras que en la cinta de Altman esto es logrado de manera magistral, en esta, tal vez por problemas de un mal desarrollo de historias, por una mala edición, una dirección de actores pésima en la que hay sobreactuaciones (Kim Basinger y Billy Bob Thornton en una discusión marital de lo más patosa; Brad Renfro, obeso y en su aparición póstuma, tartamudeando a cada instante, con un nerviosismo exacerbado y molesto, de lo peor en su breve carrera, repitiendo casi calcando al mismo personaje que hiciera en Bully de Larry Clark, me sorprende que digan muchas críticas que es lo mejor de la película) y momentos de inverosimilitud (un joven prostituto, yonki que de la noche a la mañana ya es director de videos para MTV) no consigue más que volverla un ejemplo de cómo se puede llegar a destruir un buen material literario, que pone ojo crítico sobre todo al inicio de una década, a un sistema social devaluado y a un sector de la población: los ricachones angelinos en los ochentas. Lo realmente molesto y que vuelve mala a The Informers es que algunas de las historias ni siquiera tienen un final propiamente dicho sino que sencillamente se van diluyendo o son cortadas y sólo para comenzar o continuar con otra y la manera terrible en que casi con calzador se intenta ligar una historia con otra.