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Hara-kiri: Muerte de un samurai

Drama Deseando morir con dignidad, Hanshiro, un samurái sin recursos, solicita realizar el ritual de suicidio en la residencia del clan Li, cuyo director es Kageyu, un guerrero obstinado. Intentando que cambie de idea, Kageyu le cuenta la trágica historia de Motome, un joven ronin que llegó solicitando lo mismo. Remake en 3D de la película homónima de Masaki Kobayashi (1962), con Tatsuya Nakadai en el papel principal. (FILMAFFINITY)
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Críticas 41
Críticas ordenadas por utilidad
6 de julio de 2012
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me encanta el cambio de resgistro de Takeshi Miike. Este director amado y odiado a partes iguales ha entrado en una dinámica muy interesante para mi gusto, que comenzó con su estupenda 13 asesinos, continúa aquí y cuyo próximo título, "Ace attorney" promete, y mucho.

Se trata de un remake de la homónima Hara-kiri dirigida por Masaki Kobayashi en 1962, que a su vez se adaptó de una novela de Yasuhiko Takiguchi.

Ambientada en el siglo XVII, donde muchos samurais sin señor (ronin) buscan algún clan donde sacrificarse mediante el ritual del seppuku en busca de algo de honor. Así, muchos jóvenes samurais acaban en la residencia del clan Li, cuyo lider (Koji Yakusho) no está dispuesto a que su clan sea objetivo de guerreros en busca de algunas monedas o un plato caliente.

Un día se presenta en la residencia Hanshiro (Ebizo Ichikawa), un samurai que solicita realizar seppuku allí. Antes de eso, le cuentan la historia de otro samurai, Motome (Eita) para intentar disuadirle. Lejos de echarse atrás, Hanshiro tiene su propia historia que contar: la de su hija Miho (Hikari Mitsushima) y su ahijado.

El modo en que se desarrolla la historia es bastante original, a través de las historias que van contando sus protagonistas con largos flashbacks con los que se van encajando todas las piezas de la trama. Tras un comienzo dubitativo y con alguna escena un tanto desagradable (marca de la casa) pese a no ser nada explícita, la cosa va a más y al final estamos ante un drama puro y duro en el que tiene cabida tanto el amor, como la acción en un final impresionante.

Ahora bien, que nadie se espere una cinta con mucha acción, ni mucho menos. La que tiene es muy justita, pero desde luego vale la pena. Lo más interesante es la historia en sí y cómo va cogiendo forma a medida que pasan los minutos con sorpresas incluídas, y todo ello acompañado con unos personajes muy cuidados y con personalidad, una gran ambientación y una banda sonora realmente buena.

Vale la pena, a mi desde luego me ha gustado mucho.
Roberto_
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10 de octubre de 2012
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo que decir lo primero de todo que mi opinión de Hara Kiri se hace después de quedar fascinado hace años con la original de Kobayashi, pero es lo que tiene hacer un remake, que tu obra nunca será vista con la misma objetividad que una original.
Miike logra alejarse un poco de su estilo un tanto freak y manga para emular en esta obra a los clásicos del Chanbara (cine de samarias) con los que seguro creció. Esto significa que los que esperen cine de acción sin parar como en 13 asesinos quedarán un tanto decepcionados. Por momento tengo que decir que lo logra, su ambientación del Japón feudal, los escenarios el colorido es hipnótico pero... Ebizo Ichikawa no es Toshiro Mifune ni de lejos, este último realiza una de las mejores actuaciones del cine japonés en la original del 62 y es muy difícil olvidar su sombra mientras vemos el remake. Por otro lado los cambios que realiza Miike en el remake me dejaron con una división de opiniones, por un lado algunos detalles que aporta nuevos a la trama la enriquecieron bastante pero en otros la cagó, sobre todo el final. La sensación general es de que no importa lo que aportes a una obra maestra, siempre acabas pensando que la original estaba perfecta y no necesitaba retoques. mi recomendación es que veáis Seppuku (es el modo de decir Hara Kiri pero de un modo más fino) de Masaki Kobayashi y después veáis esta como una anécdota.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ezequiel 25 17
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16 de marzo de 2013
13 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esperaba algo respetuoso, que limase algún exceso de la original, y que introdujese técnicas modernas de rodaje... pero...
Me parece casi imposible coger un guion de los mejores de la historia del cine, por coherencia, por la habilidad de contar la trama con efectividad, con unos parlamentos cargados de intenciones y genialidad... coger una película sobriamente rodada, llena de actores carismáticos... añadirle chopecientos millones y los medios más punteros, y hacer una cagada.
Parece casi imposible, coger cada genialidad de la película original, cada detalle que la hace fuera de serie y modificarlo lo justo para que pierda todo lo que tenía de superior, de inteligente y de impactante.
El señor Miike no entendió NADA, no leyó las claves, no entendió el drama y la gloria de cada uno de los diálogos, y en cada jugada llega tarde y mal.
Una lamentable adaptación que ni llega a tolerable, una autentica profanación.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
el_desertor
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9 de abril de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como no he visto la original no puedo comparar.
Tremenda historia. Bien el ritmo, la fotografía, las actuaciones. A destacar la genial interpretación de Ebizo Ichikawa.

- "¿Le habéis sacado brillo?"
- "Sí, señor. Después de todo, esa armadura roja es el orgullo de nuestro clan"
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
videador
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30 de agosto de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Takashi Miike, un cineasta siempre dado al exceso, parece haber encontrado en Harakiri (Seppuku) de Masaki Kobayashi la continuación del camino que ya inició con 13 asesinos hacia un cine más contenido y formalmente más clásico. Ello nos demuestra que el autor de Dead or alive (1999) es capaz de canalizar todo ese derroche de visual y encauzarlo hacia un lirismo tendente a la moderación.

En este remake del filme de Kobayashi de 1962, se trata la violencia de una manera implícita. No vemos las características secuencias impetuosas a las que nos tiene acostumbrados Miike, sino que la belleza de las imágenes que contemplamos contrasta con el terrible dramatismo y la tremenda violencia que esas mismas imágenes contienen. Se podría decir que Hara-Kiri: Muerte de un samurái es una epopeya intimista con tintes de tragedia griega.

“Menos es más”, parece haber querido transmitir Miike a los espectadores contándonos una historia con una gran carga emocional y simbólica que trasciende más allá de su sencillo planteamiento. En el siglo XVII, Hanshiro, un samurái pobre, solicita llevar a cabo el suicidio ritual conocido popularmente como el Harakiri en la residencia del clan Li con el fin de morir dignamente.

Este punto de partida desgrana un relato donde el amor, la traición, la venganza, el honor, la civilización japonesa de la época y los códigos samuráis tienen lugar, pero, a pesar de centrarse en unas costumbres específicas de un período histórico concreto y de un grupo social —los samuráis— propio de una cultura diferente a la occidental, el mensaje que Miike transmite es universal.

El sufrimiento humano que los personajes padecen en el filme trasciende épocas, países y culturas. En esencia, lo que el cineasta nipón nos está expresando es el rechazo a la imposición a raja tabla de una serie de normas o leyes por parte de un poder superior incapaz de sentir compasión por los problemas ajenos. De ahí que las dos secuencias más representativas del filme sean las únicas en las que Miike nos muestra la violencia de una manera más explícita. La recreación en el harakiri con la espada de bambú refleja la cruel intolerancia del poder (por su férrea creencia en las normas de conducta samurái) hacia la piedad y, la increíble batalla final, no es otra cosa que la representación de la lucha de los valores humanos y solidarios (personificados en Hanshiro y su sed de venganza) contra la tiranía y la intransigencia (personificadas en los guerreros del clan Li y, sobre todo, en la armadura roja dentro de la residencia) del autoritarismo.

El ritmo y la fuerza con la que inicia la película decaen en cierta medida hacia la mitad de la misma. Si el uso de flashbacks para narrar la historia genera interés en el espectador, la excesiva recreación de Miike en los hechos que llevan a Hanshiro a tomar la decisión de practicarse el harakiri, sobrecargan a la cinta de escenas que redunda en una idea que podría haber sido contada con menos minutos de metraje.

A pesar de ello, Harakiri: Muerte de un samurái se presenta como una obra de una impecable factura técnica, que desprende ternura en sus momentos más humanos y una imponente vehemencia en sus momentos más intensos, en la que la narración fluye, como si de una poesía se tratase, hacia el final trágico al que, inevitablemente, está predestinada.


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Adri
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