El mundo en sus manos

El mundo en sus manos es pura evasión. Gregory Peck, John McIntire contra Anthony Quinn. Se lo juegan a un pulso y a una carrera y gana Peck. Gregory Peck, John McIntire, Anthony Quinn con la ayuda de Ann Blyth contra Carl Esmond. El pulso en primera instancia lo gana el hombre que le quedaban los hombros ajustados en El ministerio del miedo. El último pulso lo gana Gregory Peck que tiene el mundo en sus manos. Hace mucho leí que ni Errol Flynn hubiera hecho mejor el papel del capitán Clark. Y lo grande es que ni Errol Flynn hubiera hecho mejor El mundo en sus manos. Joya capital del cine es El mundo en sus manos.

Todo el optimismo vital del espectador que demanda entretenimiento energético y todo el optimismo cultural que reafirma al americano de los 50 se conjugan en esta sobresaliente película de aventuras, todo un clásico imprescindible del género. Por ser una de aventuras y porque es de los 50 no hay cabida para la exhibición morbosa y no se admite la ambigüedad en la teleología de las acciones. Éstas pueden condensarse en un concepto de acción en mayúsculas, con una primera gran parte hasta el beso de los protagonistas donde el espectáculo roza la obra maestra, y el niño casi se apodera de nosotros si no es porque Ann Blyth y el Bon Ton juegan al equívoco adulto, Anthony Quinn borda el papel de portugués representando el esterotipo del buen chicano, Gregory Peck se gana la vida en el políticamente incorrecto oficio de las pieles de foca, McCarthy acusa de despótica a Rusia con o sin los Romanov, Alaska va a ser sí o sí yankee y el aleutiano palía su peligrosa brutalidad congénita al servicio del más dotado intelectualmente hombre blanco, y otras lindezas por el estilo que nuestros deconstructores y deconstruidos tiempos ya no digieren si no es ofreciendo el tedio y el desprecio por obras tan entretenidas y alegres como ésta.

160/14(18/07/12) Raoul Walsh ofrece aquí una entretenida cinta de aventuras a la que el tiempo ha superado, dejándola en un simplista e inocentón pasatiempo. Arranca en 1.850 en San Francisco allí acaba de arribar ‘El Hombre de Boston’ , Jonathan Clark (buen Gregory Peck), con su velero ‘La Peregrina’, lleva un valioso cargamento de pieles de foca traídas furtivamente de Alaska, tierra que pertenece al Imperio Ruso. En la ciudad lo intenta contratar un ruso para que lleve a una condesa, Marina Selanova (bella Ann Blith), a Sitka, capital de Alaska para que su tío el gobernador, Ivan Vorashilov (buen Sig Ruman), le proteja de un matrimonio concertado con el príncipe Semyon (correcto Carl Esmond), ‘El Hombre de Bostón’ odia a los rusos por lo que declina la oferta, a la noche, durante una fiesta la condesa se cuela en una fiesta del capitán para convencerlo de hacer el viaje haciéndose pasar ella por una doncella de Marina, el romance llega en una apasionada noche pero al llegar el día el hechizo se deshace y hastiado decide Jonathan hacer una carrera con ‘La Peregrina’ contra otro capitán cazafocas ‘El Portugués’ (gran Anthony Quinn), el objetivo es llegar a una isla de Alaska con focas y el ganador se queda con el barco del otro. El buen guión de Borden Chase (‘Río Rojo’, ‘Veracruz’ o ‘Winchester 73’) se basa en la novela homónima de Rex E. Beach al que Walsh imprime un ritmo trepidante, un relato con una puesta en escena ágil, donde la alegría de vivir es transmitida de modo vigoroso, con dosis de humor en un mundo de machos donde las peleas son continuas, con una hermosa fotografía de Russell Metty (‘sed de mal’ o ‘Espartaco’) y una música de Frank Skinner (‘Imitación a la vida’) de resonancias épicas. En las escenas de peleas se utilizan gran número de personajes, derivando en una enérgica coreografía, el problema es que esto se repite demasiado durante el metraje transmitiendo trivialidad y superficialidad, con lo que las emociones menguan, aparte queda su previsibilidad. Es que en mi modesta opinión es un film sobrevalorado, Raoul tiene obras infinitamente mejores (‘El Ladrón de Bagdad’, ‘El último refugio’ o ‘Gentleman Jim’), esta ha quedado con el tiempo en algo naif, donde solo sobresale la escena metida con calzador de la carrera de goletas, todo un alarde de adrenalina marina, un chute epopeyico, mención aparte merece la arrolladora interpretación del huracán Anthony Quinn, un robaescenas que anula al que se le acerca con su atronador carisma que minimiza a un Gregory Peck demasiado blandito, el resto se ve con agrado y se olvida con rapidez. (Continua en spoiler sin spoilers)

Excelente película de aventuras marinas, donde un elegante Gregory Peck interpreta a un apuesto y seductor capitán, que ha de luchar contra un malvado príncipe ruso, por el amor de una bella condesa también de nacionalidad rusa, (Ann Blyth).
Junto a Peck, su "alter ego", Anthony Quinn, interpreta a un juerguista y muy astuto competidor suyo que, tras muchas desavenencias, logrará aliarse con él para rescatar a la jóven condesa.
Bajo la dirección del célebre Raoul Walsh, (Murieron con las botas puestas), he aquí toda una brillante historia de amor y aventuras, que hará las delicias de los más pequeños de la casa, y, como no, de los que ya no lo somos tanto.
Imprescindible.

Con unas interpretaciones magistrales (que grande era Anthony Quinn), una obra maestra de aquellos tiempos en que el cine de aventuras conseguía precisamente eso: hacerte vivír una aventura. Recomiendo y ruego su visión a todo aquel que aún no se haya dado ese gustazo.