La piel que brilla

Cargada de simbolismos más extraños que el propio desenlace. Buena fotografía y ambientación para un producto en el cual la estética parece superar a la trama.

Los niños aportan escenas destacables, pero el tono general resulta desconcertante. Viggo Mortensen apuntaba maneras casi 3 décadas atrás... Logrando en estos años gestionar con habilidad una carrera versátil con buenas interpretaciones brillantes y talentosas.

Lo peor de la película, sin duda alguna, es el puto niño de los cojones. No sólo porque su interpretación sea patética (dioooos, prefiero mil veces un acondroplásico talentoso disfrazado de niño, antes que a un niño de verdad que no sabe ni siquiera poner cara de desconcierto sin dar la impresión de estar sufriendo algún tipo de Parkinson infantil), sino también porque el personaje mismo me produce repulsión. Quizás se deba a que no sabe actuar, o a que el objetivo del director era precisamente transmitir esa sensación de antipatía, no lo sé. Lo único que sé es que en la última parte de la cinta*, no paraba de pensar en que ese niño o era retrasado o psicópata, una de dos. Porque desde luego que...** Por cierto, si realmente fuera un psicópata, tendría sentido: ¿os habéis fijado que cada vez que aparece el coche negro con los asesinos, el niño siempre se halla a solas con la víctima? Es como si el coche representara el lado malo del niño.

En fin, a lo que quiero llegar es que esa película me hizo rechinar los dientes, maldecir al puto chaval de mierda repetidas veces, y que acabé de verla con muy mal cuerpo.

Por el resto, la historia es muy original —entretiene de veras—, los diálogos son ingeniosos***, hay tantos temas que explorar y de los cuales quedarse hablando una vez finalizada la película... Si no fuera por el puto niño de mierda que te deja mal cuerpo y una mala hostia que te va a costar dios y ayuda quitártela de encima, la recomendaría encarecidamente a cualquiera que busque algo interesante y diferente en el cine.

Ah, y Viggo Mortensen está que se sale. Uno de los mejores papeles que le he visto interpretar en toda su trayectoria. Por cierto, parece ser que es el actor fetiche del director, puesto que también actuó en su otra película, "La pasión de Darkly Noon" (cuya crítica he realizado hace poco).

La pena es que Philip Ridley no haga películas más a menudo, porque desde luego que deben incluso ser consideradas películas de culto para todo cinéfilo que se precie. O más bien, la pena está en que nadie ha sabido apreciarlas como se lo merecen. Espero que el tiempo ponga sus películas en el lugar que les corresponde por derecho.

Película de cinéfilo, de corte independiente, producción británica. Habla de la infancia, desde la poderosa mirada de un niño atraído por una enigmática mujer a la que él considera una vampira y a la que según su óptica responsabiliza de la desaparición de sus amigos. Original argumento, Ridley logra un trabajo extrañamente poético, combinando géneros (intriga morbosa, drama infantil, melodrama de cuerpo raro). Los intérpretes ejecutan sus papeles con oficio y autenticidad. Un trabajo al que le falta redondez plástica/onírica. Aún así, una buena película.

Una de esas películas que indaga en la visión del mundo real desde la fantasía e inocencia de un niño que está rodeado de un mundo rural muy peculiar.
A mi no me ha resultado muy satisfactoria, haciendo que se me hiciera aburrida y poco interesante.
Lo mejor y más interesantelo he sacado de dos oraciones que considero acertadas, el resto relleno.
Destacar la presencia y labor de Viggo Mortensen, que queda como algo puramente curioso.
Juega con la figura e historia de los vampiros y tiene simbolismos que tienen cierta importancia.
La inocencia puede ser un infierno.
Si eres amado todavía seras joven,

Seguramente son esos fuegos fatuos de la civilización los que impiden la percepción clara de que el mundo es así. Así, como lo muestra el pintoresco fresco fílmico que es La Piel que Brilla, escrito y dirigido por Philip Ridley, cineasta de parca carrera en la que éste es seguramente su trabajo más destacado y meritorio.

Seth Dove es el extraño protagonista infantil de esta no menos extraña -y por cierto fascinante- historia. El otro protagonista es sin duda ese paraje rural de la América de los 50 -en el que discurre la acción-, delineado por unas cuantas casas aisladas y prados que se pierden en el horizonte, pintados de doradas mieses danzantes al compás del viento y del sol. La infancia, la soledad y el aislamiento son la representación del mundo en este relato fabuloso, tétrico y lúgubre. Y en la inquietante medida en que funciona como un oscuro espejo de la condición humana es donde radica lo que tiene de terrorífico.

Seth urde en su mente pueril una rudimentaria composición de la realidad a través de sus azarosas observaciones y de las conversaciones que mantiene con sus padres, con sus amigos, con esa mujer sombría y misteriosa que tiene de vecina, Dolphin, a la que atribuye la condición de vampiro. El niño se erige de esta manera en una metáfora de las falsas nociones, de las creencias, de las supersticiones, de la ignorancia. De igual modo el resto de los personajes y los motivos que vemos desfilar nos remiten a los rasgos fundamentales de la condición humana, tallados en la matriz de la oscuridad y ungidos con la corona de la muerte. Como ese siniestro Cadillac negro que suele pasear por el pueblo a una banda de pederastas y asesinos. Como los fallidos padres de Seth. Como las angustias insuperables de Dolphin; o como el joven Cameron, el hermano mayor de Seth, íntimamente quebrado por sus experiencias en la guerra mundial. Un compendio de lo irredento, lo sin esperanza.

Técnicamente es un trabajo facturado con gran dignidad dentro de un presupuesto acotado. Visualmente poderoso, cuenta con una brillante fotografía para su oscura poesía. Un film sencillo y a la vez grande, que cuento sin duda entre mis favoritos.