Al borde del río

Hay películas donde lo que importa y pesa en las taquillas, y también en el aprecio del público, es la fisicidad: acción destructiva, efectos visuales y especiales, objetos materiales llamativos, trajes suntuosos, escenarios monumentales… y, sí, de esta manera alcanzan a ser éxito$a$, pero, poquísimas entre ellas alcanzan a ser arte, porque funcionan como entretenimiento, pero, no suelen dejar una huella en el alma… y cuando mucho, se quedan en el simple recuerdo.

Por otra parte, hay historias pensadas para ver la esencia de los personajes; para escudriñar en sus contradicciones y en sus potenciales, y en tales casos, el escritor -y el director en su momento- se compenetran tanto con la intimidad y espiritualidad que alienta la trama, que se olvidan sin reserva alguna de la fisicidad y hacen de ella apenas lo preciso. Por eso, no se preocupan si los billetes lucen claramente de utilería; los personajes van a un restaurante y no prueban la comida que les sirven; una herida que se dice inflamada ni siquiera luce como una herida…

En cambio, pueden repetir, por enésima vez, el rodaje de un simple plano si el gesto del intérprete no expresa lo que se espera de él; si la frase no resulta dicha en el tono y el acento que se requiere; o si la acción entre dos o más personajes no ofrece los precisos resultados. En el filme que nos ocupa, hasta el título original debió haber sido largamente pensado para que expresara corporeidad, pero, al mismo tiempo diera ocasión para ver un poco más allá, y así “River’s Edge” (La Orilla del Río) puede aludir a ese lugar campestre donde transcurre el desenlace de la película, pero, también permite abstraer ‘una manera de ver la vida que se sale de la corriente’.

Escrita por, Harold Jacob Smith y James Leicester, <<A LA ORILLA DEL RÍO>>, es una encomiable y ejemplar historia de amor, donde lo que se recrea es un espinoso y floreciente camino que acaso lleve hacia el autodescubrimiento. (Desde aquí, mencionaré hechos relevantes) Se cruzarán tres personajes: Ben Cameron, un excombatiente que, pretendiendo asentarse, decide casarse con una bella chica llamada, Margaret Fowler, a sabiendas de que, ella, está en libertad condicional tras una condena por estafa. Cameron la lleva al campo, de seguro para huir de la justicia y para alejarla de los coyotes que la asediaban en la ciudad. Pero, Meg se siente una inútil entre vacas, chécheres viejos y aislada de la sociedad, y ya está pensando en dejar a Ben, cuando aparece, Nardo Denning, un apremiado estafador a quien ella guarda en su corazón al punto de que aún conserva su retrato. Al llegar al punto en que se marcha con él a la ciudad, algunas cosas se deducen: Se casó con Ben, desencantada por lo que supuso un abandono de Denning; y aunque no lo ama, valora mucho a Ben por haberla apoyado y porque sabe muy bien que es un hombre bueno (la escena en la que ella sufre ante el riesgo de que un toro saltase sobre su marido, es bien diciente… y el escorpión que se sube a su zapatilla es una premonición).

Lo que sigue, son esa suerte de tentaciones, trampillas y oportunidades que, don Luci, pone siempre en nuestro camino para comprobar nuestra firmeza cuando buscamos redimirnos… y ya se verá qué decide este estupendo triángulo humano que, con suma eficacia, representan, Anthony Quinn, Debra Paget y Ray Milland.

El director, Allan Dwan, nos ha puesto ante el espejo de la vida. Las decisiones y las consecuencias corren por cuenta de cada uno de nosotros. ¿Te dejarás arrastrar por la corriente o, con firme carácter, decidirás caminar por la orilla del río?

Título para Latinoamérica: CORRIENTES TRAICIONERAS

Semi Western fronterizo bastante desconocido y de poca difusión. Una producción bastante modesta en la que los recursos brillan por sus ausencia.
Aún así la película es competente y medianamente entretenida. Sin dejar de lado que la historia tiene algunos momentos de lo más ridículos e inverosímiles. Modesta y decente, sólo por ver a los actores protagonistas en roles cambiados a lo que solían hacer, ya merece la pena ver este desconocido trabajo.

Es una pena que esta película solo pueda verse en un versión doblada con acento chicano -o puertorriqueño-, porque de lo contrario sería altamente recomendable. Un muy buen melodrama "triangular", tenso y absorbente desde las escenas iniciales, con acción y aventura que nunca flojea, con un retrato de personajes conseguidísimo y con unas interpretaciones de los tres actores protagonistas dignas de su prestigio. Todo lo cual hace perdonar algunos excesos -o más bien ligerezas- del guion.
Por cierto, nada tengo contra el acento chicano, aparte de que si los protagonistas hablaran de verdad en español, sonarían más adecuadamente con ese acento americano que no con el de Madrid.