Otra Tierra

Tal vez caiga un poco en su ofrecido mosaico de ideas que enlazan una galería de actos rutinarios sí conocidos pero no expuestos de tal forma.

La cuestión es cómo el trauma que dibuja aquí Mike Cahill se desarrolla con relativa facilidad con ayuda de ficción que alinea el retrato a la hora de presentarnos a su protagonista, Brit Marling, actriz muy poco conocida pero con gran talento interpretativo.

Quiero resaltar la tarea de música y cámara, ambas choibidas e inseguras, más concretamente para esta segunda. Una banda sonora tímida y sutil. No requiere más.

Segunda revisión, después de un largo tiempo. Deseaba dedicarle unas palabras. No pienso volver a verla.

Échale un vistazo, igual puede interesarte.

Tras ser recomendada en tres de cada dos episodios del celebérrimo podcast 'Marea Nocturna', un papel que antes ya había desempeñado, sin éxito, algún que otro colega; al fin me he lanzado a por "Otra Tierra". Sí, soy cabezón. Y bueno, qué puedo decir sobre esta película de Mike Cahill que no refleje ya mi nota.
"Otra Tierra" es un drama sobre la pérdida, el dolor y la sensación de culpa con un leve, a la par que sugerente precisamente por su levedad, toque sci-fi rollo doppelgängers. Y todo ello además con William Mapother de consorte de la magnética Brit Marling. Un tipo de esos que su nombre no te sonará, pero su cara no la olvidas. Todo ese lote en una propuesta visualmente sobria y alejada de grandes aspavientos que, en manos de un loco como Shane Carruth, podría haber derivado sin problemas hacia lo críptico, pero que Mike Cahill & Brit Marling saben atar en corto aun a riesgo de dejarte con hambre.
A esa relativa gusa he de sumarle el desenlace que me monté yo en mi cabeza mientras se desarrollaba "Otra Tierra", un final que me gustó infinitamente más que el que han decidido montarse en la suya Cahill & Marling. Pero aun así la cinta tiene cositas a las que aferrarse.

“Otra Tierra” se estrenó el mismo año que “Melancolía” (“Melancholia”, 2011), con la que, de hecho, comparte un buen puñado de motivos; no así el ruido mediático que acostumbra a rodear las “boutades” de Lars Von Trier, ese incomprensible —en cuantas acepciones se les ocurran—prescriptor de estilo.
La película que nos ocupa es un estupendo drama indie ribeteado de ciencia ficción, prueba fehaciente de que, cuando sobra el talento, no se requieren grandes dispendios, así como de la buena salud de ambos subgéneros, a prueba de las muchas y graves fechorías que se les vienen infligiendo de un tiempo a esta parte, sobre todo al segundo.
Brit Marling protagoniza y coescribe el guion con Mike Cahill, quien a su vez también dirige. “Yo me lo guiso, yo me lo como” para una cinta plagada de virtudes, desde su oportunamente desestructurado planteamiento hasta la dolorosa paradoja que le pone punto final. Entremedias, un desolador romance que perfectamente hubiera podido firmar Krzysztof Kieślowski.
Efectivamente, las —por otra parte, lógicas— grandes cuestiones metafísicas quedan subsumidas al día a día de los rotos protagonistas; porque no importa lo grave que sea la hora, la mayor parte de las veces vivir no es otra cosa que seguir vivo, épica de andar por casa a la que se entregan esos Rhoda y John de almas destrozadas.
Además de la amarga —y, sin embargo, hermosísima— historia, “Otra Tierra” se adorna de un tempo medido al milímetro y una estética en que el deslavazamiento de prever viene igualmente servido en su justa dosis. El ritmo pausado no se deja arrastrar a los abismos del tedio, mientras que una fotografía en tonos gélidos a cargo del propio Cahill acentúa su descarnadura con un montaje como a martillazos.
En suma, “Otra Tierra” es una película pequeña sólo en lo presupuestario, pues en el resto de campos manifiesta una altura de miras y un “savoir faire” ciertamente dignos de admirar. Una invitación a seguir de cerca la carrera del tándem Marling-Cahill, seguro que nos depara numerosas alegrías.

Nazco, crezco y experimento en este mundo físico. Mis actos quedan sellados en una fantasía de tiempo pasado imperturbable. Estos afectan a mi presente, y a mí futuro. Y lo que es peor: puede afectar el de los demás. Un acontecimiento puede marcar el resto de tu vida, sin más. Las desgracias ocurren, y cuando ese momento llega sólo puedo preguntarme: ¿Acaso fue mi culpa? ¿Debí tener más cuidado? ¿Fui cruel e insensato? Y es que, soy un ser humano. Si algo bueno llega a mi vida lo celebraré y lo experimentaré puramente sin razonarlo. Es bueno, es lo que importa. En cambio, si un acontecimiento doloroso llega mi primera, simple y honda pregunta será:

¿Por qué?

Yo, como individuo de esta sociedad cada vez más perdida en sí misma, no acepto el dolor. Ni el miedo, ni el odio en mi interior. Todos lo rechazamos, no somos capaces de convivir con ello aceptando que forma parte de nuestra esencia. Existe un equilibrio, pero nos balanceamos sobre él yendo de un extremo a otro rozando el colapso. Ahora bien, si bien existe una identidad propia, ¿qué le dirías a tu reflejo? Quizá le atormentarías a preguntas que tú no te puedes responder, quizá no sabrías que decirle.

Aceptación.

Progreso.

Alegría.

Valentía.

Amor.

No necesito un reflejo. Yo soy mi respuesta, mi verdad y mi búsqueda. En ello reside mi sentido existencial. Y, así pues, en ello reside mi felicidad. Es un estado posible, algo que se puede lograr. Con el tiempo, puede que llegue a pronunciar un "lo siento" a aquellos a los que he causado daño. Obtendré mi propio perdón.

Después de esta melancólica reflexión sobre el contenido del largometraje, creo innecesario hacer ningún comentario al respecto. Han habido críticas mejores, y esto es sólo una visión más de lo que he experimentado en la sala de cine.

Un Reflejo.

Con clara inspiración y, en algunos momentos, plagio de Melancolía de Lars von Trier, a esta película sobre mundos paralelos le haría falta un poquito más de marcha.

Ahí está, sin ir mas lejos, la serie Fringe, que juega a los mmundos paralelos con más solyura, pasando de uno a otro como se cruza la puerta de casa.

En esta película solo hay una escena donde los dos mundos se comunican y una teoría científica que intenta crear algo de suspense. Lo malo es que llega demasiado tarde.

¿Por qué los dramas románticos son siempre tan sosos? Está visto que amar es sufrir aquí y en otro mundo. Además todo es contado en voz baja, entre susurros y sin emoción. Es el mal del cine independiente, pocos medios para poder contar algo medianamente emocionante.