La comunidad

Una película redonda. Te ríes, te asustas, te inquietas, te fascinas por la exploración de esa extraña casa y te asqueas por todas las miserias de la naturaleza humana.

Humor negro, a veces grueso, a veces sutil. Una genial representación de la sociedad madrileña castiza, currante y perdedora. ¿Pobres pero honrados? No, gracias. Aquí tienen otra visión de la vida más neoliberal.

Una intriga interesante, creíble, macabra y cañí. Con buenos sustitos y buenos giros del guión (aunque, un poco forzado en alguno de esos giros) y presentado con el encanto de un buen relato de aventuras clásico. Inevitable pensar en "El tiempo de los intrusos", de Walter Hill (muy recomendable).

Una exploración de la casa que resulta fascinante. Su panteón, su exotismo peligroso, sus fieras acechando en la escalera, sus traidores, sus tejados y sus palomares.

CINE con mayúsculas. Del que te deja fascinado y deseando volver a experimentar la aventura urbana en ésta, su comunidad.

A destacar, ante todo, la primera imagen del inicio: el cadáver más que putrefacto, comido por su gato, y todo el ambiente “diogenésico” que adorna la vivienda del difunto. Y, como idea, me parece muy buena, aunque no original (la semilla del diablo tiene un vínculo similar).

Luego, hay tintes de Hitchcock, en lo que andar sobre el abismo se refiere, no mucho más.

Las actuaciones, patéticas casposas), excepto Terele Pávez, que da miedo y ganas de salir corriendo. Alex de la Iglesia naturaliza las muertes, sin ni siquiera prestarles mucho atención.

Luego hay muchas lagunas de guión, cosas incoherentes que hacen inverosímil la historia que nos están contando.

Una pena, la verdad, cuando había una buena historia de fondo, de carácter moral, en donde se ve que todos son iguales.

Prototipo de los posteriores formatos televisivos «Aquí no hay quien viva» y «La que se avecina», «La comunidad» se convirtió desde el día de su estreno en un pequeño fenómeno de masas, como suele ocurrir, por otro lado, con la mayoría de los films de este director. Tengo la sensación de que causan una especial fascinación en el espectador español porque sus planteamientos huyen de muchas de las esencias más tradicionales del cine nacional. Muchos consideran rancio a Fernán Gómez (a mí su cine siempre me ha gustado) y trasnochado a Berlanga (Dios nos diera un director de semejante inteligencia en nuestros días, una especie de Billy Wilder ibérico), y como muchos pueden estar ya hartos de los delirios autocomplacientes de Almodóvar o del cine más comercial (aunque a ratos profundo) de Amenábar, es entonces cuando Álex de la Iglesia se convierte en la mejor opción.

¿Para qué este innecesario introito?, se preguntará quien lea estas líneas. Porque suele ocurrirme que cuando me quedo indiferente o directamente indigesto (como en este caso) ante películas que causan furor en las masas se me da por reflexionar y por intentar encontrar ese factor que aglutina la adhesión popular, factor que por algún motivo sin duda se me ha escapado. Creo que «La comunidad» posee una idea de partida bastante acertada y atrayente e incluso que su desarrollo, basado en las motivaciones pecuniarias de esa colmena que habita el edificio, tiende hacia lo interesante. Lo malo ocurre, digamos, en la última media hora, cuando el director se entrega a una ola de violencia expuesta con total gratuidad y sin el más mínimo atisbo de lógica narrativa. Suelo tener algún que otro encontronazo con el cine que yo llamo «de despiporre», es decir, esas películas que desde una atmósfera más bien templada van subiendo la temperatura en un «crescendo» grotesco e inverosímil (me ocurre incluso con películas clásicas, como «El guateque», por ejemplo). Y «La comunidad», a mi entender, peca de eso y de algunas otras cosas, entre ellas de un evidente mal gusto.

Siempre es un lujo ver a Terele Pávez y a Sancho Gracia, y por eso quizá esta calificación algo mediana. También por algunos momentos de mérito, como la caída en la bañera o la escena inmediatamente anterior, donde el administrador cuenta los avatares de su intensa labor de vigilancia. En cualquier caso, me ha parecido una película desaforada y sin medida.

Regular.

Vista para sentencia

Es interesante la visión del director. El proyecto tiene estilo y garra. No obstante, el guión falla como una escopeta de feria (cargado de situaciones inverosímiles que dan bastante vergüenza ajena por lo poco pensadas que están), los actores tampoco son una maravilla y a la película le falta cierta personalidad. Es como si "se dejara llevar" por el convencionalismo. Es una pena que España todavía no haya encontrado a su Quentin Tarantino. Alex es quien más se acerca, pero no llega.

Así que lo siento, pero aquí la nota no da para más.

Había leído alguna crítica positiva de esta película, pero tras verla ha resultado ser lo que es, cine español del de hoy, y con eso está todo dicho. Una gamberrada de película si lo miras con detenimiento, con algunas partes mejores que otras. Más gore de la cuenta, pero siendo de Alex de la Iglesia tenía que ser así. Hasta recurre en los diálogos al lenguaje vulgar y malsonante, como si por ello los diálogos ganaran fuerza o interés. Vamos a analizar un par de cosas:

- Lo del anciano muerto mientras veía la televisión. Es verdad que hoy en día muchos ancianos están muriendo solos (y ya en los tiempos de la película, que es del año 2000), en esto la película refleja una realidad social de lo mucho que nos preocupamos por nuestros ancianos, pero ¿qué sentido tiene que el cadáver momificado de Rogelio Cifuentes esté desnudo? Lo normal sería que estuviera vestido, o con un pijama, porque que yo sepa desnudo estás en la ducha, pero normalmente no te pones a ver la televisión en pelotas. ¿O el gato se comió la ropa?

- En otra escena ves a Carmen Maura con la parte de abajo de la chaqueta manchada de suciedad negra, y en la siguiente toma, por arte de magia, la chaqueta está limpia. Hay que cuidar un poco más la continuidad y esos detalles.

- Y la publicidad comercial que metieron. Sí, publicidad, de forma descarada. Con la excusa de que alguien enciende la tele, aprovechan para meter publicidad de "Vía Digital" (¿sólo porque participó en la realización de la película y se acordó así?). Lo mismo con el anuncio de "Don Limpio", usando una marca real en lugar de inventarse una. Y más: Diario El País, La Voz de Galicia (no se podían inventar un diario, tenían que ser reales), Vitalicio Seguros, Telefónica, Terra... ¿Tan mal andaban de presupuesto los productores de la película que hasta a eso recurren?

Regular nada más. Un 4. Será que no me gusta el cine español, pero para mí pagar por esto es tirar el dinero, casi mejor me pongo a ver "El robobo de la jojoya".