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El pasado

Drama Después de cuatro años de separación, Ahmad viaja de Teherán a París a petición de Marie, su esposa francesa, para resolver los trámites de su divorcio. Durante su estancia, descubre la conflictiva relación entre Marie y su hija. Sus esfuerzos para mejorar esa relación sacarán a flote un secreto del pasado. (FILMAFFINITY)
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Críticas 57
Críticas ordenadas por utilidad
20 de octubre de 2013
8 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una separación es una película intensa, melodramática, que plantea y desarrolla complejos dilemas morales con aparente simplicidad, pero sobre todo que fluye con naturalidad a pesar de contar con sus trucos en el guión y no se torna pesada. El pasado en cambio...

El pasado nos condena fue el título que se le dio en Latinoamérica a Monster's Ball la película que le dio el Oscar a una histriónica Halle Berry. En Le passé de Farhadi cambiemos a Halle Berry por una Bérénice Bejo (sobreactuada casi siempre) que al igual que la primera es incapaz de controlar sus nervios y explota por cualquier detalle y en este caso está condenada a vivir en el presente arañada de manera constante e incesante por las garras del pasado, de una vida previa irresuelta (le reaparece el marido cuando ya ha encontrado reemplazo para éste). Y esto se lee muy bonito; sin embargo, al verlo en pantalla en primer lugar aquella naturalidad y realismo -a lá Mike Leigh- que volvían a Una Separación una historia fluida e interesante aquí la hacen parecer un talk show crudo y polémico al estilo de los conducidos por Jerry Springer o por la infame Laura Bozzo, en el que el espectador es testigo de como se van revelando detalles morbosos -que de tan melodrámaticos se perciben telenovelescos, e irónicamente a pesar de contar con esta característica no le otorgan el suficiente peso dramático a la historia (el detalle de los emails es casi pueril)- de las vidas privadas de los miembros de una familia en medio de gritos, maltrato a los hijos, violencia en general por parte de una madre loquita que requiere de manera inmediata de terapia psicológica para su neurosis. Esto, quizás sólo por el morbo, podría sonar interesante y no obstante las situaciones en pantalla son tan elongadas y no llegan a ningún punto en particular que deje huella en el espectador por lo que pasan con más pena que gloria. Así es que esta película no sirve más que para ser un ejercicio más de Farhadi en cuanto a la expresión de su lenguaje fílmico que lo va encasillando en el género del melodrama familiar, no nos sorprendamos si muy pronto lo vemos realizando unitarios al estilo de Lo Que Callamos Las Mujeres.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Eric Packer
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3 de mayo de 2014
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La razón de la sinrazón que a mi razón se hace...
Blanco negro, blanco negro, negro blanco, blanco... Puede, quizás, tal vez... Sí no, no sí, sí sí... no... ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?... Probablemente... ¿Eh?... ¿¿¡¡¡?
Si pudiera ser que lo supiera no lo diría, y aun diciéndolo mentiría.
¿Por qué le dijiste lo del e-mail?, ¿eh?, el e-mail, yo no lo sabía, pero se lo dijiste de todos modos, ¿por qué lo crees?, no lo creo, me lo imagino, es que yo no lo sé realmente... Aparece la hija: yo fui la que mandé los e-mails, ¿eran varios entonces?, sí, pero la mujer que me respondió no era la que yo creía, era otra... Aparece la nueva pareja de la madre: ¿qué es eso de los e-mails?, no sé, tu deberías saberlo... Estamos en la tintorería y aparece la empleada: yo lo hice porque creía que tú sabías que ella me odiaba porque tú me mirabas y yo te miraba... Después de muchos lloros, enfados, discusiones y demás alborotos y sofocones, descubrimos que, en realidad, no eran los e-mails tan decisivos, o quizás sí, sino todo lo contrario en cualquier caso.
Hay varias formas: - se da un dato, el que sea (alguien se va a casar, por ejemplo), pasan diez minutos y asistimos a una conversación en la que se saca el tema como si nadie hubiese hablado de ello antes (¿ vas en serio con esa persona?, le pregunta a la mujer que acababa de decir que se iba a casar); - se da a entender algo y todos hacen como si no lo supieran (que la hija tuvo que ver de alguna manera con el suicidio), pasa media hora y el personaje dice lo obvio (que tuvo que ver ...) como si fuese algo sorprendente y novedoso; -se da una versión de un hecho, se da por bueno, llega otro y da otra versión, se da por buena, llega otro... y, finalmente, se vuelve a empezar de cero como si todo lo anterior no hubiese pasado. Aderezado todo ello con diálogos repetitivos, en el fondo autistas, recurrentes, obsesivos y neuróticos.
Ya pasó con la anterior película; el malentendido ya se dio; se supuso por aquel entonces que era un iraní de talento, un hombre de mirada compleja y profunda (como otros compatriotas suyos, como el gran Kiarostami), que venía a renovar el cine, era sencillo clasificarle, asumirle, era una pieza fácilmente codificable, se le podía poner en el pedestal como un gran representante del cine exótico y brillante (del que nada tiene que ver con el adocenado y demasiado condicionado por el dinero -el norteamericano, evidentemente), como un prohombre festivalero y simpático al que premiar y alabar. El público (el que va/mos a ver esas películas) y la crítica estuvieron de acuerdo, aplausos y qué bueno eres Farhadi. Por lo tanto, era lógico que repitiera la fórmula, que insistiera en lo que había funcionado. Y lo ha vuelto a hacer (es cierto que ha perdido algo: ya no sorprende -no es novedad- y esta vez no ilumina un aspecto oscuro -un divorcio en Irán), ha vuelto a demostrar lo que realmente es; que lo que él hace no es lo mismo que lo del resto, que es otra cosa, que es un titán en lo suyo, que es un fanático de su "idea", un verdadero creador, un director con una mirada propia y definitiva. Nos ha vuelto a regalar una montaña de palabras, un continente, una galaxia de sílabas y letras, nos ha avasallado y abrumado, nos las ha tirado encima como si de un diluvio infame se tratara, como una plaga bíblica, nos ha anegado con ferocidad y sin compasión. Este vendaval implacable ha aplastado cualquier atisbo de historia, cualquier vislumbre de personaje, vida o cine, ha arrasado con todo y no ha quedado nada; únicamente un océano abismal y abisal, dialogado y jeroglífico, un laberinto infinito. Han sido tantas palabras y tan contradictorias, que se han eliminado entre sí, han acabado muertas, sin poder cumplir la alta tarea para la que nacieron, convertidas en cero absoluto, en la falta total de comunicación, la nada perfecta.
Por supuesto que la vida es compleja, contradictoria, paradójica y está llena de matices, claroscuros, confusiones y dudas; es así, es bueno saberlo y que te lo muestren; lo que resulta inasumible es que todo tenga que ser en primer plano, que no haya elipsis ni trasfondo, que hasta la minucia más insignificante y banal se transforme en diálogo cansino y zoquete, que nada quede soterrado o sugerido, que no haya lugar para el sobreentendido y el relajo, que todo tenga que ser explicado una y otra vez, una... No puede ser y no es soportable.
Y aun con todo, tendría cierto sentido si hubiera sido una apuesta extrema y radical, una denostación o cuestionamiento de la realidad; la puesta en la picota del supuesto valor del diálogo (su bondad se tiene por tópico incuestionable) y de la relativa utilidad de las palabras, o simplemente la plasmación de la levedad y falta de sustancia de todo y todos, de cómo nos escondemos tras las palabras, nos refugiamos e intentamos a través de ellas justificar o enmascarar nuestros egoísmos y miserias; hubiera sido lícito, también, hacer algo a lo Rohmer (traspasado por su visión personal e intransferible), vale, bien, eso sí. Pero esto no, esta avalancha verbal es insostenible si además le das forma de melodrama desatado, sin medida ni sentido común, preñado de momentos estrepitosos: suicidios, embarazos, infidelidades, divorcios, culpas, venganzas, gritos, depresiones, confesiones, interrogatorios... Eso es... un engendro ignominioso, una tortura y un martirio; un ejercicio de sadismo que no es bueno ni sano, que agota, cabrea y anonada.
Y el malentendido continúa, y seguirán las palmadas en los hombros y los premios. O quizás no. Ya veremos.
Ferdydurke
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14 de septiembre de 2016
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras hacerse un nombre con su anterior trabajo “Nader y Simin, una separación” (2011), Globo de Oro y Oscar mediante, Asghar Farhadi toma asilo cinematografico en Francia. Eso si, el cambio de residencia no le ha servido para renovar ideas ya que sigue dando la impresión de tener un solo tema entre ceja y ceja, los divorcios. Su ultimo trabajo, que atiende al título de “El pasado”, también se articula en base a una separación legal y siendo honesto, quizás terriblemente honesto, solo puedo decir que es una de las cintas que más frio me ha dejado últimamente.
En “El pasado”, Asghar Farhadi monta un culebrón venezolano de tres pistas que me ha dejado patidifuso. Dos horas en las que asistes al enfrentamiento entre el personaje de Bérénice Bejo y sus dos familias, la pasada y la futura. Una retahíla de personajes que se van dejando atrapar por una inmensa tela de araña que no deja de crecer en ningún momento del metraje. Pero lo malo del asunto es que yo, como espectador, en ningún momento me deje atrapar por dicha red, y así es muy difícil. “El pasado” esta llena de: diálogos que no llevan a ninguna parte, una quietud narrativa descomunal, escenarios grises y melancólicos,... Vamos, que todo me invitó a quedarme plastificado en la butaca esperando a ver si llegaban los papeles de mi divorcio de Asghar Farhadi. Y no solo ya en ningún momento conecté con la historia ni con los personajes, sino que el conjunto no me transmitió nada en absoluto. Bueno, una cosa sí que me transmitió, pereza.
Hablando en plata, lo más destacable de “El pasado” son los niños que habitan la historia. Sus momentos en pantalla son los únicos que trasmiten sinceridad y honestitud, a lo que supongo que Asghar Farhadi quería llegar con su film. Y de todos los críos, quisiera destacar el personaje de Lucie, magníficamente interpretado por Pauline Burlet. Cada plano en el que aparece se come al resto de actores, me dejaba pegado a la pantalla.
Al final te das cuenta de que Asghar Farhadi ha montado demasiado tinglado para llegar a una moraleja tan sencilla y manida como la que Woody Allen resumió a la perfección en una sola frase: “Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida”. Es gracioso cuando, casi al final de la película, el personaje de Bérénice Bejo dice que no quiere preocuparse más por el pasado, y yo pensé: ¡chata, llevas casi dos horas no haciendo otra cosa que marear la perdiz con el pasado, menos mal que por lo menos has llegado a esa conclusión! En fin, “El pasado” es un film que en conjunto no me ha convencido nada, ¿será posible que Asghar Farhadi se este disolviendo como una aspirina?, ¿o es que nunca llego a ser nada?...
Isaac Paskual
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17 de abril de 2014
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es fácil volver a hacer una película de la talla de Una separación. Quizá influya en mi valoración de esta el tener todavía tan reciente la otra. Quizá de este modo sea casi inevitable percibir la diferencia entre una intensidad que fluye y una intensidad casi forzada, entre personajes creíbles de principio a fin y personajes que interpretan su papel como si el papel los inmovilizara, entre situaciones que se van encadenando con tensa espontaneidad y situaciones como calzadas una a continuación de otra, manipuladoras de las emociones del espectador. A ratos he tenido la sensación de que Farhadi, más que dejar su sello, se ha plagiado a sí mismo. Sin inteligencia. Lo que en aquella cinta genial eran preguntas sin respuesta que el espectador abrazaba con gusto, en esta son preguntas que, de tanto no tener respuesta, acaban resultando angustiosamente inquietantes sin objeto alguno.
Pero aun sin compararla con su predecesora ni con ninguna otra, en sí misma, me resultó asfixiante. Los planteamientos son en muchos momentos pueriles, lo cual deja sin credibilidad a la narración penosamente sombría de cuanto ocurre. El exceso de dramatismo se ha comido la película. Qué personajes tan tristes, todos..., tan permanente tristes, siempre, sin tregua. Este no es el relato de la neurosis y la depresión; es una película depresiva... No realista, ni trágica, simplemente depresiva. Igual era esto lo que Farhadi pretendía. Entonces tengo que decir que lo ha conseguido sobradamente. Todo está inundado de tal desesperanza
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Azabache
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3 de octubre de 2019
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Farhadi está jugando a ser Kieslowski, pero Kieslowski solamente ha habido uno y no habrá un segundo director de tal categoría, aunque la crítica te diga que no hay nada mejor que él.

Este hombre intenta jugar con dilemas y planteamientos morales, llevados de la manera más infantil y fácil que uno se puede imaginar, porque de la manera que va planteando las cosas, todo es posible.

Utiliza una técnica que le sirvió en su premiada película internacional y esto lo he visto en “El pasado” y en “Todos los saben” dos películas muy tediosas y aburridas, porque sus planteamientos son ilógicosy fáciles, son problemas unidos en cadena y no consecuentes uno del otro. Tal como plantea los problemas y como evolucionan sus historias, todo es posible en sus películas.

Nader y Simin, me gustó pero no me pareció para tanto, y esa técnica que le funcionó en aquella película, la sigue utilizando en las posteriores, rizando el rizo y más rizado, pero la crítica lo aplaude y a todos les impresiona.

Es posible que el niño escriba el mail de la madre, de las esposa y de la tía que un día llamó por teléfono y cogió la tía del otro que estaba escondido en la casa de madera que su padre había construído.
Conclusión, el ser humano es malo.

Es que este tío es mal director, de verdad, que no me apetece ver nada más de él, ya voy por tres de sus películas y todas son iguales.

Este tío pretende ser un Haneke, Kieslowski o un Kubrick, pero ellos nunca pretendieron buscar la fama, ésta les llegó, sin embargo Farhadi busca un hueco muy grande en la crítica internacional y en la historia del cine.

Lo siento, me ha aburrido la historia y dirección, se salvan las actuaciones.
manuel
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