Las normas de la casa de la sidra

La película es un cuento sencillo, de superación, de cambio, de varias vertientes del amor, de soledad y primeros sentimientos que me enganchó. Si a lo dicho le unimos la banda sonora que Rachel Portman compuso desde los cielos y a un Michael Kane que se come literalmente la pantalla, sólo queda disfrutar de un relato sencillo acerca de, entre otras cosas, la soledad del alma. Indispensable.

Todavía no puedo quitarme ese nudo en la garganta que me dejó esta película, consiguió mantenerme atento a la pantalla sin respirar y que llorara, llorara y llorara...Es preciosa, una obra maestra, magistral, espléndida. Todos estos calificativos son pequeños para la grandeza de la película. Su sencillez, su humanidad, su claridad con que ve la vida, hacen de ella una película única y esplendorosa. Es un reflejo de la humanidad, un reflejo de la vida, es como la vida misma. Su juego con las imágenes es realmente extraordinario. Su guión es evocador y tierno. Su música extraordinariamente grandiosa. Su fotografía brillante y colorida. Magnífica ambientación. El elenco actoral hace un trabajo maravilloso, desde los niños hasta el gran Michael Caine(Estupendo y Brillante). Quizás repito demasiados adjetivos, pero es que no tengo palabras para definir esta película, porque es...Por favor tenéis que verla, os lo pido, es una grandeza de película.

Las normas de la casa de la sidra es una película con la palabra Oscar grabada a fuego en cada uno de sus fotogramas.
Y qué duda cabe de que es justo. Al igual que otras cintas de su momento como El paciente inglés, por ejemplo, es ejemplo de un cine que ya no se hace. Un cine perfecto en todos sus departamentos técnicos (atención a la música, su dirección artística, su montaje), pero sobre todo un cine lleno de emoción, de historias trágicas (el personaje de Delroy Lindo y su hija), de melodramatismo bien entendido, de amor de ese que sobrepasa todo lo imaginable. En definitiva, un cine lleno de alma, preciosista, hermosa y elegantemente rodado, en este caso por Hallstrom. Eso es lo que es Las normas de la casa de la sidra. Una película casi perfecta, cruda y terrible, pero llena de esperanza a final. Y cómo olvidar la presencia de un Michael Caine que jamás ha estado mejor ni más emocionante, de Tobey Maguire y Charlize Theron como esa pareja tan bonita, de Delroy Lindo en un personaje tan difícil como el que tiene o incluso de Paul Rudd antes de que se dedicara a comedias tontorronas.
Para recordar siempre.

Lo mejor: Prácticamente todo.
Lo peor: Es un poco larga y eso repercute en el ritmo, sobre todo en su tercio final.

Basada en la novela de John Irving. Lasse Hallström, autor de películas como Mi vida como un perro, ¿A quién ama Gilbert Grape? o Algo de que hablar, nos brinda esta película donde nos cautiva con unas imágenes soberbias y un guión muy correcto. Otros directores emprendieron el proyecto de realizar está película, como Ang Lee o Michael Winterbottom, pero lo abandonaron debido a discrepancias con el autor de la novela.
El papel de Tobey Maguire fue originalmente propuesto a Leonardo DiCaprio.
La película fue presentada en el Festival de Cine de Venecia 1999 y ganó el Globo de Oro al mejor guión. Consiguió siete candidaturas al Oscar.

Adaptando su propia novela, Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra, fue que el literato John Irving se hizo con el óscar en la categoría correspondiente; y, acaso como un recalcitrante lector de Dickens, ambienta su historia en un establecimiento de caridad y pone en boca de sus protagonistas fragmentos de la obra del magnífico inglés de Portmouth.
Es otro inglés, el inefable Michael Caine, de Londres, que acaba de publicar su primer libro, el alma de LAS NORMAS DE LA CASA DE LA SIDRA, hasta el punto de que la frase que da nombre a la novela, dicha por otro, parece una profanación.
Bien las ayudantas del centro, Kathy Baker, que se dejó cortar el pelo por Eduardo Manostijeras, y Jane Alexander, el apoyo vecinal de Dustin Hoffman en Kramer contra Kramer. Los insípidos Charlize Theron y Tobey Maguire..., insípidos, y correcto, sin más, Delroy Lindo, empeñado en orientar a todo el mundo hacia su negocio.
Una más que agradable película, LAS NORMAS DE LA CASA DE LA SIDRA. Una más que agradable película con un doctor adicto que causa adicción y un Homero que, como aquel otro más antiguo, vino a descansar algunas veces.