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El buscavidas

Drama Eddie Felson (Newman) es un joven arrogante y amoral que frecuenta con éxito las salas de billar. Decidido a ser proclamado el mejor, busca al Gordo de Minnesota (Gleason), un legendario campeón de billar. Cuando, por fin, consigue enfrentarse con él, su falta de seguridad le hace fracasar. El amor de una solitaria mujer (Laurie) podría ayudarlo a abandonar esa clase de vida, pero Eddie no descansará hasta vencer al campeón sin ... [+]
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Críticas 128
Críticas ordenadas por utilidad
24 de abril de 2008
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra de arte dirigida por Robert Rossen que nos cuenta la historia del relámpago Eddie Felson, un joven buscavidas que, taco en mano, recorre los bares y salas de billar en busca de primos dispuestos a regalarle dólares. Su inigualable talento le lleva a ir en busca del gordo de Minessota, sólo venciéndole podrá ser reconocido como el mejor.

Hasta ahí la sinopsis, pero decir eso de "El buscavidas" es no decir nada. Este film, sobrio en su fachada y técnicamente maravilloso, con una fotografía y escenografía que bien se merecieron el oscar, una banda sonora que convierte en poesía el sonido de las bolas de billar y con una interpretación magistral, llena de muecas y miradas que lo dicen todo sin pronunciar una palabra, esas miradas que tanto anhelamos en el cine contemporáneo.

Sin embargo, esto no es más que un envoltorio dorado para aquello que la hace realmente grande, su esencia. Es la historia de un perdedor, es una historia de amor unida por "un contrato de mutua tristeza", es la historia de un hombre que aprende a ganar. Es una lucha entre el talento y la crueldad del sueño americano, es una disputa entre el orgullo y la astucia, una batalla entre amor y los sueños, una guerra entre la ilusión de alcanzar la cima y la resignación de aquel que conoce el alto precio de la victoria. Un pulso entre la avaricia y la nobleza, nobleza paradójicamente ilustrada en la pillería. Es un canto a la melancolía, al whisky como escudo, al romanticismo como bandera. Un collage de sentimientos pegados con lágrimas sobre la más dura de las cartulinas, la vida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
artacho
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3 de mayo de 2008
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta bien podría ser la historia del jóven americano en busca de su destino. O el relato de la deconstrucción del sueño americano. También podríamos estar ante la típica película de perdedores, borrachos, fracasados y chaperos varios de la vida. O un film de deportes al uso. Pero "El buscavidas" es mucho más que todo esto, algo superior a la suma de sus partes.

La historia de Eddie "Relámpago" Felson es la constante búsqueda de una identidad ausente a través del juego. Un maravilloso decálogo de profundización emocional en los personajes y sus ambiciones y, sobre todo, una soberbia reflexión del concepto de fracaso. Me sorprendió mucho el poco valor que dan todos los personajes a la victoria. Ganan y ganan como si no pasara nada, no les basta con vencer al contrario. Algo inquietante que siempre ronda en toda la historia y que muestra la complejidad de los protagonistas.

Hay dos ejes principales en toda la trama. La necesesidad de autoafirmación personal del protagonista a través del juego y la relación de amor con Sarah Packard, un personaje tan perdido como el propio protagonista. Eddie Felson desea superarse a sí mismo intentando batir a el Gordo de Minnesota y, aunque es notablemente mejor en el juego que él, su falta de seguridad le hace vulnerable, algo que aprovecha su contrincante. Hay una escena maravillosa en la película en la que el Gordo se acicala para intentar recuperar fuerzas en una partida de billar interminable mientras "Relámpago" Felson intenta sobreponerse a su impertinente borrachera. La actitud es tan importante como el talento es una de las grandes lecciones de "El buscavidas" sin lugar a dudas.

Si hay un personaje pérfido ese es el del ojeador Bert Gordon, magníficamente interpretado por George C. Scott. Un ser absolutamente amoral que se gana la vida valiéndose del talento de los demás. Tan maquiavélico como el poder del dinero que ostenta. Por otra parte el personaje de Sarah Packard encarna la conciencia del protagonista, la moral del jugador leal a las reglas del juego. Y, finalmente, el Gordo de Minnesota es el estímulo del protagonista que le hace superarse. Un contrincante que, a pesar de su apariencia hostil, es un jugador limpio y amante de la ética del jugador y, sobre todo, exquisitamente elegante.

"El buscavidas" es una película obligatoria no sólo para comprender la historia del cine, sino para maravillarse con su soberbia reflexión sobre el concepto de triunfo y la necesidad de fracasar en una sociedad hambrienta de héroes que no da segundas oportunidades.
RagingSergio
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7 de mayo de 2010
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En El buscavidas no hay héroes, solo hay un hombre que busca la muerte. Su sombra se aferra al fracaso, fabricándose una frustración propia para poder compadecerse de ella. ¡Qué sórdido placer es sentir compasión de uno mismo! "El chico del billar" se sumerge en un proceso autodestructivo a cambio del mayor motivo de complacencia en este mundo: mirar fijamente a los corrosivos ojos del éxito, para después escupir sobre su trono impoluto. El rechazo del triunfo es el mejor orgasmo que puede alcanzar un hombre. ¡Qué mayor triunfo que tener la victoria ya en nuestras manos y arrojarla de nosotros con desprecio!

Pero la autocompasión no es más que un signo de debilidad y mediocridad que puede desembocar en el "fracaso supremo": el suicidio. Esto es lo que ocurre con el personaje que interpreta Piper Laurie; harta de ser apaleada por la vida no es capaz de enfrentarse a ella y tratar de escapar del espeso lodo en que se encuentra inmersa; al contrario, decide optar por el frívolo suicidio en un arrebato de rabioso despecho. Esta muerte servirá a Eddie Felson - Paul Newman - para realizarse y vencer su fragilidad inicial; fortalece su carácter y abandona su mirada cargada de derrota, para tratar cara a cara sus problemas y superar los obstáculos con que tropieza en el camino. Ya no hay lugar en el personaje para la autocompasión; se ha desecho de su trágica expresión de hombre sin suerte, para "golpear" a la vida con la misma dureza con que golpea las bolas de billar.

El buscavidas es una atmósfera muerta. Colores ásperos y aromas grises inundan la pantalla; no hay canciones, ni risas, ni agua. El aire es un hombre ahogado por la monotonía y su tumba el triste cuarto donde Eddie Felson y su amante lloran la vida. El alcohol es un bálsamo de piedra donde ocultan su rendición. Solo una máquina de escribir vomita la verdad que no quiere oírse. En el exterior, se respira el aire puro que sale de los tubos de escape. La violencia en la ciudad no es más que un gracioso lunar en el paraíso. ¡Nada es comparable a los llantos de una habitación muerta!

En el celuloide se oyen los aullidos de la noche herida; los marginados, los desgraciados, aquellos que ni siquiera han podido gozar de la vigilia del "sueño americano", son retratados en su amarga pesadilla. Entre el incansable humo y los cigarrillos pisoteados se escuchan los alaridos de los enfermos. Una inquietud desolada escapa entre las botellas de whisky y las copas olvidadas. El acero invade la pantalla, la cubre de eterna tristeza. Puede que Robert Rossen tampoco encontrara la forma de olvidar que diez años antes había delatado a sus antiguos compañeros del Partido Comunista. Tal vez sea El buscavidas la magistral obra póstuma de un ex-boxeador muerto.
jamago1978
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1 de agosto de 2009
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las películas que mejor y más fríamente describe la lucha interna en que se debate su protagonista, con caída, miseria y resurrección del ídolo incluida (aunque a un precio demasiado alto...). Una historia de ambición desmedida, de amor no correspondido. Un amargo retrato de la soledad, con entrañables perdedores, insolentes mánagers corruptos, elegantes mesas de billar, dinero, tabaco y mucho whisky. JTS Brown, por supuesto. Como dice el propio Eddie "Relámpago" Felson -impresionante Paul Newman- durante su primera confrontación con el Gordo de Minnesota (un impecable Jackie Gleason): "JTS Brown. Sin hielo y sin vaso". Ahí queda eso.

Desde la primera hasta la última escena asistimos a todo un recital interpretativo por parte de un Paul Newman que se encarga de explotar hasta la saciedad esa mirada suya tan característica que tanta fama le daría (y con la que tantas mujeres caerían rendidas a sus pies); una impresionante Piper Laurie en un personaje que se adivina trágico desde el mismo momento en que entra en escena; y un perverso y ruin manipulador George C. Scott, en uno de los mejores papeles secundarios que recuerde.

Absolutamente recomendable. Para mí, una de las mejores interpretaciones, si no la mejor, en la interesante filmografía de Paul "Ojos Azules" Newman. Por cierto, excelente fotografía (y no es comentario baladí). No hay que ser muy entendido en la materia, que no lo soy, para darse cuenta de que esa forma de iluminar la escena entre el humo del tabaco, esos planos del salón de billar con la luz de las lámparas cayendo en perpendicular sobre el tapiz de las mesas... Todo eso hay que saber hacerlo muy bien para que el resultado acabe teniendo esa prodigiosa gama de tonos grises que posee la película. Su artífice y ganador del Oscar en 1962 en el apartado de Mejor Fotografía en B/N, Eugen Schüfftan, fue la misma persona que en 1927 pondría luces y sombras a otra gran película de género: Metrópolis, de Fritz Lang. Clásico entre clásicos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kinetoscope
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23 de febrero de 2010
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de culto, no sólo por abordar con gran maestría el tema de los ganadores y los perdedores, sino por ofrecer una imagen y representación seria del mundo del billar.

Paul Newman en uno de sus papeles estelares, interpreta al inolvidable Eddie Felson "El Rápido", un buscavidas de alto standing y uno de los mejores jugadores de billar de EEUU, en su deseo de derrotar al "Gordo de Minnesota" (interpretado de forma magistral Jackie Gleason). Durante el filme se aborda el tema de la razón y lógica obvias necesarias para poder triunfar en la vida, y la superación de la mentalidad del perdedor. Sólo así el talento se transforma en una máquina de ganar dinero.

La cinta mezcla elementos de amor y odio, de compasión y miedo, a través de la relación que Eddie mantiene con Sarah Packard (Piper Laurie), otra perdedora de la sociedad, si bien su deseo de superar sus males y reintegrarse en la sociedad hacen dudar a Eddie entre ella y los vicios del juego, entre la vida sencilla y el dinero rápido obtenido con el billar. Ganar dinero implica frialdad y capacidad paa deshacerse de lo humano, de lo prescindible. Sólo así se triunfa plenamente.

Técnicamente la película es impecable. A las geniales interpretaciones y su completo guión se suma el excelente planteamiento técnico del juego de billar, que contó con el asesoramiento del nada más ni menos que Willie Mosconi, quién ejecutó personalmente las jugadas más comprometidas. Tanto Newman como Gleason ejecutan con gran genialidad todos los golpes, la posición del cuerpo, de los brazos, la forma de coger el taco, el limado, el canto de las jugadas, la actitud durante las partidas, etc. Una genialidad en toda regla. Pocas películas de este ámbito pueden presumir de una ejecución tan correcta. Es única en su género.

La fotografía en blanco y negro es idónea para representar los típicos tugurios de billar, el alcohol y las peleas, la mafia que rodea tales locales, las personas de poder y las redes que controlan. Una persona es capaz de controlar tu vida y echarte del juego. El dinero lo es todo, te pueden matar hasta por unos simples dólares.

Una joya de Robert Rossen y del cine en general. Absolutamente imprescindible.
Dumpcore
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