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Toma el dinero y corre

Comedia Una serie de entrevistas, con quienes lo conocieron, nos introduce en la vida del incompetente atracador Virgil Starkwell, que desde el principio estuvo abocado a la delincuencia: durante su infancia vivió sometido y humillado por los chicos más fuertes, y cuando descubrió que su carrera musical no tenía futuro, a Virgil no le quedó más remedio que robar, pero su escaso talento pronto lo conduciría a la cárcel. (FILMAFFINITY)
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Críticas 80
Críticas ordenadas por utilidad
29 de enero de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como si de un especial de Nochevieja de Martes y Trece o Cruz y Raya se tratase, esta película de Woody Allen es una sucesión de gags, situaciones absurdas y humor surrealista protagonizada por el propio director. Y ya quisieran algunos humoristas de renombre hacerme reír la mitad de lo que me reí viéndola.

Centrada en la desastrosa carrera como atracador de bancos de Virgil Starkwell, un inepto delincuente de poca monta que tan pronto intenta robar un banco haciendo uso de una nota manuscrita en una escena descacharrante, como intenta desplumar, sin saberlo, a un policía.

Sin la habitual temática recurrente en sus películas, simplemente intentando y, lo más difícil, consiguiendo, que el público se lo pase a rabiar, el gran director neoyorquino consigue realizar una de sus más divertidas cintas.
McYebra
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20 de junio de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El comienzo oficial de Woody Allen como director de cine es esta comedia disparatada.
Con la apariencia de falso documental, que tan notable éxito le reparó en "Zelig", Allen aprovecha sobradamente un presupuesto escasísimo desarrollando un irregular relato lleno de gag fantásticos la mayoría y algunos fallidos. El metraje ajustado ayuda a que la sensación global sea satisfactoria.
Lo peor, sin duda, la anodina, aunque bella, Janet Margolin.
El mejor gag, impagable, simular un atraco con un rodaje de cine.
waldeker
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21 de agosto de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corre a verla si puedes.
Una película divertidísima. Tanto por lo que pasa como por lo que dice. El hombre de las gafas sufrirá una alocada serie de aventuras en el transcurso cotidiano de su vida. Muy bien hecha y muy bien interpretada. Muy recomendable.
Moisés_Garrido
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30 de septiembre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre lo cómico y lo trágico -pero siempre tierno e íntimo- un original W. Allen comenzó a llenar las pantallas de medio mundo cuando estaban a punto de despedirse los sesenta.
Terminaba una revolución pero comenzaba otra.
La del cine.
Bajo la aparente ingenuidad de una propuesta sencilla, el desmadejamiento y la falta de desenvoltura, emergía la fuerza la formidable de un talento en ciernes.
La película rezuma frescura, carece de complejos conceptuales y formales presenta la lozanía de la desinhibición y un sentido del humor que cautiva por su creatividad y desparpajo.
Más parece la obra de un experto que la de un director novel.
ABSENTA
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16 de enero de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Woody Allen dirige esta película tiene 33 años y era ¡la primera que dirigía! Hoy, Allen cumplirá en breve los 80, con otras tantas pelis como mínimo (muy prolífico), y es ya un icono de la cinematografía y uno de los profesionales más influyentes y respetados en esta industria-arte.
Esta película es para mí directa heredera del cine mudo, de los Buster Keaton, Charles Chaplin, Laurel y Hardy, Harold Lloyd, y no digamos de los Hermanos Marx, que unen los modos característicos del cine cómico de la era muda, con los nuevos descubrimientos de la comedia sonora con películas como “Sopa de gansos” (1933), que incorpora el absurdo a la comedia, mostrando las huellas del surrealismo y dadaísmo. Y me recuera también y mucho a otro surrealista algo posterior, francés, el gran Jacques Tati con películas tan geniales como “Día de fiesta” (“Jour de fête”) de 1947; “Las vacaciones del Sr. Hulot” (“Les vacances de M. Hulot”), 1953; o “Mi tío” (“Mon oncle”) de 1958 por mencionar algunas. Además, hay escenas, como cuando Virgil asalta un Banco con un papel en mano donde se especifican las intenciones de su acción y cuyo escrito discuten el cajero de la entidad, el Director, etc., que son tan surrealistas como tantas escenas que he visto en Buñuel, nuestro gran cineasta a quien Allen admira, y entonces aseguraría que hay también Buñuel en esta obra.
Sea como fuere, estoy convencido de que Allen sin estos precedentes que apunto no habría existido como tal pues, como es sabido, la ciencia y el arte son fruto de una larga evolución histórica en la que unos van sentando las bases a los que les siguen. Y Woody Allen es un hijo, sobre todo en este 1969 de la peli que comentamos aquí (por cierto, año en el que Jacques Tati dirige su genial y quizá última película: “Tráfico”), de todos cuantos menciono, y de muchos más, por supuesto, incluyendo a los Jerry Lewis y otros más contemporáneos. Ahora bien, como verá quien disfrute de esta obra, a pesar de la influencia del cine mudo que hace que en algunas escenas no hagan falta ni diálogos, Allen para nada arrincona la palabra, todo lo contrario: ¡obvio!
La película tiene un potente comienzo cargado de chistes, escenas archicómicas, chisporroteos humorísticos, un ritmo ágil y situaciones disparatadas, lo que para un novel en esos entonces, choca un tanto. El film busca la risa y ciertamente la encuentra (como luego diré, un tanto deslavazadamente).
Está dirigida e interpretada por Woody Allen, con un guión del propio Allen junto Mickey Rose (su amigo de la infancia), excelente música de Marvin Hamlisch y una buena fotografía de Lester Shorr. Y sobre todo un gran montaje de Ralph Rosenblum, que será su operador de montaje durante años. Este montador es un personaje central al que recurrió el inexperto director para darle sentido al largo metraje; según Allen, Rosenblum salvó la película (incluso modificó un terrible final donde el protagonista habría de caer acribillado a balazos por la policía). En fin, en esta cinta ya están las que serían constantes posteriores de la obra de Allen: la crítica a la familia opresiva, el judaísmo (en la figura del rabino), la política (Nixon), los banqueros (su obsesión por el robo de Bancos tan presente en su filmografía), la institución matrimonial, los paseos por Central Park, la música ragtime y ¡cómo no! el psiquiatra-psicoanalista: “En relación a las mujeres, el psiquiatra de la cárcel me preguntó si había estado con alguna, y dije que no. Me preguntó si el sexo me parecía sucio, y contesté que solo si se hace bien”.
En el reparto, junto a un Allen genial figuran Janet Margolin (joven adorable), Marcel Hillaire, Lacqueline Hyde, Jan Merlin o Lonny Chapman entre otros que hacen un equipo de actores geniales y cómicos.
Esta película es una loca y delirante historia realizada, como también antes apuntaba, en forma de sketches que narran las aventuras pero sobre todo las desventuras de del pobre Virgil Starkwell. La cinta es una manifestación del natural talento para el humor de este genial director, actor, escritor y músico de Nueva York. Ya en aquel entonces y según cuentan las crónicas, Allen triunfaba en los teatros neoyorquinos con sus geniales monólogos que, obviamente, él mismo escribía. Y además, como es sabido, Allen es un personaje de vasta cultura, con un conocimiento cabal de la filosofía, el psicoanálisis, la literatura, el arte, la música y la ¡medicina! (pues es un gran hipocondríaco como también sabemos y él no esconde), etc.
Pero la peli, aunque se lo perdonemos, tiene una seria limitación, y esta fue, según pensé al día siguiente, la que hizo que al verla me aburriera un poco. Es la siguiente: el film es una a veces torpe sucesión de sketches, gags, parodias y chistes (muchos al parecer improvisados), todo lo cual carece de un hilo conductor eficiente. Esto afecta notablemente al ritmo y a la trama, lo que desvela un realizador novato.
En definitiva, una “mediocre-genial” película que se realizó al parecer con escasos recursos dinerarios (un millón de dólares he leído en un documento) y medios limitados. Pero al parecer estas limitaciones fueron compensadas sobradamente por el entusiasmo de un Allen probablemente sabedor de que era esta su ópera prima, y la firme mano de su montador Rosenblum. Así, salvando esta vital ayuda, su estreno en el cine lo hace a pecho descubierto, con una cinta realizada entre amigos, casi artesanalmente. Y de esta forma, contra todo pronóstico, contra todas las inclemencias de la precariedad, Allen logra acometer con éxito su película. El resultado es una comedia fresca, incluso naif, surrealista en muchas ocasiones y de un humor desbordante. Y es que Allen es Allen, incluso cuando era un joven novato.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kikivall
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