Lincoln

He visto pocas películas históricas con una puesta en escena comparable a ésta. Para que el espectador pueda sentirse dentro de la Casa Blanca, del Congreso de los Estados Unidos, o pasar por campos de batalla reales, sembrados de cadáveres, se requiere un trabajo previo muy serio y un talento formidable. Steven Spielberg muestra su rigor en la producción y su talento en la dirección.

Igualmente acierta la película en todo su reparto y caracterización. Con estos tres triunfos, la magia del cine funciona al 100% y augura ya que esta obra permanecerá como un clásico.

El argumento es una auténtica epopeya, más auténtica que las que se basan en la acción y en las convenciones de buenos y malos. Para conseguir la abolición de la esclavitud, el héroe no libra batallas ni utiliza la arenga sino que recurre a los medios prosaicos y constitucionales a su alcance; y, además, debe hacerlo frente a gran parte de la sociedad, que se siente perjudicada o piensa que todavía no ha llegado el momenteo de dicha reforma.

Este dilema entre lo correcto y lo políticamente conveniente se traslada con eficacia al espectador y, a mi modo de ver, da un valor de universalidad a la película. Al igual que la abolición de la esclavitud, las grandes propuestas de progreso siempre se han enfrentado a dos fuerzas, perfectamente retratadas en este film: la de los grupos de intereses que se ven perjudicados y la de los que dicen estar de acuerdo con el cambio pero creen que es prematuro.

Es evidente que tal planteamiento de película no permite un retrato humano más contrastado de su protagonista. Lincoln es tratado en modo hagiográfico, una forma que irrita a muchos buenos aficionados al cine. No obstante, la magnífica interpretación de Daniel Day-Lewis, carente de todo histrionismo, contrarresta este peligro.

Me parece que ya lo he dicho todo en el título de mi crítica. Daniel Day-Lewis está magnífico en su papel como el presidente Lincoln y el Oscar por su interpretación sin duda es merecidísimo. De hecho, todos los actores/actrices que intervienen en la película están estupendos, y también las localizaciones, el vestuario o la ambientación son notables. Pero… incluso cuando estudié los hechos que narran la película me aburrí menos en clase escuchando al profe que viendo “Lincoln”. Y no es sólo porque sea larga ( que lo es), ya estaba mirando el reloj antes de llegar a los 60 minutos. Por eso no puedo considerarla una buena película a pesar de todo lo bueno que contiene.

La película está muy bien. Spilberg nos ha dado otra gran película. Sin embargo, no me pareció tan "la última ópera magna del director". Explicaré muchos fallos que vi.

Por un lado, Lincoln. Un personaje muy potente y el actor lo hace genial. Sin embargo, no me pareció una actuación digna de óscar por el sentido de que es todo el rato igual. Lo hace genial, pero sólo es Lincoln recitando anécdotas y siendo amable. Para una actuación de óscar, pido más matices de personaje, más cambios, más registros. Eso sí, una increíble capacidad de memorizar esos monólogos que se suelta el actor sin cortar de cámara, de casi 7 minutos.

La caracterización y ambientación, excelente. Eso es de 10.

Sin embargo, es lenta, muy lenta. Un ritmo muy pausado y demasiado tiempo para lo que quiere decir. Además, hay demasiadas subtramas. Me habría gustado más que se centrara sólo en Lincoln, o sólo en la guerra, o sólo en las votaciones. Sin embargo, trató todos estos temas y despistó muchísimo y alargó la película.

Lo peor que me pareció es lo exajeradamente localista que es. Al principio es un lío, pues como no estadounidense, no sé quién es quién, cómo funciona el congreso allí... dicen que un tío es de Indiana y te pierdes mucho porque no sabes que papel jugó Indiana en al guerra.

Eso sí, una película muy fiel y sólida con un personaje muy potente.

Daniel Day-Lewis es un gran actor. Un actorazo. Uno de los mejores actualmente, si no el mejor. Es tan bueno, que hasta los premios de la Academia se derriten cuando actúa. Y no es para menos, porque ya hace más de veinte años que se salió con Mi pie izquierdo, luego como El último mohicano, luego con el nombre de su padre, y con las movidas de Irlanda del Norte… así con unas cuantas. No demasiadas, porque no anda necesitado, pero cada vez que sale en pantalla es sinónimo de que te vas a creer al personaje.

Eso es justo lo que pasa con Lincoln. Sólo su presencia ya es razón suficiente para ver la película. Su presencia y, dirían muchos, la mano de Steven Spielberg en una gran producción, claro. Pues sí, pero no. El judío no nos falla en la puesta en escena, ya que la película es impecable desde el punto de vista visual (no todos mean bien con buena picha), pero por mucha admiración que se tenga a Lincoln, por mucho respeto que haya que profesarle al personaje histórico allá en los Estados Unidos, no hay que pasarse en la sobriedad. Y sí, esto es demasiado sobrio. Y demasiado denso. Es puro politiqueo que, por momentos, recuerda a las pataletas e intrigas de la política actual, que si sí, que si no, que si tal vez si yo hago o deshago.

Lincoln va a quedar como un producto para atrevidos o expertos en la materia, para curiosos en el tema, o para fans irredentos de Daniel Day. A lo de antes, su interpretación del famoso presidente se recordará largamente, e incluso puede que le suponga el tercer Oscar, pero por mucho vestuario, mucha decoración y muchos actores que haya en una película, no sirve para que ésta se gradúe con méritos en la Academia. Otra cosa será el reconocimiento ese tan patriótico que brindan los americanos a las americanadas. Ésta lo es mucho, y también será mucho el debate sobre la fidelidad histórica acerca del personaje al que, recordemos, mataron tildando de tirano. ¿Cuántas cosas que no se dicen? Venga, Steven, a por otra estatuilla.

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Me ha parecido una tema interesante, las interpretaciones son fantásticas, sobre todo el protagonista Daniel Day Lewis, con un carisma y un aplomo impresionantes en el papel de Lincoln, además debo elogiar la ambientación que es magistral. El problema es que aunque Steven Spielberg haga películas para que las pueda entender todo el mundo, pues hay numerosos matices que se pierden entre tanto diálogo. Supongo que si en lugar de español fuera norteamericano hubiera disfrutado más de este largometraje, la película se pierde en muchas ocasiones entre divagaciones y palabrerías varias de los actores. En exceso densa para un público que tiene que ponerse en la piel de una época y un país que no conoce ni entiende demasiado bien. Supongo que es una de esas películas que se disfrutaría más en su versión original (el que sepa inglés) y sea conocedor de los entresijos de la política norteamericana de mediados del siglo XIX. Si no ese su caso, es probable que termine pidiendo la hora y bostezando.