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El compromiso

Drama. Romance Una mañana, en la autopista, de camino al trabajo, Eddie Anderson intenta suicidarse. Al regresar del hospital, se encierra en un mutismo que sólo rompe para intentar que su mujer comprenda las razones de su malestar. Trata de explicarle sus frustraciones e insuficiencias vitales, y cómo su éxito como ejecutivo publicitario y su relación amorosa con su secretaria Gwen sólo han servido para poner de manifiesto la falsedad de su vida. A ... [+]
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
7 de abril de 2008
36 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film nº 17 y antepenúltimo de Elia Kazan, que adapta su novela semiautobiográfica "The Arrangement" (1967). Se rueda en exteriores de California y en los platós de la Warner. Producido por Kazan, se estrena el 18-XI-1969 (EEUU).

La acción principal tiene lugar en L.A. y alrededores, en 1967/68. Mediante flashbacks se explican hechos anteriores. Eddie Anderson (Douglas) es un publicista de éxito, que gana mucho dinero. Tras un accidente de tráfico, pasa revista a su vida, a las difíciles relaciones con su padre ("Al este del Edén") y con sus mujeres (madre, esposa y amante).

El film desarrolla un drama con connotaciones melodramáticas, psicológicas y de crítica social. Las primeras imágenes sitúan al protagonista en un matrimonio vacío y aburrido y ante una vida profesional insatisfactoria, centrada en la publicidad de un producto nocivo (cigarrillos "Zephyr"). Eddie, de 40 años, se enfrenta a la crisis propia de la media edad, agravada en su caso por las frustraciones propias de la clase media. Éstas, a su vez, se ven ampliadas por tres relaciones causales: la elevada capacidad de percepción del personaje, la sensibilidad que oculta tras la apariencia de hombre duro y la herencia moral opresiva recibida de la tradición familiar (griega ortodoxa). El detonante del proceso es una situación extrema de estrés laboral, brillantemente visualizada por la conducción de un deportivo ligero, en una ruidosa vía de acceso a la ciudad, entre tráfico denso y pesado, mientras sigue la emisión por radio de sus cuñas publicitarias.

Pese al confort económico y a las apariencias de triunfo social, asociadas a la posesión de sexo, prestigio social y poder, la vida puede ser deprimente e insoportable cuando faltan elementos esenciales, como el amor, la utilidad y trascendencia social del trabajo, la práctica de valores sociales, etc. Kazan muestra que el triunfo económico y social suele resultar insatisfactorio cuando se da asociado a la soledad y a la renuncia al enriquecimiento personal.

Influido por el cine europeo del momento (Bergman, Fellini), Kazan incrementa el uso del "zoom", los movimientos de cámara y el recurso a planos cenitales, inferiores y fragmentados (manos de Charles). Acierta en el manejo del color, que utiliza para marcar contrastes, dar relieve al dibujo y enriquecer las composiciones. Mezcla secuencias del pasado y presente, reales e imaginarias (sueños, deseos), creando una cierta sensación de falta de rigor. La narración es fluida y sólida, como es propio del realizador.

La música, de David Amram ("Esplendor en la huerba", 1961), aporta una partitura original breve, de 12 cortes. Ofrece temas de aires étnicos ("Ancestral Dreams"), composiciones americanas ("Old Country Soul") y fragmentos hilarantes ("The Zephyr March Of The Nicotine Fiends"). La fotografía, de Robert Sturtees ("Ben-Hur"), hace uso de un cromatismo sobrio y de abundantes recursos de estilo. Se ve un breve plano de "América, América".
Miquel
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18 de marzo de 2009
35 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si esta película fuese una catedral sería de Churriguera.

Padre esforzado pero insensible se vuelve en contra de su hijo cortando de cuajo las esperanzas del vástago. ¡Déjate de estupideces, olvídate de Shakespeare y dedícate a vender alfombras! ¿¡Cuánto has ganado hoy!? ¡Este es mi hijo, el triunfador! Un publicista que se miente a sí mismo durante 45 años hasta desgarrarse la venda de los ojos y contemplar cuán falsa es su vida, tanto como los spots de cigarrillos limpios, de combustión lenta que vende.

El suicidio es una solución definitiva, más apetecible que recalar en el infierno que supone cambiar de vida enfrentándose a todos. Empezando por su mujer, Florence (Deborah Kerr), sus abogados, médicos psiquiatras y jefes. Su único bastón, resulta ser su amante Gwen, (Faye Dunaway), con la que mantiene una relación visceral y abocada a la autodestrucción, no sin embargo, a la vida bohemia que se arrebató a sí mismo por muchos reproches que le pueda hacer al padre.

Faye Dunaway es posiblemente la actriz más destacada de finales de los 60 y de la década de los 70 (“Network”, “Chinatown”, “Bonny and Clyde”...) y aún así, en “El Compromiso” y bordando su papel, no puede evitar que Deborah se la zampe. Eddie (Kirk Douglas), magnífico en su interpretación es tan insufrible como un dolor de muelas. Está de atar, completamente descontrolado. No es culpa suya. Ha de responder a los excesos del guión de Kazan.

Película pedante sobre una idea recurrente hasta el hartazgo: “no estoy satisfecho con mi vida, causa de la infelicidad del mundo entero”. Kazan abusa de los flashbacks, de los déjà vus y del recurso al tipo que se contempla a sí mismo en un sinfín de recuerdos donde residen las respuestas que dan explicación a sus frustraciones existenciales.

Demasiadas idas y venidas para ejercitar un psicoanálisis sobre la vida entera del protagonista, del que huiría despavorido el propio Freud. La película entera es un circunloquio que raya el exceso para dar explicaciones que los espectadores no necesitamos. Bergman lo hace sin rodeos, con planos silenciosos y sin estridencias. Pero Kazan, torpemente, se aferra a una tautología enfermiza, repitiéndose inútilmente, como si condenase al público a una necedad que le incapacita para comprender lo que nos narra en una película con elementos autobiográficos y musicalizados ya de paso, probablemente con los acordes de su infancia greco-turca.

Llega a resultar latosa, irritante y recargada. Rococó y churrigueresca. Su director le echó gran empeño, pero esa virtud se convirtió en el mayor de los defectos de una película absolutamente cabezona. Y erre que erre...
Valkiria
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9 de noviembre de 2007
27 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en una novela autobiográfica del propio Kazan, este film es una gran metáfora sobre la soledad y la crisis de valores en el mundo moderno..... es una soledad metafórica, no la física sino la de aquella persona que se ve atrapada en un mundo y una sociedad en las que no cree.
Ferrea y enérgica dirección de Kazan el cual a su vez elabora un espléndido guión.
Las interpretaciones rayan a gran altura( Douglas, Dunaway, Boone etc...).
Se la puede acusar de teatral y de excesiva tanto en la interpretación como en algunos momentos de tensión pero son aspectos muy discutibles en tanto que son necesarios para la comprensión del film.
En fin una película q pese a tener más de 35 años trata un tema de gran actualidad lo cual la hace muy necesaria para entender las crisis de muchas personas.
saludos, Efelson.
efelson
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12 de octubre de 2012
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Engancha desde el principio por el estilo. Personalmente me sorprendió que una peli americana del año 1968 y de un director de grandes películas clásicas tuviera una estructura como esta: base europea, recursos técnicos como flashbacks, planos antiacadémicos o secuencias del subsconciente.

La relación entre K.Douglas y F.Dunaway está en principio planteada genialmente y atrae de manera indudable. También está muy bien tratada al principio la relación con Deborah Kerr en el polo opuesto.

...y lo que podía haber sido una obra maestra se va desinflando por una duración excesiva para el material que se trae entre manos y por el resto de personajes excesivamente estereotipados. Incluso el personaje de douglas tampoco termina de convencer en su relación con su padre (spoiler) y el del dunaway queda desdibujado
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
mj23
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5 de julio de 2009
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lucidísimo drama de Kazan.

El director favorito de Txomin, en la recta final de su carrera, parece que se desmarcó de ciertas convenciones de cine americano que caracterizaron su obra anterior para darse un baño de nostagia, autobiografía y demonios personales, y parir películas inclasificables, alucinadas y enfermizas.

El Último Magnate es una y ésta, al mismo soberbio nivel, es otra. Kazan, uno de los genios más incontestables que ha parido el cine, apunta con la mirilla a la hipocresía burguesa, a la absurdidad matrimonial y al vacío existencial y dinamita la mesa con un guión duro como el mármol, quizá a veces demasiado enfático, con un conjunto de secuencias asfixiantes y con una tremenda pericia para desenmascarar al hombre y toda la falsedad sorda que reposa sobre sus hombros.

Podría haber sido más incisiva y contundente aún, en ocasiones se dispersa, pero con todo, un memorable directo el mentón.
Barfly
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