Noviembre dulce

Muchos comentarios señalan la falta de expresividad de Keanu Reeves, pero ¿qué podría hacer el chico con semejante bodrio de película?

Desde luego, yo no me creo a Theron como esa hippie empalagosa envuelta en lanas y harapos cuya filosofía existencial es revolcarse en la cama y revolcarse con perros, alternativamente, con un par de viajes en tranvía de por medio y muchas flores, infusiones y tofu.

Desde luego si esta mujer quería inculcarle al frío Keanu las ganas de vivir, le deja apañado.
En cuanto a Enya y los atardeceres en San Francisco... muy original sí sí.

Sin duda, hay dramas de todo tipo: aquellos que te dejan con una sonrisa en los labios, los que te hacen caer una pequeña lágrima de emoción, puede que incluso los que más nos hagan llorar lleguen a gustarnos, los que dejan tristeza en nuestros corazones…a lo mejor, son diferentes los dramas románticos que al terminar de verlos nos dicen: aprovecha la vida porque es preciosa. Enamórate, sea de quien sea. Sigue tu instinto, tu corazón. Pase lo que pase, haz lo que desees. Todo esto, incluso más, nos transmite esta fantástica y apasionante película “Noviembre Dulce”.
Interpretada por dos grandes actores: Keanu Reeves con su papel de inocente; y por supuesto, Charlize Theron, la bondad en persona con el más sencillo toque de romanticismo.
Déjate llevar, sin miedo: Buen consejo mostrado por la trama de este filme que ablanda los corazones más fuertes.

Sólo puedo decir que ver esta película supone exponerse a una sobredosis de azúcar que puede provocar un coma diabético incluso en el espectador más curtido. Ya lo advierte el título, pero yo me dejé embaucar porque sale Keanu Reeves, que normalmente me gusta en sus papeles, incluso en los malos. Pero aquí... oh, qué horror. Es para pegarse un tiro.

Se trata de una maravillosa idea, pero que en ocasiones queda diluida por la inverosimilitud, la cursilería y la infantilidad de buena parte de la película. Solo es después de la primera hora cuando la película toma cuerpo y algo de interés. Lo que más hay que destacar es la idea final, algunas escenas de exteriores y la música. Y habría que reprocharle muchas cosas y escenas que parecen sacadas de otra historia y que no van para nada con lo que al final intenta transmitir la película.
Es totalmente inverosímil todo el planteamiento del principio; alguien inmerso en sus negocios, en su estilo de vida egocéntrica y que luego acepte irse un mes entero a la casa de una desconocida y que se dedique a hacer jueguecitos infantiles.

Pero como deje, lo que al final intente transmitir la película sí es interesante, esa decisión de que cuando el amor llega a ese momento culminante y perfecto se detienen, se detienen para que no termine acabando, se detienen para conservar en el recuerdo ese amor que ahora será para siempre, un amor que ya no terminará acabándose con el tiempo o declinado porque supieron en el momento culmen quedarse ahí y conservarlo, aunque haya sido por un motivo indeseable, un cáncer.

Una de las mejores escenas es ese desolado paseo del protagonista de madrugada por todos aquellos lugares que un día había recorrido junto a ella, y toda esta escena acompañada de esa preciosa música de Enya. En definitiva una película solo recomendable por su mensaje.

Noviembre Dulce empieza como una película romántica previsible, de las que se han visto a montones. Sin embargo, a medida que pasan los minutos, y sin que el espectador sea siquiera consciente de ello, sucede que el film consigue salir del camino trillado para transitar por un terreno desconocido que implica y sorprende. Personalmente, valoro mucho las películas que contienen al menos alguna escena que vuelva a mi memoria tiempo después. En este caso, la escena que me vuelve de vez en cuando como un boomerang es aquella en la que Charlize pasea a los perros (enseñándole a Keanu algo sobre el verdadero valor del tiempo).