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Dede

Drama Año 1992. La joven Dina vive en un remoto pueblo de las montañas del Cáucaso, un lugar gobernado por siglos de tradición. El abuelo de Dina la ha prometido con David, que acaba de regresar de la guerra, pero lo acompaña un camarada de armas, Gegi, de quien Dina se enamora. (FILMAFFINITY)
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
12 de diciembre de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un discreto rincón de Georgia, entre montañas, la vida transcurre, allá por 1992, como si hubieran pasado mínimas cosas desde el medievo. Eso sí, San Jorge, ese soldado romano de Capadocia, que murió en los albores del siglo IV continúa siendo clave en el devenir y en el día a día de estas gentes, cuya república que se llama así por el mártir, aspira, tras independizarse de la URSS en 1991 y tras varias sangrientas revueltas civiles, a normalizarse y a dar de comer a sus cinco millones de habitantes.

El empeño en la introducción histórica es para que nos ayude a hacernos una composición de lugar de los hechos que relata la película de Mariam Khatchvani, perfectamente creíbles; hasta el punto de que, durante parte del metraje, parece más proxima a una muestra costumbrista que a una historia inventada por tres sagaces guionistas, entre los que se incluye la joven directora (32 años).
Solo la presencia del reconocible actor George Babluani (13 Tzameti) nos convence de que no estamos en presencia de un documento de misión etnográfica.

Pero esta elegida fórmula de narración no nos aleja del objetivo que se ha propuesto la realizadora georgiana: mostrar algo más sobre este pequeño país; algunos de cuyos pueblos, perdidos entre las crestas del Cáucaso, siguen apegados a las tradiciones; aún cuando las mismas solo sirvan de vehículo a la injusticia, el patriarcado y la intolerancia; tan ancestrales que la propia Iglesia Ortodoxa retira su bendición.

Como siempre suele suceder en estos casos, en que triunfan la ignorancia y la superstición, las trágicas consecuencias son material literario de primer orden; bien utilizado en el caso que nos ocupa y resuelto con gran solvencia.
Sinhué
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10 de septiembre de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que si se ven en un contexto especial nunca se podrá ser objetivo.

Esta película de Georgia está rodada en un pueblo muy especial, Ushguli, el pueblo más alto de Europa, si se considera Georgia como Europa, pues algunos la consideran Asia.

Estando de vacaciones por este precioso país, llegué a Ushguli y en ese mismo pueblo hay un pequeño “cine” donde ponían la película, pues la directora de esta película es de este pueblo.
La película tuvo una gran acogida en muchos festivales internacionales y obtuvo también importantes premios, poniendo a esta directora a un buen nivel nacional y también internacional.

Llegar a este pueblo es una odisea, está realmente lejos y perdido entre las montañas, aunque se llega en carretera, hay momentos en los que los tramos no se pueden llamar “carretera”, pero llegamos y luego seguimos por un precioso valle, fue de esos días inovidables de las vacaciones y uno de esos días que se quedan grabados en la memoria para siempre.

Tras este día nos sentamos y vemos la película en el mismo pueblo...pues claro que te va a gustar, cómo no te va a gustar, es un pueblo único que ya en los años treinta los soviéticos hicieron documentales sobre la zona.

Lo que más me sorprende es que de esta zona tan remota haya salido una sensibilidad tan especial para poder dirigir a la gente del pueblo, pues así es, y hacer una película tan buena.

Con pocos recursos cinematográficos, pues no dispone de actores profesionales y sin ningún reconocimiento internacional, te sale una película así, y esto de se debe a que cuando alguien es especial, siempre será especial, da igual donde nazca.

Pero tener esta sensibilidad y nacer en esta zona remota, hizo que esta directora supiera captar la zona y las gentes con sus tradiciones y hacer poesía de ello, y lo mejor, un retrato social que pasará a la historia de Georgia.

Estando allí, la hermana de la directora nos comenta que lo que se retrata en la película y las tradiciones del matrimonio fueron actuales hasta el 2005, nada de tradiciones lejanas, para nada, todo muy actual.

Otra peculiaridad es que los “actores” son del pueblo, y no tenían guión para aprender de memoria, la directora les decía que improvisaran según ideas que ella les daba, y por eso las escenas son tan naturales.

La protagonista, es ahora policía en la capital de Georgia, casi nadie del pueblo han visto la película, ni les interesa, y les da igual los premios que han tenido.

Cuando oyes estos detalles te confirma que esta directora es fantástica pues sabe como tratar a las personas para sacar lo mejor de ellos, pues cualquiera trabaja con Jack Nicholson, pero como hacer una película de esta talla con la gente de tu pueblo.

Quien no haya visto esta película, les recomiendo que lo hagan y verán el gran valor artístico de este trabajo, y luego vayan a Georgia.
manuel
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3 de junio de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película georgiana en coproducción con Qatar (que pone el dinero y nada más) puede entenderse como un melodrama desaforado, de los que todas las filmografías han explicado mil veces (su parte más floja), y también puede entenderse como un estudio antropológico de una zona concreta del país, prácticamente aislada de éste.

Como historia, su argumento importa más bien poco: Un hombre vuelve a su poblado después de la guerra de independencia con Rusia, acompañado de su mejor amigo, para casarse. Pero la novia, obligada por la familia y por las tradiciones a contraer matrimonio, se rebela contra su situación y se niega a la boda.

Con una preciosa fotografía de las zonas más montañosas y aisladas de Georgia, que son un personaje más de la historia, y un desarrollo premioso y previsible, la cinta nos introduce en las tradiciones más ancestrales de una comunidad que vive prácticamente aislada del mundo. En ese sentido, si se tratase de un documental, sería bastante novedoso e interesante. Sin embargo, como filme resulta algo pesado. El recorrido existencial de la protagonista acaba siendo previsible y maníqueo, con unas actuaciones bastante limitadas.
Para mí, no pasa de un aprobado justito.

Como curiosidad, el filme está hablado en georgiano, pero gran parte de su metraje utiliza una especie de dialecto propio de aquella comarca, que al parecer es incomprensible para los georgianos que no viven allí.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pepinillo cinéfilo
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18 de septiembre de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La directora georgiana originaria de Ushguli, Mariam Khatchvani, lleva al cine un drama donde los valores patriarcales de su pueblo marcan el guión y alientan la tragedia. Sin embargo, no se trata de un mero drama familiar ni de un documental etnográfico. El interés de la película estriba en contar la historia de la joven Dede (personaje inspirado en la abuela de la directora) con ingredientes documentalistas muy modernos, donde solo Gegi es actor y el resto son habitantes de la región de Svanetia que hablan en svano dialecto que solo conocen 30000 personas y que no son intérpretes profesionales.

En esta bellísima zona, la tradición marca la vida. Las mujeres son prometidas por sus padres y abuelos, está consentido secuestrar mujeres para casarse, en caso de viudedad el padre del marido se queda con los hijos. Amenaza a las mujeres que se rebelan con que correrá la sangre por sus decisiones libres. En este sentido el relato salta a la contemporaneidad y se despide del relato del “Zeus violador” al que se refiere la filósofa Ana de Miguel en Ética para Celia. El mundo clásico ha creado toda una narrativa de dioses violadores, secuestradores de mujeres y de venganzas causadas por la maldad o capricho de ellas. Nos puede recordar a esta ancestralidad pero en este caso nada mítica. También a los raptos entre los pueblos latinos como el de las sabinas, “las manadas” de la Historia. Todo un imaginario conocido pero que seguramente no será el origen del patriarcado georgiano aunque todos tengan razones similares para mantenerlo.

Aquí radica el interés, en pensar que en 1992, oficialmente terminada la guerra en Georgia, estas tradiciones profundamente conservadoras, son necesarias para que estas comunidades sobrevivan. Tremendo cómo se hace el paso a la contemporaneidad, los costes para cada persona. Interesante el papel de la doctora que es un eslabón que la ciencia introduce y mueve la cadena de los bloqueos emocionales y mentales tanto de hombres como de mujeres. Acierta también al expresar el sufrimiento que el sistema genera en los hombres que se sirven de la tradición en su propio beneficio. También las mujeres sostienen el sistema porque de alguna manera sobreviven ellas dentro del mismo (las madres y abuelas de los varones). Por ello un trabajo que no se queda en lo superficial de la historia sino que revuelve más temas. Una belleza espectacular del terreno que sin duda, esta tradición conservadora ha logrado preservar para las nuevas generaciones.

Películas georgianas como la reciente Solo nos queda bailar, ponen la mirada también en el peso de la tradición patriarcal y en el universo asfixiante que genera para la juventud. Este cine nos hace pensar que algo se mueve y la juventud apuesta por otros valores. Habrá que estar muy atenta a la filmografía que proceda del Cáucaso y especialmente a la directora Mariam Khatchvani.
WWW.cineparatodas.wordpress.com
AFRI
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10 de enero de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El peso de las tradiciones es una lápida sobre todo para las mujeres:
Pueden ser secuestradas con el beneplácito de la comunidad.
Los matrimonios concertados están bien vistos y aceptados. La mujer es la esclava del hombre.
Si se queda viuda también puede ser secuestrada y los hijos se quedan con la familia del marido muerto.
Tienen todo el rato a dios en la boca y todo lo que sucede es por qué dios ha querido.
Si se enferma alguien, un niño por ejemplo pasan un pollo vivo por encima en un ritual de santería.
Lo mejor con diferencia son las localizaciones, unos paisajes montañosos pintorescos y hermosos.
Son campesinos y ganaderos en su forma de buscarse el sustento.
Las mujeres son muñecas, juguetes rotos para el deseo y capricho del hombre.
La supersticiones son la filosofía de esta gente junto a una religión oxidada como sus costumbres.
El final no me gusta nada, hace una aprobación de las costumbres patriarcales, imposibles de cambiar.
Contaré más en el spoiler.
Me sorprende el conformismo de la directora.
Es la típica película que cualquiera pone por las nubes por los excelsos paisajes y el sitio de procedencia.
Ahora el ritmo es plomizo y se hace pesada y el final da grima como su contenido machista y patriarcal.
No tiene alma esta historia y una frialdad pareja a las nieves de sus montañas.
Si Stalin levantará la cabeza aplaudiría los ritos del medievo de sus paisanos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Zappianin
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