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Los farsantes

Drama En una destartalada camioneta, la compañía de teatro "Don Sancho" va de pueblo en pueblo huyendo de los acreedores y de las burlas de los lugareños que los reciben a pedradas. Cada uno de los cómicos se defiende como puede. En esa situación, unos ricachones contratan sus servicios para que les diviertan en su finca de recreo. Adaptación de una novela del escritor Daniel Sueiro ("La carpa"). (FILMAFFINITY)
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
11 de noviembre de 2015
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como hiciera el gran Fernán Gómez, 23 años más tarde, con mucho mejor presupuesto y evocando la memoria y recuerdos de un cómico, Galván (José Sacristán) con una compañía de teatro por los pueblos de España en plena postguerra. Mario Camus en su ópera prima y gracias a el productor Ignacio F. Iquino hicieron una película humilde con talento y sensiblidad, pero mucho más dura y desesperanzada, mucho más sangrante que la posterior ganadora del goya. Un lúcido y patético retrato de la derrota y la humillación moral del mundo de los cómicos, hambrientos y sin techo donde cobijarse, huyendo permanentemente de los acreedores, boticarios y dueños de fonduchas y garitos.

La película casi desconocida, al menos para mí, abarca muchas ideas, muchos conceptos narrativos, diferentes registros emocionales y estéticos. Su estructura es tan itinerante como la de los propios protagonistas, adocenados en una cochambrosa camioneta de alquiler, un grupo de actores que recorren puebluchos y aldeas mugrientas por caminos inhóspitos, iglesias, escuelas y recintos privados, ofreciendo sus espectáculos “a la carta”, por unas míseras pesetas que apenas les da para comer, desde un denigrante y vergonzoso striptease a una obra de teatro clásico. El film es una crónica cotidiana, a menudo tierna, y en muchos momentos cruelmente desgarradores de unos perdedores que no encuentran una salida digna a sus vidas. Una visión demoledora del inestable mundo del teatro.

La narrativa de Camus se percibe vigorosa por una fotografía en blanco y negro que refuerza ese ambiente pesimista que refleja la grisura de lo cotidiano. Protagonizado además por un grupo de actores españoles casi desconocidos entonces, acordes con los personajes que transmiten una cercanía y humanidad asombrosa. La compañía de comedia “Don Pancho” acostumbrados a improvisar sobre las tablas, maltratados por la sociedad y la vida. Otra joya maldita del cine español que merece un reconocimiento.
Antonio Morales
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12 de septiembre de 2012
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una dura road movie a lo español relatada con total autenticidad. Una visión real de la desesperación del individuo.
La película te hace ver fácilmente cómo individuos cansados el uno del otro se mantienen unidos ante la total ausencia de otra alternativa. La inactividad les vuelve ariscos y la impotencia por salir adelante desemboca en violencia. Impresiona porque transmite claros acentos de verdad en la historia.
La secuencia del intento de streeptease resulta ridícula pero deja claro la amargura y la degradación de cierto tipo de sociedad; mientras el baile que se marca uno de ellos en la pensión es un claro grito de honestidad.
floïd blue
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13 de noviembre de 2015
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una gran película de Mario Camus, con guion de Daniel Sueiro sobre una obra suya. Un elenco de actores poco conocidos en general que aporta verosimilitud a lo que nos cuenta la cinta.

El título es infame e injusto con el film, pues la primera acepción del diccionario es la más usada: el que finge una cosa; en su segunda de cómicos o actores apenas es usada.

La película sigue los pasos de una compañía de cómicos ambulantes que recorren un país desolado, deshabitado, duro, que lucha día a día por tener un techo y una comida gracias a su digno trabajo. Aunque los prejuicios contra ellos persisten y los sufren en cada momento -sobre todo las mujeres- su mayor amenaza es el cambio de hábitos que hace que su trabajo interese cada vez menos al público. Contra el cine de Hollywood -ausente en la pantalla pero presente tras la misma-, solo tienen los soliloquios de Segismundo. (La amenaza del cine se representa sutilmente en ese cartel de la SEMINCI que está colgado en un café de Valladolid, cuando una de las cómicas ha decidido acabar con su hambre como sea).

Retrato desesperanzado, atroz a veces, el de estos cómicos de tumbo en tumbo por carreteras sin asfaltar, representando a los clásicos en teatrillos o atrios sin apenas público, eternos deudores de fondistas, con la espada de Damocles diaria de si habrá una cama o una cena al final de la jornada.

Un grupo de actores hostilizados por las circunstancias que vuelcan la miseria circundante sobre sus compañeros. Un retrato acerado de estas vidas, donde no falta la violencia, el deseo en forma de lujuria o el latrocinio.

Especialmente patéticas resultan la escena del streaptease contratado por un grupo de juergistas, pertenecientes a familias acomodadas (incluida una señora en silla de ruedas), que se aburren como monos y se divierten con la humillación ajena. O los días de hambre en una pensión de Valladolid durante la semana santa -en la que no se podía representar-,contada por el director de tal forma que produce angustia y claustrofobia. Genial y delirante efecto del hambre es el baile desgarrado y febril de uno de los cómicos. (Argucia de Camus para incrustar un numero de baile flamenco, pues unos de los actores era un bailaor).

Extraordinaria película, mal conocida, radical en su propuesta, rara -el productor era Iquino- y que es uno de los mejores filmes españoles de la posguerra civil: trasunto perfecto de la sociedad de la dictadura a inicios de los años sesenta (S. XX).

Fernán-Gómez retomaría el asunto para hacer El viaje a ninguna parte. Contando el final de la vida de estas compañías de cómicos desde la distancia y con cierto humor negro.
GonzaloyGracias
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19 de noviembre de 2015
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El repaso que está haciendo La 2 al cine español nos descubre a veces pequeños tesoros que, de no ser por eso, nos habrían pasado desapercibidas. El tema de los comediantes que iban por los caminos, en viejas camionetas o andando, viviendo de lo poco que les daban, tenía ya un precedente en "Cómicos", de Bardem (1954) y servirá de inspiración, casi seguro, a la posterior "El viaje a ninguna parte", de Fernán-Gómez (1986). De las tres, ésta que nos ocupa es la más descarnada. La primera es más comedida y la última tiene el humor como elemento dulcificador de las penalidades. Pero en "Los farsantes", los cómicos pasan por los pueblos como verdaderos parias, siendo despreciados por los mismos que les requieren para pasar un rato de distracción con que olvidar sus propias tragedias de pueblerinos pobres. Encarnan la eterna figura del chivo expiatorio, el mismo que históricamente han encarnado las putas, los judíos y los verdugos. La película, rodada en un expresivo b/n, tiene dos partes bien diferenciadas. Una primera que transcurre por los caminos, con exteriores rodados en varios pueblos castellanos. Una segunda, rodada casi totalmente en el interior de una habitación donde languidecen de hambre y hastío mientras esperan una posible función. La primera parte está llena de situaciones de humillación y penuria, pero la segunda es como la condensación en un pequeño espacio de toda la angustia que destilan sus vidas. Es casi un "esperando a Godot", reforzado por la teatralidad que da el estar rodada en un interior casi desnudo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Fuman2
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15 de abril de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otro striptease deprimente, otro increíble paisaje psicológico y social la música horrible que parece dibujar un calcetín sucio y mal remendado, refuerza lo anterior. Quiero deciros que soy mexicano, y que descubrí a este genio del arte por mera coincidencia, leyendo en esta página. Es una lástima que sea poco conocido inclusive para cinéfilos. Su estilo es de los más interesantes, su valentía política disfrazada de falta de valentía. Me recuerda a Shostakóvich, simbólico ora atrevido, ora poético. Debemos recomendar a muchos cinéfilos inteligentes estas películas. El tedio perpetuo sin esperanza, con más esperanza que continuar… España desolada, sin ventura, los viajantes igual como si dieran recorridos en círculo. Los símbolos abundan por doquier.
Tedio, zozobra, absurdo. Retrato del alma, no del español, sí de España, un ave majestuosa, resignada con donaire a su jaula, al vacío.
Dementiev
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