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Un rayo de luz

Drama. Cine negro Tras atracar una gasolinera, dos criminales, heridos en el tiroteo, son atendidos por el doctor Brooks, el único médico negro del hospital de la ciudad. Cuando uno de ellos muere, el otro acusa al médico de haberlo matado y provoca una revuelta racista para vengarse de él. (FILMAFFINITY)
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
14 de julio de 2009
26 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Andaba enfrascado Mankiewitcz en la plena vorágine del éxito que causó "Eva al Desnudo" (estrenada dos meses antes) cuando la Fox le encargó la dirección de "No Way Out". Película de tránsito que alberga pocos aspectos propios del director pero que aún así la podemos considerar de relevancia en su carrera. Carrera que se lanzaría definitivamente unos meses más tarde con los seis Óscars de "Eva al Desnudo" y que le darían definitivamente carta blanca para desarrollar esa anhelada libertad creativa buscada durante la primera parte de su carrera.

Tiene sin embargo "No Way Out" bastantes carices que la hacen una película notable, de calidad. Notable por el acercamiento a la temática racial y que junto a Pinky (Kazan, 1949) supuso la definitiva entrada de esta problemática en la gran industria de Hoolywood. Temática social para reflejar una realidad presente en la sociedad americana en la primera mitad siglo XX. Pero esta temática social en un entorno melodramático fue mejor tratada por Kazan que veía en este espacio cinematográfico un excelente entorno donde moverse. Mankiewitcz, por contra, se pierde en algunas licencias narrativas que entorpencen un desarrollo que en manos de Kazan, sin duda, hubiera sido perfecto. Así pues la calidad de la cámara de Mankiewitcz, el excelente reparto y el como siempre trabajadísimo guión (junto con el periodista de formación Samuels), suplen magnificamente lo que en un principio puede parecer una continuación de la obra del director griego.

De estos apartados destacados, guión, cámara y reparto, hacer mención especial a este último. La aparición de Sidney Poitier en la escena cinematográfica no pudo ser de la mejor manera. En un papel que repetiría una y otra vez a lo largo de su carrera, Poitier realiza un debut impecable y sentando las bases de quien es y será un icono para la comunidad negra americana. Caso aparte es Widmarck. Debilidad personal absoluta en sus comienzos (Manos Peligrosas, El Beso de la Muerte, Noche en la Ciudad), hace de su papel de sociópata racista una lección de interpretación y de carisma. El acompañamiento de la por entonces más conocida de todos Linda Darnell completa una terna que Mankiewitcz manejó perfectamente.

Relativo fracaso comercial (no fue estranada en los estados sureños) "No Way Out" tiene su principal mérito haber contribuido a encender la mecha de un tema que hasta entonces había pasado de puntillas por la industria. Reconocimiento que le vino con la nominación a los Óscars del script original y que brillantemente es tratado por el director americano. Y es que como dijo una vez ,"la diferecia entre la vida y las películas es que un guión debe tener sentido, la vida no". Inteligente este tipo, inteligente.
Alfie
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1 de junio de 2014
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una violenta historia sobre el odio racial en la que vemos a un tontaina racista (Richard Widmark) que hace que sus amigotes, tan racistas y descerebrados como él, venguen la muerte de su hermano mediante la provocación de una convulsión racial. Una historia de contrastes entre el bien y el mal, el deber y el sentir, pero sobre todo sobre la oposición racial entre los negros y los blancos de las bajas esferas sociales en los Estados Unidos de la década de 1950. Una pareja de hermanos, liderada por el siempre grande Richard Widmark, tras una persecución policial, son ingresados en un hospital heridos por los disparos de la policía y son atendidos por un doctor negro (Sydney Poitier), cuando el doctor está cuidando y tratando a uno de los hermanos éste muere, testigo de este infortunado incidente es el tontaina racista antes mencionado, cuya ceguera racial le hace creer que Poitier mató a su hermano a propósito, desde ese giro, el argumento va a avanzar con el médico intentando probar su inocencia y el malhechor culpándolo de mala praxis.

Sidney Poitier, que debutaba (y de qué forma) en el cine con esta película, encarna al joven médico y Richard Widmark al paciente que le acusa de asesinato. Poitier está estupendo como el protagonista principal de la historia, mientras que Widmark vuelve a sorprender con su versatilidad como intérprete en un papel magnífico como un malo malísimo, un delincuente de barrios bajos con un racismo rozando lo patológico, que finalmente logra presentarse como víctima y que de alguna manera se entienda su carácter. Otra agradable sorpresa es una Linda Darnell como una mujer que también ha llevado una vida dura y en barrio deprimido, pero que trata de huir de sus orígenes y sobrevivir a toda costa, aparece y se comporta como mujer fatal y dura de corazón, pero se va transformando y toma conciencia. El director y coguionista es el gran Joseph L. Mankiewicz, un enorme director de cine que ponía su creatividad al servicio de películas redondas, no se le resistía género alguno y casi siempre daba en el clavo a la hora de rodar, escribir y crear.

“Un rayo de luz”, una elegante película que no pierde en ningún momento su ritmo y que se adelantó a su época, a día de hoy día sigue siendo impresionante. Algo más que un drama sobre la estupidez del racismo.
Juan Marey
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18 de agosto de 2010
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Cuánta violencia absurdamente causada durante siglos, sólo por no comprender el derecho a la diferencia!, ¡Cuánta agresiva arrogancia, creyéndose los mejores, por no adivinar que el odio se carga contra sí mismo!, ¡Cuánto racismo generalizador a costa de una sola experiencia o de un sólo hombre!, ¡Cuánta parcialidad e intolerancia, por no ver la rica pluralidad y las muchas opciones que nos ofrece la vida!

“UN RAYO DE LUZ” es una perfecta obra sobre todo esto. Un filme valiente, visionario y lúcido hasta la médula que rompe, oportuna y certeramente, con los muchos años de subestimación que el arte cinematográfico venía ejerciendo contra una raza humana cuyo único “pecado” era haber nacido con la piel oscura. Tras décadas de reducirlos a sirvientes, esclavos o botones, por necia convención de una cultura segregacionista, por fin aparece uno de los hombres más claros, honestos y brillantes que ha dado el séptimo arte, y decide sacudir las telarañas mentales de una cultura que, penosamente, aún no encuentra el camino.

Luther Brooks (excelente debut de Sidney Poitier quien haría escuela contra el matrato a los afrodescendientes), es un joven médico en su primer año de ejercicio. El título le costó noches en vela, empleos de segunda y tercera categoría por sueldos miserables, para poder sufragar sus gastos, y un gran sacrificio para sacar las mejores notas que lo hicieran digno de la profesión.

Ahora, la vida ha puesto en su camino al doctor Daniel Wharton, un hombre consecuente quien, para el hospital del Estado, no busca colores de piel, ni cierto tipo de lunares, sino hombres capaces… y Brooks le resulta idóneo. Pero, a veces para los negros, cualquier logro es a un precio muy alto, y en el camino hacia el servicio profesional de Luther Brooks, pronto se interpondrá un hombre carente de afecto que busca en quien desahogar su lamentable vacío interior.

El drama es sólido y devela la profunda madurez emocional que reluce en cada decisión del cuerpo médico, al tiempo que va soltando los tensos hilos que tejieron el negro velo que ahora cubre el corazón y la mente del desadaptado Ray Biddle. Una bella mujer, Edie Johnson (Linda Darnell), también entrará en el juego, y el rol de las féminas, capaces de llevar la delantara a los hombres en su capacidad de comprender, quedará también gratamente demostrado.

Inmejorables actuaciones de Sidney Poitier, Richard Widmark y Stephen McNally, redundan en un filme imprescindible en cualquier archivo o escuela de arte cinematográfico.

Título para Latinoamérica: “EL ODIO ES CIEGO”
Luis Guillermo Cardona
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17 de junio de 2012
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mismo año que Joseph L. Mankievicz dirigió su gran obra maestra, Eva al desnudo, se permitio el lujo además de dirigir otra película de muy diferentes características. Y es que su ritmo de trabajo en esos primeros años de carrera fue absolutamente imparable ya que entre 1946 y 1950, año de producción de esta película, llegó a dirigir nueve películas. De ahí el nivel un tanto irregular en la calidad de todas estas producciones. Un rayo de luz no está entre las mejores, pero al menos mantuvo el tipo solo tres meses antes de que se estrenara la incomparable Eva al desnudo.
Con Un rayo de luz, Mankievicz se acercó a un tema tan recurrente como el del racismo, pero sin dejar de moverse en el terreno del cine negro que es donde menos fluido resulta su cine. Aun así, en esta ocasión el director y guionista supera las torpezas y subrayados de algunas de sus anteriores incursiones en el género, y consigue combinar con eficacia el discurso, obvio, de la historia, con los códigos del género en el que se mueve.
Los protagonistas de Un rayo de luz son un médico negro que intenta superar las barreras que el color de su piel le impone, un delincuente de carácter explosivo dispuesto a vengar la muerte de su hermano y una mujer sin rumbo que duda entre hacer lo correcto o dejarse llevar por el pasado. Los hechos que desencadenan la acción ocurren una noche en un hospital, cuando dos hermanos son ingresados tras ser heridos en un tiroteo. El médico que les atiende es un joven de sobradas facultades pero cuyo color de piel provocará las reticencias del más conflictivo de los hermanos. Cuando el otro muere tras una intervención del médico surgirá un conflicto que irá mucho más allá de las paredes del hospital, y que pondrá en peligro la convivencia pacífica de todo el barrio.
Pese a lo convencional que resulta todo el aspecto racial de la historia, Mankievicz consigue dotar de la suficiente fuerza a la narración, haciendo que las obviedades de su discurso queden en un segundo plano frente al carácter de los personajes y la energía con que se desarrollan la mayoría de las secuencias.
No es ajeno a este resultado el buen trabajo de su reparto donde destaca esa fuerza de la naturaleza que es (era) Richard Widmark en uno de esos papeles de villano que bordaba con los ojos cerrados. Aunque el protagonismo de la historia pertenece a Sidney Poitier, en su primera película, capaz de hacer creible la honestidad más honesta y la integridad más íntegra. Entre ambos brilla con luz propia la belleza de Linda Darnell, capaz de sugerir sensaciones de lo más contradictorias con una sola mirada.
Aunque en esta ocasión Joseph L. Mankievicz no destacó por su elegancia, sutileza y estilo, algo en lo que era un maestro cuando contaba con la historia adecuada, si hizo una buena labor de artesano a la hora de rematar una película funcional pero muy eficaz, que sirve de más que aceptable relleno dentro de una filmografía que alcanza cotas mucho más altas.
ernesto
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26 de febrero de 2015
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Mankiewicz nos podemos referir como uno de los máximos exponentes del cine de la razón y de lo razonable. Sus películas demuestran un equilibrio ejemplar entre las necesidades comerciales y de autoría. A una sólida estructura de producción, común a todas sus películas, se une una inteligente construcción del guión – básico en el cine de Mankiewicz –, que desarrolla temas y personajes que se manifiestan a través de conflictos, en los que predomina la reflexión sobre la acción. La palabra se convierte así en la posibilidad más brillante que incluso la acción.

“No way out” fue una de las primeras películas americanas que abordaron, tras el fin de la 2ª GM, la llamada “cuestión racial”. Una de las pocas que se han planteado honradamente, sin tapujos ni paliativos, en qué consiste el racismo, qué formas – violentas o educadas – adopta y cómo funciona. Filmada con valentía y talento por Mankiewicz para la Fox, tratando de exponer los conflictos latentes en la sociedad de su país, olvidados durante la contienda mundial, y que con la paz podrían estallar. Aunque puede resultar previsible y sin sorpresas, no es menos cierto que este drama social está narrado con brío y un realismo social sorprendente para la época.

En ella hizo su debut en cine Sidney Poitier (22 años), como Luther Brooks, primer doctor de color que trabaja en un hospital público al que llegan dos delincuentes heridos, tras un frustrado atraco a una gasolinera. Los hermanos Ray (Richard Widmark) y John Biddle, este último muere mientras intenta salvarle la vida el Dr. Brooks ante la presencia de Ray, un sicópata abyecto que canaliza su frustración personal en un odio racista, que acusa al doctor de la muerte de su hermano. Mientras la autopsia esclarecedora de lo sucedido, le es negada por la familia del fallecido. Mención especial merece la ex esposa del muerto (Linda Darnell), una atractiva mujer que intenta borrar su pasado con el mundo de la delincuencia y el jefe médico (Stephen McNally) que muestra su confianza en el hombre de color.

El cineasta muestra un retrato inquietante de esa clase de tipos que encarna excelentemente Widmark, especialistas en retratos de villano en esa época, que muestra su desprecio mediante un lenguaje grosero y obsceno, un reprimido prejuicio imbuido por su fracaso social, raíz absoluta de su odio hacia una raza que considera inferior y que no acepta que pueda alcanzar un reconocimiento social digno, como es el caso de Brooks, un joven que todo lo que ha conseguido ha sido gracias a su esfuerzo y al de su familia, ayudándolo a ser un hombre tolerante y noble.
Antonio Morales
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