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Recuerdos perversos

Terror. Thriller Cientos de cintas de video son descubiertas en una casa abandonada en un pueblo del estado de Nueva York. Su contenido consiste en torturas, asesinatos y desmembramientos, convirtiéndose en la más perturbadora prueba de la existencia de un asesino en serie jamás vista... (FILMAFFINITY)
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Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
15 de abril de 2014
35 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me rindo. En mis ataques de cinefagia extrema he devorado tantísimo cine malo de terror últimamente, con la casualidad de que gran parte era del subgénero “Falso documental-Found Footage-Mockumentary” que estúpidamente iba auto aplicándome las teorías de condicionamiento clásico de los perros de Pavlov y sólamente con detectar uno, me entraba un sarpullido tremendo.
Con el sosiego que da la reflexión y la revisitación de buenas obras he de reconocer que sí, que el subgénero, en su esencia y naturaleza, me gusta. De hecho a veces hasta me encanta.
Después de lanzarme esas pedradas virtuales y mentales a la cabeza que obvia y claramente merezco, me explicaré.
En un intento por recopilar las películas más traumáticas, impactantes y chungas que han dejado huella en mi cabeza, veo que muchas de ellas son de -estupendos- found footages, como el que aquí nos ocupa. Una cinta bizarra, hiperrealista y friki que resume el espíritu y fundamento del subgénero, tan al alza en la cinematografía alternativa de las últimas décadas, básicamente por sus escasos requerimientos técnicos y financieros.
Pero realmente el fenómeno no es cosa de unos años, de unas décadas. El falso documental nace casi a la par que el documental, que registra en soporte fílmico con diferentes intenciones un acontecimiento determinado, pero la repercusión lograda por “El proyecto de la bruja de Blair”, peli que no me canso de criticar, pero que supuso un cambio radical en la manera de ver cine, ha unificado una gran cantidad de producciones de distinto pelaje, calidad y resultado, pero lo suficientemente sólido como autónomo subgénero.
Un falso documental entendido como tal, sería la antítesis del documental, es decir, el engaño no documentado. Craso error. Un falso documental no es más que un documental, que sigue los mismos procedimientos de elaboración, documentación, análisis y estudio, el mismo lenguaje plástico y ritmo narrativo transparente, enfocados no a registrar un hecho real, sino una ficción, pero bajo el aspecto formal del documental clásico. Para ello, hay que dotarlo de un enfoque propio, un lenguaje adecuado y un rigor absoluto para tratar de colarnos que lo que vemos es una realidad. Y para lograr esa realidad hay que acudir, apartándose del rigor documental, al elemento actoral e interpretativo reforzado con un guión que de por hecho que el espectador tiene los conocimientos suficientes sobre lo que se nos va a contar como para alcanzar un nivel elevado. Así, con unos buenos actores, unos datos rigurosos o al menos con la apariencia de serlo que contribuyan a la credibilidad de la historia será lo que haga que el espectador perciba lo que se cuenta en pantalla como cierto y se logre ese engaño, ese juego de realidades y ficciones indiferenciadas que es el máximo nivel que se puede conceder al género. Porque aunque la edición y los créditos lo desmientan, la finalidad no es otra que entretener y vulnerar la percepción de lo real.
Por otra parte, como resultado natural del falso documental nace el found footage, el metraje encontrado. Aquí los requisitos son otros de partida. La técnica amateur, el uso de las tecnologías al alcance de la mano del espectador y la espontaneidad sorpresiva serán los marcadores que logren ese efecto de voyeaur pretendido. Con elementos tan sencillos puede lograrse algo en el género de terror mucho más destacable que en el resto: la empatía obligatoria al hacernos cómplices absolutos puede acabar resultando espeluznante
El problema principal de estos subgéneros es que la poca imaginación de directores, a veces con recursos, otras ni eso, acaban resultando tan tramposos que se auto evidencian por sí solos. Planos imposibles, ediciones de sonido, intrigas agotadas, acaban aburriendo y no consiguiendo ni por un solo segundo la sensación vanguardista de realidad pretendida.
The Poughkeepsie Tapes es un estupendo e ingenioso falso documental elaborado con metraje encontrado, que nos relata las andanzas terroríficas de un asesino despiadado durante un periodo de diez años en los que no ha dejado de grabar rigurosamente cada uno de sus crímenes.
La película empieza con la propietaria de la casa en un pueblo del estado de Nueva York donde vivió el asesino y se encontraron infinidad de cintas en las que, sin identificarse al autor, se encontraban registrados su perturbadores y brutales crímenes y torturas.
Entonces, documental y metraje grabado cámara en mano se van intercalando para asistir por ejemplo a una clase de criminología donde se estudian las famosas cintas o a diferentes entrevistas policiales.
La película destaca sobre todo por su estupenda estructura y el tratamiento de sus imágenes, que sin mostrar demasiada sangre y víscera, resultan aún más impactantes y bizarras. En concreto, una secuencia en la que el asesino graba a una chica en ropa interior tratando de explotar un globo con sus nalgas nos dice mucho de lo retorcido y cabrón del sujeto y se queda en la cabeza, imborrable.
La cinta es una propuesta absolutamente creíble, sólida y que resume a la perfección los parámetros de calidad que toda buena peli de este género debería tener.
Además, logra horrorizar con su tono insano y pervertido, con un vigor dramático fabuloso y una verosimilitud totalmente acertada. Si se visionase sin saber realmente lo que es, la experiencia sería absolutamente perturbadora, ya que aún a sabiendas, logra el escalofrío contínuo gracias a su atmósfera sucia e hipnótica logradísima, las imágenes diferenciadas y estupendamente tratadas-distorsionadas y la dirección del reparto.

SIGUE EN SPOILER. MUCHO MÁS EN NIDODECUERVOS
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
javieritos
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13 de octubre de 2011
23 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Poughkeepsie Tapes es un falso documental que de forma absolutamente creíble y con mucho ingenio nos va relatando las hazañas de un temible asesino en serie que lleva sembrando el pánico durante 10 largos años. Nuestro asesino se tomaba la molestia de grabar sus fechorías cámara en mano y la historia comienza gracias a que la policía ha encontrado el material de video en una casa abandonada. Es entonces, cuando se intercalan en la narración del documental y de forma totalmente coherente las escenas cámara en mano. Huyendo de lo gratuíto, la película está muy bien llevada y estructurada, añadiendo además varias tramas como un secuestro, o algunos soepechosos con los que la policía acabó dando, mientras que varios especialistas intentaban diseñar un perfil de este ser.

La película consigue salir airosa de la discutida estética de la cámara en mano, reservándose esos momentos para relatar algo importante que acompañe al documental que hay detrás. Guarda algunos momentos destacables que no convendría destripar, pero que confirman que estamos ante una propuesta sólida que por aquí ha pasado desapercibida. The Poughkeepsie tapes bien podría ser asemejada con películas muy de moda en la actualidad, aunque el enfoque es distinto. Tiene pues, su parte de "cámara en mano" con lo aterrador que puede ser -si se hace bien, claro está- el saber que el asesino es el que sostiene la cámara y una parte en la que se realizan diversas entrevistas y nos lo cuentan todo en plan "Crímenes sin resolver".

El responsable se esta interesante propuesta es John Erick Dowdle, al que su hermano Drew echa un cable con la historia. Este trabajo sería el aval para que dirigiese Quarantine, el remake de la Española Rec.

Yo propongo que en España se haga algo similar encontrando el material perdido de la fuga del Dioni a Brasil. Dios me oiga.
Javi_Clemente
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5 de agosto de 2013
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los términos falso documental y metraje encontrado, muy alza en la cinematografía alternativa de las últimas décadas, pueden parecer clasificaciones estilísticas relativamente recientes.
No más lejos de la realidad, ambas categorías, que en una película específica se pueden manifestar tanto de forma individual como conjunta, han obtenido una notoriedad y repercusión suficientemente sólida como ser considerados géneros en sí mismos.

Si bien sería lo propio hacer una descripción sucinta de cada acepción, podemos observar que en el enunciado de su singular denominación ya cabría negociar un posible significado. Documental es aquel que registra, en soporte audiovisual, una realidad, una investigación, una travesía o un testimonio. Falso documental, si tiramos de opción sencilla, sería todo lo contrario. La no realidad, la falta de investigación. Sin embargo, sería un error concluir esa apreciación de forma tan superficial.

Las claves del falso documental no se basan solo en accionar las representaciones opuestas del documental, sino en dotarlo de un lenguaje de recursos propios e identificables. Y si algo tiene este género de singular es su principio burlesco de ilusionismo, de apariencia, de pose. Hacer creer que lo que se cuenta tiene una naturaleza y germen basado en lo real o en un hecho que se ha dado lugar, que ha llegado a ocurrir. Un caleidoscopio que refleja una imagen diferente según sea quien mire y lo que espera ver.

Este género derivado se caracteriza por alterar los principios de los que parte su original: establece una puesta en escena autoral, existen unas indicaciones de guión mucho más expresas y la fenomenología empírica de la realidad se pliega y se resquebraja para ser puesta en conflicto con la ficción. Es por su seña de identidad tan bufonesca y dantesca por lo que es fácil casarlo con otra negación categórica en sí misma: el metraje encontrado, o convertir en realidad una ficción donde prima el vanguardismo de la técnica amateur, el voyeurismo y la apariencia de espontaneidad de los acontecimientos representados.

Títulos tan relevantes como Forgotten Silver y Opération Lune sirvieron para otorgar estatus y trascendencia a este género. En ellos, el lenguaje plástico y narrativo de sus propuestas, en apariencia, obedecía a los cánones del documental más clásico. De hecho, el engaño en estos casos se fundamenta, precisamente, en la constante percepción de labor informativa e investigativa, en la credibilidad que trasmiten los personajes ante la cámara, en la rigurosidad de los datos, los blogs de notas y las fuentes que no dejan de citarse. El espectador acaba por no tener duda alguna en aceptar que lo ve es cierto, abrumado ante tal cantidad de cifras, parafraseos, imágenes de archivo y visitas a los lugares célebres de los acontecimientos.

The Poughkeepsie Tapes continúa por esa senda y ofrece un vehículo a su realizador, John Erick Dowdle, para demostrar lo mucho y muy duro que hay que esforzarse para conseguir un semejante grado de fuerza dramática y verosimilitud orgánica sustentada en una representación eminentemente cinematográfica por su ficcionalidad.

Si bien en los falsos documentales, por lo general, se acaban encontrando las trampas ocultas en su doble naturaleza de intriga (entrevistados que resultan tener los apellidos de un personaje hitchcockiano y los nombres del guionista de sus películas, etc) y la broma se ahoga en una carcajada silenciosa, The Poughkeepsie Tapes opta por la opción de horrorizar y dramatizar en hipérbole y sin intermitencia un testimonio que, si se analiza con detenimiento, podría suponer una guía perfecta y pormenorizada para convertirse en un asesino en serie con la seguridad de no ser cazado nunca por las autoridades. Alcanza un grado de perversidad tan insano como decisivo para autoafirmar su apariencia de ficción y dejar en paños menores a sagas de horror slasher/gore donde la truculencia e incontinencia hemoglobínica se reduce a motivos de capricho comercial de cara a la galería.

Bien es cierto que este film puede provocar una impresión escalofriante y muy perturbadora si se visiona sin la anticipada seguridad de que el susodicho es un mockumentary pero, aún así, resulta fascinante el desesperado esfuerzo de sus realizadores por el subrayado del realismo y su búsqueda a toda costa a través de la dirección de actores y la confusión de su planificación en la puesta en escena.

Pasados los primeros tercios de la película, y una vez entrados de lleno en la naturaleza enfermiza de las imágenes de archivo y las cintas de video, el espectador ducho en no dejársela colar ya estará advertido del destacado ejercicio de estilo que recorre todo el metraje, característico de una dirección artística netamente fílmica; de la atmósfera sucia y claustrofóbica que se ejecuta como contrapunto psicológico del retrato maníaco; de las imágenes distorsionadas y descoloridas provocadas por el envejecimiento del soporte analógico con el que se filmaron las películas amateur.

Sin embargo, lejos de restar enteros a la película, este efecto de confusión y de perverso juego incierto de aristas ocultas continúa siendo determinante a la hora de reforzar el hipnótico impacto que la cinta de los hermanos Dowdle genera a través de su desconcertante y eminente naturalidad.
Weis
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25 de febrero de 2020
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha dejado totalmente impactado, tocado. Falso documental a partir de metraje encontrado (falso también, por supuesto) que no deja indiferente. Película espeluznante, fría, demasiado fría, atroz, cruda, angustiosa... No es una película de terror. No asusta, ni da miedo tal y como entendemos el género. No es gore, apenas salen tripas ni sangre e inquieta más por lo que sugiere y por cómo lo hace que por lo que muestra. Hay escenas de una perversidad insana, imágenes que por su extrañeza, por haber sido sacadas de su contexto, causan un desagrado y una repulsión inmediatos. Lo grotesco de esta película, de cómo cuenta lo que cuenta, su forma visual, hace que te eche para atrás desde el minuto uno. Te va preparando lentamente y te sumerge en una realidad fingida de pesadilla hasta tal punto que una vez la has visto decides que no vas a verla nunca más. Es completamente impersonal (hay documentales que no lo son) y no hay por dónde empatizar con los personajes, con lo que se convierte en un puro documento de la brutalidad y lo macabro. Y sin embargo no se recrea ni se regodea en la violencia gratuita: todo está medido para no llegar al burdo exceso, para no agotar antes de tiempo y que te siga angustiando hasta el último minuto.
A nivel técnico, formal y actoral es casi perfecta, exceptuando algunas interpretaciones para mi gusto algo sobreactuadas que podrían haberse ahorrado y que no aportan nada. Un metraje algo más corto la hubiera dotado también de más veracidad y potencia narrativa. Tiene recursos muy ingeniosos a explorar por amantes del género y futuros directores, por lo que merece por lo menos una visualización en la vida. No más, porque es descorazonadora y como he dicho antes demasiado fría.
Ríete de la bruja de Blair, Holocausto caníbal, Rec, etc. Esto es otra cosa.
Connie Selleca
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2 de febrero de 2017
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si bien algunas escenas de The Poughkeepsie Tapes me resultaron perturbadoras y dignas de aplaudir*, debo decir que en general el filme no me ha impresionado para nada. No porque particularmente yo esté desensibilizado contra la violencia y la sangre. Para fortuna de mi estómago, la película no abusa de la violencia y la sangre, y prefiere generar miedo e inquietud a través de la atmósfera, por lo cual le doy crédito. Pero sinceramente, las deficiencias en la trama y la narrativa evitaron que me inmergiera por completo en la historia.

Antes de profundizar en lo anterior, analicemos aspectos básicos como la cinematografía y el sonido. Una ventaja de este formato de mockumentary/found footage es que no son cosas de las que debas preocuparte demasiado. No hay mucho que destacar realmente: las entrevistas son realizadas con cámara fija y el metraje encontrado con estilo cámara en mano. Sí voy a señalar, sin embargo, que algunas de las escenas filmadas cámara en mano tienen este extraño efecto de imagen verdosa y distorsionada, que supongo busca añadir a la sensación de cinta de VHS vieja, pero que termina siendo más que nada molesto y distrayente. En cuanto a sonido tenemos nuestra típica música de documental y algunos efectos para añadir suspenso a algunas escenas; otra vez, nada que deba ser destacado.

Pasemos ahora a lo importante: la trama y la narrativa. Una de las principales fallas que le encuentro a The Poughkeepsie Tapes está en la desconexión entre el asesino que el documental nos describe y el asesino que las cintas nos muestran. En otras palabras, la película cuenta mucho pero muestra poco. Y no digo "muestra poco" como si hubiera esperado que me mostraran crímenes inclusive más brutales. A lo que me refiero es que el perfil que te dan las entrevistas del mockumental es el de un genio criminal multifacético, capaz de cambiar su modus operandi sobre la marcha y que está siempre un paso delante de la policía. Pero por otro lado, las cintas encontradas nos muestran simplemente a un tipo perturbado, sádico y temperamental que secuestra, tortura y asesina mujeres... como la mayoría de los asesinos seriales de la vida real, exceptuando quizás esa obsesión con la teatralidad. En otras palabras, la película nos bombardea constantemente (al punto casi de la glorificación) con el hecho de que estamos ante el criminal definitivo del siglo XXI, pero las cintas no nos muestran nada particularmente "brillante" en sus acciones, nada que lo ponga por encima de otros asesinos seriales. Sabemos que cosas que cosas así suceden en la vida real, y no andamos tratando a cada uno de esos criminales como si fueran los Einstein de los asesinatos en serie. En resumidas cuentas, se nos cuenta mucho, y el espectador tiene que dar por hecho todo aquello que no se le muestra. Quizás no sea un problema de la trama en sí, sino del formato, pero por todo lo anterior la narrativa me resultó bastante defectuosa.

En lo que se refiere a la trama, también encontré varios problemas considerables que describiré en la zona spoiler**.

En conclusión, The Poughkeepsie Tapes es un filme que puede inquietarte y darte miedo con algunas de sus escenas, pero que en general resulta intrascendente, tediosa (sobretodo en las partes con formato documental) y con un guión torpe y pobremente ejecutado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
toapeiron
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