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Arima

Drama La vida de cuatro mujeres y una niña que se ve alterada por la llegada inesperada de dos forasteros. Uno de ellos huye del otro, escondiéndose por el pueblo como un ser huidizo, fantasmagórico y de dudosa existencia. El otro, un hombre herido y con un arma, perturbará de diferentes formas el día a día de las mujeres, en una frontera entre lo real y lo imaginado, entre la pesadilla y el sueño, entre el miedo y el deseo, en una historia impregnada de misterio. [+]
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
14 de febrero de 2020
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues por fin pude ver Arima. Después de que mis conciudadanos copasen las entradas del Cineuropa en un visto y no visto, hoy eramos cuatro gatos en la sala.

Y tengo que decir que hacía mucho tiempo que no me aburría tanto sobre una butaca. 77 minutos de puro tedio y bostezo impenitente. Sin ni siquiera una brizna de emoción, ni pulso narrativo que me alterase el mío, ni curiosidad por el supuesto enigma que me plantan delante del careto o lo que vendrá después. Qué va a venir, más de lo mismo.

Me agota esa tendencia de cierta corriente del cine autoral, donde el más mínimo intercambio de palabras adquiere el peso de gran revelación para la humanidad. Un símbolo de nuestros tiempos, imagino, donde pasar inadvertido causa más daño en el ego que el cáncer en la carne.

No será tan difícil hacer una película de sujeto, verbo, predicado. Una donde transcurridos los 77 minutos citados, tengas la sensación de que algo se te ha movido por dentro, o que incluso continua moviéndose mientras caminas por la calle de vuelta a casa, y hasta puede que, al despertar a la mañana siguiente, aún te regale algún pequeño coletazo.

Arima, a ojos de esta triste mirada, es pretenciosidad. Pero no desesperen todavía, porque a los ojos de la crítica más leída de este país, les encanta la película y auguran para su autora un futuro de fastos y laureles. Así sea. Será más bien un problema mío, que he debido de perder la función de las papilas gustativas, después de tanto garrafón y tanta comida basura.

Eso sí, sale el cine Adriano.
Duarte
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11 de mayo de 2021
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lenguaje cinematográfico, encomiable. Cámara subjetiva excesiva. Fotografía para retener. Una factura a mejor nivel que la media de los directores noveles en su primer largometraje.

Sorprendente y magnífica interpretación de Melania Cruz.

Pero, pero ,pero... Un cine sin un guion estructurado es soporífero. Inentendible para la mayoría. Es raro ver abandonar la sala al público que va a ver este tipo de cine motivado por unas expectativas que no se cumplen.

Debe haber en un guion, algunos elementos básicos, fundamentales para otorgar ese sustantivo a un texto que define un film. En ARIMA, falta lo mínimo en un guion.... (A pesar de que su directora ya fue guionista, anteriormente). Y no me refiero a lo de... "planteamiento, desarrollo y desenlace", no. Aquí no hay guion, se le han perdido demasiados escalones.
Colambre
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12 de abril de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El espectador parece encontrarse ante un thriller psicológico, pero a mi juicio no lo es, por otra parte, carece de diálogos que conduzcan el argumento por lo que cuando se intenta explicar de que va, prácticamente no es posible hacer spoiler. Cuatro mujeres y una niña en un pueblo oscuro, cerrado por la niebla a ratos y por la vegetación a otros, reciben la visita de dos hombres, uno de ellos, acompañado de dos escandalosos perros, herido y con escopeta al hombro que dice ir en persecución de otro que es peligroso, pero al que nadie ha visto, tampoco el espectador, a excepción de la niña que dice hablar con un espíritu que vive abajo. Las mujeres hablan a modo de susurros tan bajos que no se entiende nada. La película no se explica por sí misma sino por imágenes que pueden no ser lo que se ve en realidad y que acaso solo representan temores, recuerdos vagos o anhelos. En la vida, habitualmente navegamos de manera natural entre cosas que desconocemos, tan solo suponemos sobre los demás que somos nosotros cuando el punto de vista es el de los ellos. Así desde el desconcierto de la madre que se mueve entre pensamientos ilusorios derivados de sus miedos o deseos no cumplidos como el niño desaparecido que acaso solo huyó, pero el recuerdo se ha olvidado intencionadamente. Uno tiene que guiarse subliminalmente ayudado solo por los sentimientos, intuiciones o presentimientos y suponer una realidad que será solo la nuestra.

El hecho de haber sido rodada en celuloide (16 mm.) indica desde el inicio, el camino de la apuesta estética de la autora y que su entendimiento se haya de componer con lo que se ve y con lo que uno intuye o se imagina, haga quizá que no sea una película precisamente indicada para la totalidad del público, sino más bien para aquellos que buscan en el cine algo más de lo que normalmente se le ofrece.
Jesús García Peón
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28 de diciembre de 2020
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuatro mujeres y una niña junto a dos presencias masculinas (una amenazadora, otra ausente y enigmática) presiden este notable trabajo de Jaione Camborda, que se mueve bien en la parcela de lo ambiguo y lo onírico/tenebroso. Una ópera prima muy interesante y sugerente, sin duda.
kafka
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16 de noviembre de 2020
3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Nada pasa, todo ocurre

Entrar dentro del mundo de Arima es sumergirse en una vorágine de estímulos y emociones. El espectador se encuentra ante una historia nada convencional, que explora el misterio y las sensaciones. Por lo cual, esa atmósfera espiritual se impregna de principio a fin, donde lo cotidiano y lo rural se mezcla con lo fantástico y lo incomprensible. Gracias a esas cualidades, Jaione Camborda propone una historia que no tiene una resolución fácil y accesible, por lo que debe fluir sin querer encontrar el motivo en todo momento. Es decir, es más una cinta para sentirla, para escucharla, que para razonarla constantemente. Aun así, tampoco es una sucesión de imágenes inconexas, ya que el esqueleto narrativo de la película está totalmente definido y no provoca confusión en la estructura que presenta.

Por esa razón, es lógico que se comprendan los personajes que irrumpen en la escena, siendo cada una de ellas representantes de un estilo muy distinto. Esa guerra emocional se produce en el momento en el cual agentes externos aparecen en la aparente paz de la aldea. De esta manera, Camborda subraya ese influjo visceral de la naturaleza, para darle vida propia, aunque se mantenga sin movimiento. Al ambientarlo en una zona alejada de las ciudades más cosmopolitas, seduce al espectador con esa corriente de secretismo y sigilo. Es lógico que, una parte del público, pueda sentir que es un puzzle no resuelto. Pero, en cambio para otros, ahí halla su mayor fuerza, el ser totalmente imprevisible. El final tampoco busca ser una resolución fija, sino que cada espectador le otorgue el significado que mejor se plantee.

*Nadie se salva

El reparto de Arima, mayoritariamente femenino, está espectacular, formando una conexión entre ellas muy especial. En primer lugar, Melania Cruz lo aborda desde una pausa descarnada, apoyándose en matices para experimentar toda esa corriente sensitiva. Desde la primera escena se puede ver lo determinante y pulcra que es en su trabajo, interpretando desde la verdad y una sinceridad asombrosa. Es cierto que hay escenas en las que se queda un poco más en la parte externa, pero pronto entra a ese espacio onírico. Después, Iria Parada es sensual, pero alejada del estereotipo que se pueda extraer de la imagen de seductora. Su carácter fuerte y fulminante, hacen de ella un personaje enigmático. Asimismo, esa oscurantez tan complicada de expresar ante la cámara, la acoge con suavidad y la transmite paulatinamente.

Rosa Puga Davila comienza con una sencillez notoria, que va evolucionando ante un concepto distinto de la maternidad. Esos arranques de mayor fuerza, le permiten salirse de esa ingenuidad en su expresión para ir directa a una tensión muy bien realizada. De igual manera, también es un catalizador de equilibrio energético ante esa intriga constante en el ambiente. También hay que aplaudir la labor de Nagore Arias, que a su corta edad afronta su papel con firmeza. A pesar de ser una niña, sabe entrar en ese ambiente lúgubre, además de protagonizar algunas de las secuencias más estremecedoras por esa mezcla de inocencia y lobreguez. Por último, pero no menos importante, Tito Asorey, que realiza una interpretación excelente, con una fuerza y un talante espectacular. Y, Mabel Rivera que, a pesar de su corta presencia en pantalla, desprende una ternura muy apropiada como contrapeso artístico.

*La finura del llano

Para catapultar una historia tan reservada como Arima es necesario hacerlo desde una creación visual muy cuidada y única. Y así sucede. Camborda no duda en utilizar la naturaleza como principal aspecto expresivo con el que conducir toda esa energía que se transfiere en la historia. Al haber una ausencia de diálogos predominantes, la cámara ha tenido que saber captar todo ese lenguaje no verbal. Por lo cual, se navega ante una imagen muy singular, que observa detalles como un uso del color nublado, grisáceo, que ejemplifiquen la identidad del relato. De forma análoga, el revestimiento de los exteriores no queda ante el azar, sino que hay esa influencia meteorológica de la lluvia, subrayando lo imponente de la escena. La disposición de la imagen en un ambiente que parece tranquilo, pero que ya de por sí denota tirantez al expandirse en una iluminación más sombría.

El montaje de la película no busca ser dinámico e ir a un ritmo más acelerado, sino que prefiere ir a fuego lento. Por consiguiente, tiene un carácter más contemplativo, que deja al público que pueda entrar dentro y se pueda parar en los pequeños detalles. Con lo cual, no es para un público más ansioso, o que busque picos de acción más elevados. En este film se producen esas catarsis de emoción, pero de una manera más sutil y no tan directa. Al igual que el clímax hacia el final, que no llega de forma ascendente, sino, más bien, es una montaña rusa. Luego, la simbología que se ha utilizado es potente, bebiendo de la propia tradición gallega y de su conexión con la tierra. Esa mitología propia del norte de España es un vehículo estupendo para el acertijo visual que se propone.

*Conclusión

Arima es una historia distinta, una vorágine de misterios y enigmas, que se sumerge en un abanico de emociones. De esta forma, Jaione Camborda demuestra su talento en historias más crípticas, que se alejan de una realización más directa. En consecuencia, hay parte del público que le puede resultar excesivamente sensitiva, mientras que otros adorarán esta parte al dejar al espectador que complete con los estímulos que reciba. El reparto está magnífico, con una sinergia espectacular. Lo mismo sucede con la realización del film, que goza de una simbología muy cuidada y un uso artístico de la imagen sugestivo y sombrío. Un rompecabezas emocional, que encuentra su fuerza en el sentir.

Escrito por Diego Da Costa
Cinemagavia
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