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El ojo de cristal

Cine negro. Intriga Enrique mata a un hombre mayor para robarle la indemnización por un accidente de trabajo. Sin embargo, resulta que el anciano aún no la había cobrado. Intentará entonces falsificar la firma del cheque. Al mismo tiempo que la policía investiga el caso, el hijo del inspector de policía, indaga por su cuenta. (FILMAFFINITY)
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
28 de septiembre de 2012
25 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy a propósito resulta el título de la clásica película negra española de Sáenz de Heredia para encabezar este comentario, en el que un falso ojo se convierte en la clave para resolver un crimen.

La película es una adaptación notable de un relato de William Irish, cuyo verdadero nombre era Cornell Woolrich, y que es sin duda uno de los escritores estadounidenses más y mejor adaptados al cine (pensemos en "La ventana indiscreta" de Hitchcock, "La dama desconocida" de Siodmak, "La ventana" de Tetzlaff, "La novia vestida de negro" de Truffaut, etc). Especialista en el género criminal y de suspense ambientado durante la Gran Depresión, es uno de mis escritores de relatos preferidos, siendo el aquí adaptado ("Through a Dead Man's Eye", 1939) uno de los mejores. La traslación de la acción a Barcelona se realiza con bastante fidelidad al original, manteniendo las claves argumentales básicas del relato, aunque operando algunos cambios más o menos acertados.

El resultado es un filme lleno de sugerencias interesantes, pero que no llega a explotar plenamente todas las posibilidades que proporcionaba el excelente argumento de Woolrich; así, pese a que el guión es respetuoso con la historia original y reproduce los personajes fundamentales de la misma, los diálogos son en muchos casos poco naturales, y se concede una excesiva importancia a la pesquisa policial, mientras que en el relato el hilo conductor era siempre la investigación de los niños. Es precisamente cuando esta se apodera del argumento -aproximadamente hacia la mitad del metraje- cuando la película se eleva, ganando enteros hasta el final, algo que se aprecia también en la realización, que encuentra en el seguimiento del sospechoso a través de las oscuras callejuelas del Barrio Gótico y aledaños barceloneses, sus mejores momentos. Por lo tanto, es fácil concluir que el filme resulta más acertado cuando sigue el argumento original, y que flojea cuando los guionistas añaden de su cosecha algunos fragmentos (todo el crimen de la mujer, los interrogatorios policiales...), aunque tales añadidos sean comprensible para alargar la historia, que originalmente no alcanza ni treinta páginas.

Aceptablemente interpretada, destacan como suele ser habitual los niños, siempre tan naturales ante la cámara, y el inimitable Sazatornil, que compone con su comicidad reconocida a un iracundo tintorero. La fotografía cobra especial importancia y lucimiento en el tramo final, todo él nocturno y ambientado en callejas oscuras y zonas industriales lóbregas, haciendo un hábil uso de las sombras y de los ángulos. En cuanto a la música, un poco folclórica, no resulta desagradable, pero no llega a casar bien con la historia, y a veces se elige mal el momento de insertarla (como en la pelea final).

En conjunto, una película muy recomendable, tal vez algo desigual, pero que se disfruta fácilmente, especialmente en la segunda mitad del metraje, y que de paso sirve para rendir homenaje a quien fue uno de los mejores escritores de relatos de suspense -y de relatos a secas, diría yo-, un Woolrich a quien debemos mucho quienes somos tanto lectores como espectadores.
Quatermain80
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17 de marzo de 2017
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando un director se propone lidiar con el espectador en el terreno de la suspensión, una buena apuesta consiste en fichar a un narrador especialista en tales menesteres.
Con William Irish, el muy certero Antonio Santillán ha escogido para ariete de su plantilla a un gran maestro de ese género policiaco, que conviene distinguir del género policiaco de misterio. Este último es asimilable al juego de adivina adivinanza, y el primero al juego del escondite entre un culpable que conocemos y las fuerzas sabuesas.

Santillán se muestra a la altura de tal prestigioso aporte, consiguiendo plasmar una auténtica obra maestra. Su película es fiel reflejo de la maestría de Irish en idear lúcidas pesadillas con meticuloso rigor, en elaborar con maniática precisión detallista tramas y situaciones, que aquí se pone por ejemplo de manifiesto con la preciosista coartada urdida por el asesino y su posterior interrogatorio y confrontamiento con los testigos, todos ellos perfilados con esmero.

William Irish se ha adueñado del mundo de los despiertos sueños propios de la infancia en numerosos relatos que desarrolla desde el punto de vista y el protagonismo de niños involucrados en asuntos criminales.
Ejerce este tipo de narración especial fascinación, pues nos retrotrae a la inocencia perdida sumergiéndonos en un mundo calcado sobre el del clásico cuento de hadas donde es el niño quien, enfrentándose al ogro, toma por su cuenta la defensa y salvación de la familia acechada por fuerzas malvadas.
Por cierto que para el papel ogresco no podía haber mejor elección que la de Carlos López Moctezuma, famoso villano del cine mejicano. Los acertados enfoques en primerísimo plano de su expresivo rostro bastan a infundir escalofríos de mieditis.

Simple aficionado al cine, y con conocimientos asaz superficiales de las técnicas que le son afines, suelo prestar más atención al clima que se desprende de una cinta y a las meras sensaciones que provoca, que a sus aspectos prácticos.
En El ojo de cristal, sin embargo, es tal y tan llamativo el súblime uso del juego de contrastes del blanco y negro, que la fotografía adquiere categoría de personaje adicional de la película.
Ese singular protagonismo se hace sobre todo notar en el portentoso último tramo de la cinta, con el recorrido nocturno por las calles adoquinadas y las proyecciones de la sombra del ogro perseguido que se agigantan amenazantes.
En una situación inversa a la de La noche del cazador, aquí es el niño-desfacedor de agravios quien viene a afrontar en desigual duelo al asesino-dragón en su propio antro, con esa magistral secuencia en la que los dos contrincantes se retan cara a cara con el cristal desempolvado por medio.

Raro misterio insoluble / último fin del saber:
¿Cómo es posible que tal maravilla de película no haya alcanzado categoría de gran clásico?
¿Cómo es posible que el de Antonio Santillán no figure entre los nombres de grandes maestros del cine policiaco?
Larrory
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27 de febrero de 2018
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Partiendo de un relato de misterio de afamado William Irish (pseudónimo), Antonio Santillán nos presenta esta película que tiene su atractivo y que hay que ver por su lograda atmósfera, muy aconsejable para los aficionados a los relatos policíacos. El caso es que no se queda en ese género porque un grupo de niños se mete en la trama y el género entonces abarca también la aventura, la aventura con niño intrépido en un mundo de mayores, niño que es cabecilla por su gran valor, dotes de mando y enorme espíritu explorador. Así pues El ojo de cristal comprende dos caminos pero que en conjunto no se estropea, teniendo en cuenta que ambos géneros conviven perfectamente ya que cada uno cede en sus pretensiones para compensar al otro.

La propuesta es válida y razonablemente triunfa porque no he podido dejar de ver:

Un niño a lo Tom Sawyer.

Un malo de mirada inquisidora, gabardina y sombrero que sirve como máximo exponente del cine negro.

Una música de punteo de guitarra que me trasladaba a la cítara de Anton Karas.

Una excelente fotografía para los contrastes.

Unas calles de Barcelona, empedradas y ocultas en la sombra que me recordaron a la Viena de Anton Karas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
floïd blue
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27 de marzo de 2014
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Enrique y Clara son una pareja de estafadores que intenta, por todos los medios posibles, hacerse con un valioso cheque de la compañía en la que ella trabaja. Las cosas se complican para los dos cuando Enrique mata al verdadero propietario del cheque y un inspector de Policía comienza a investigar el caso.
Junto a aquella terna magnífica (Nieves Conde, Coll y Forqué) e injustamente olvidada, comenzó también su andadura en el género negro español Antonio Santillán. Aun siendo el director que más lo cultivó, "El ojo de cristal" no pasa de ser una película interesante. Santillán aplica con acierto los clichés clásicos del cine negro americano pero presenta, a mi entender, una trama demasiado simplista y de evidente y casi empalagosa resolución. Es todo tan palmario y estereotipado que el espectador nunca se ve sorprendido. Tampoco la inclusión de los niños ayuda (sólo trabaja bien el hijo del sastre), más bien se convierte en un lastre para la película.
En "El ojo de cristal" hay un loable intento de homenajear al cine negro americano, pero se queda sólo en eso, en un correcto homenaje. El espectador lo agradece pero no ha sentido emoción alguna, no se involucra. Somos casi tan fríos como el niño de la película ante el peligro.
el chulucu
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28 de febrero de 2018
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El encabezado de esta reseña se me antoja elocuente como una de las teorías que viene a confirmar el dicho popular que alude a los genes que heredan los hijos de sus padres, que a veces pueden influir en su carácter según la forma en que es educado, como cuando pretende emular el comportamiento de su progenitor. Por otro lado se aprecia en el film, el espíritu de una época, un determinado retrato social con un genial “Saza” en el marco de una Barcelona de los años cincuenta, una radiografía un tanto sórdida con paisajes lúgubres e inquietantes. Todo ello en una amalgama de géneros que va desde el policíaco catalán que seguirían otros autores al thriller negro, desde la aventura infantil a la comedia de costumbres, desde el drama laboral y la angustia familiar hasta la intriga más desasosegante. Santillán de la la mano del inefable productor Ignacio F. Iquino en coproducción con México, crean un film estimable de una tipología reconocible en los bajos fondos de la sociedad.

Basada en el relato “A través del ojo de un muerto”, un estupendo cuento de William Irish (Cornell Woolrich), famoso escritor de “La ventana indiscreta” de Hitchcock o “La dama desconocida” de Siodmak. Trama en la que el hijo de un inspector de policía cuya carrera profesional está en peligro, se involucra en un misterioso crimen para ayudarle a resolverlo y aliviar la precaria situación paterna por no haber resuelto otros casos. A partir de un amigo cuyo padre tiene una tintorería, llegará a sus manos un ojo de cristal como indicio del caso. El resultado es un relato originalísimo, donde casi interesa más la odisea del niño metido a detective que el carácter del villano, que detrás de sus buenos modales sociales, esconde una incontenible codicia y un instinto criminal. Narrada con ritmo fluido y ameno, goza de una excelente iluminación expresionista y una fisicidad apabullante en la creación de sus personajes y los escenarios de la urbe.

El retrato doméstico de la familia del policía, el tono jocoso y peculiar del propietario de la tintorería, el de la portera y los vecinos del inmueble de la novia del sospechoso, el bar, el kiosco, los tranvías, la estudiada y minuciosa coartada, los detalles colaterales, son presentados por el director de forma muy personal engarzándolo con lo que antes he descrito, un prodigio de variedad y emociones diversas. Es también un paseo por la Barcelona menos atractiva de fábricas abandonadas y cochambrosas, de olor a humedad, de pasadizos y calles desiertas. Otra joya casi desconocida de nuestro cine español a reivindicar, ante tanta basura que nos llega desde fuera, que deslumbra a tanto incauto y advenedizo que acostumbra a deleitarse y encumbrar mediocridades, sorprendido con tanta traca de feria aparatosa e inane.
EL ALBATROS
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