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The Possession Experiment

Terror Un estudiante decide hacer un experimento para su clase de teología intentando contactarse con fuerzas sobrenaturales. Pero nunca espera que espíritus oscuros también quiera encontrarse con él. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
26 de marzo de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de terror suele estar lleno de películas que partieron de premisas brillantes que fueron mal ejecutadas, este es el caso de ‘The Possession Experiment’, una película cuya premisa se agotada muy temprano y se convierte en un aburrimiento sofocante.

La película inicia con un prólogo donde se realiza un exorcismo en medio de una sesión espiritista en el sótano de una casa, de pronto la persona poseída se torna violenta y ataca a todo mundo, logrando apenas escapar el camarógrafo que registraba el hecho.

Algunos años después, un estudiante decide realizar un trabajo de investigación acerca de las posesiones, recibiendo como material de apoyo precisamente el vídeo ya comentado, decide visitar el lugar de los hechos, donde se le ocurre la idea de buscar fondos por internet para llevar a cabo su investigación: hacer una sesión para poner su cuerpo al servicio de entes demoníacos y mostrarlo todo en línea a sus sponsors.

La película falla desde el mismo inicio, no consigue generar una atmósfera adecuada ni el clima propio de una sesión de exorcismo, pero por lo menos consigue volverse inquietante apenas algunos segundos.

Luego ya nada funcionará, la puesta en escena es inexistente, las actuaciones irrisorias y los efectos sonoros molestos por demás, en una película que no confía en el género y sus alcances y desarrolla su historia de una manera convencional.

Al final poco importa si se llevó a cabo la posesión o no, el abrumante aburrimiento que genera la película es proporcional al desinterés que se ha acumulado al llegar al final del metraje.


http://tantocine.com/experimento-exorcista-de-scott-b-hansen/
Quique Mex
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15 de noviembre de 2023
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Si alguno de los pocos a quienes considero mis amigos intentara engarbarme en un proyecto de la misma naturaleza que el del protagonista de la película que nos ocupa, el guapísimo de ojos azules y seductora sonrisa, el actor y cantante Chris Minor, no me quedaría más remedio que quedarme sin palabras. Ante tal desatino, seguramente plantearía cualquiera de estas opciones: A) si no tuviese pareja, le sugeriría buscar una (o uno); B) derivarlo a un colega, psicólogo o psiquiatra; C) decirle que esperarse a que yo realizara un curso de exorcismo y liberación en el Vaticano, D) llevado por la conciencia de no dejar solo a mi fumqdo compañero, me aventuraría con él, previa contratación de un seguro, siempre que la póliza cubriese las posesiones, y llevarme unos cuantos recambios de calzoncillos limpios en la maleta.

Chistes aparte, cualquier director como Scott B. Hansen, que solo contaba con un cortometraje de 8 minutos protagonizado por Danny Trejo, como única experiencia previa en dirección antes de su primera incursión en el largometraje, no solo se atreve con el terror, sino que además se adentra de lleno en el complejo campo de las posesiones. Entre los cientos de filmes realizados sobre el tema, no tengo constancia de ninguno que pueda mirar todavía a los ojos a Friedkin, ni siquiera de puntillas. Por lo tanto, no se puede negar el valor de Hansen, ni tampoco su humildad para no caer en pretensiones. Hay que reconocer que, ante la inmensidad de variantes, tópicos y clichés que se han explotado en el mundo de las posesiones, Hansen es hábil al dar, o al menos hacernos creer, un toque de originalidad a su planteamiento.

Un atípico, pero aplicado, alumno de una clase de teología, llamado Brandon (Chris Minor), está tan implicado y decidido con su tesis sobre la existencia del demonio y el debate respecto a la cuestión del bien y del mal (más que un servidor), que decide, aun las advertencias de su ecosistema social de relaciones (profesor, familiares...), mostrar la realidad de la posesión en sus propias carnes. Lo cual, de por sí, ya crea un rollo bastante malsano, picando la curiosidad del espectador. Éste se identificará por lo menos con alguno de los compañeros que irán de la mano de Brandon hasta el final, ni que sea manteniendo una distancia operativa de anclaje en la realidad ante lo increíble nouménico que se manifiesta con la posesión. Por ejemplo, la estudiante de medicina que actúa como asistente médico en el experimento (Leda), o Clay (interpretado por Jake Brinn), quien se encarga de la cámara.
Éstos no son solamente colaboradores, supuestamente pagados —se lanzan a un «crowdfunding» en las redes sociales, donde también pretenderán hacer viral el experimento, y reunir los 10.000 dólares necesarios para llevarlo a cabo—, sino que también se presentan como (o evolucionan a) leales amigos, que harán todo lo posible por Brandon en el caso de que las cosas se tuerzan.

Este enfoque que nos parece tan atractivo y novedoso de entrada es tan falaz como inconsistente por dos razones fundamentales. En primer lugar, ¿a quién se le ocurriría, en caso de que fuera realmente posible y veraz, prestarse para ser poseído por uno o varios demonios con bastante mala leche, solo para probar una tesis? Ojalá mis alumnos de bachillerato tomaran tan en serio sus trabajos de investigación.

El segundo error fundamental es plantear que los asuntos relacionados con Dios o el demonio sean materia de laboratorio. Hasta donde yo sé, la teología, como rama de la filosofía, no utiliza el método científico en su hermenéutica ni en su forma de aproximación a la realidad como objeto de estudio.
Otro desacierto de Hansen, considerando lo delicado de las posesiones, fue querer demostrar a toda costa su capacidad para el «multitasking», es decir, meter mano en demasiadas cosas: dirección, fotografía, guion (que comparte con Mary J. Dixon), e incluso incursiones en la edición. Ya saben el dicho: «quien mucho abarca, poco aprieta». Al hombre solo le habría faltado interpretar al propio demonio.

No es sorprendente que, atendiendo a tantos frentes, algo de la cena se le quemara a Hansen: el montaje, la dirección de actores, y un guion poco consistente que termina descontrolándose, así como unos diálogos que, teniendo la fantástica oportunidad de situarse en el contexto de una Facultad de Teología y un exorcismo fallido que sucedió hace 20 años, desaprovechan la imperiosa necesidad de elaborar un debate más interesante y profundo en el aspecto religioso, lo cual habría enriquecido la calidad del metraje.

No estoy seguro de si creer en la tesis del bajo presupuesto; hay indicios que la respaldan y otros que no. Por un lado, elementos como la multifunción de Hansen o los actores poco conocidos, sugieren que no andaba muy holgado de «cash». Sin embargo, la presencia, aunque breve, del reconocido actor Bill Moseley, una banda sonora muy bien elaborada y de calidad por Dirk Ehlert, con la orquesta, y la participación de múltiples productores, no apoyan tal posibilidad.

Aunque los patrocinadores pudieran aportar cantidades relativamente pequeñas, incluso si hay evidencia concreta de ello, podría darse la coincidencia de que el «crowdfunding» dentro de la película refleje de manera diegética y metafórica el proceso de producción por parte de Hansen. Un curioso paralelismo entre la narrativa del filme y los desafíos reales de financiar un largometraje en el mundo del cine independiente, donde los recursos suelen ser limitados y los creadores a menudo tienen que ser ingeniosos y multifacéticos. De todos modos, si ese fuera el caso, no solo se podrían achacar los fallos a la falta de recursos económicos. Los errores suelen ser una combinación multifactorial de restricciones presupuestarias y decisiones creativas y artísticas que contribuyen a dar al traste con el asado.

Dicho esto, a pesar de garrafales y descarados errores, el producto final es mucho más digno y provechoso que otras cintas de reciente producción,
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jordirozsa
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16 de febrero de 2021
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llena hasta las entrañas de clichés del género y actuaciones estereotipadas hasta la médula ósea que harán que el respetable se pregunte porqué pierde tiempo con estos productos.

Embustera definición de su directiva, deja caer algún plano llanamente aceptable, pero el ojo de cámara no alberga ninguna sorpresa. No veo esfuerzo, es más; los primeros planos con los que se defiende, tienen lugar en un inicio que vende algo más que su perezoso nudo.

Un guión sin gracia ni labor, sin alma y sin peso narrativo, plantea... o mejor dicho, plagia cierta secuencia gore facial, diremos, y en su tercio final exibe una serie de imágenes escarbosas que son servidas con montaje ultrarápido que me llama más la atención que lo visto anteriormente.

Se puede hacer serie B, sin tener que hacer guiños a Freddy Krueger, con mejor calidad, sin necesidad de iniciar búsqueda y probar suerte con estas mierdas.

De nuevo reitero... ahorráos tiempo. Por vuestra salud.
Ivan CV
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15 de octubre de 2016
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al principio no tenía muy buena pinta, luego, hay un punto en la película que revela la tesis del experimento y me pareció interesante y hasta dije, oye pues tiene buena pinta, pero luego una vez pasada la escena del sótano y la ouija, la película no tiene nada de nada.

Cosas que me gustaron; la idea, poco más. Las actuaciones del chico protagonista y su cara de guapo, la chica que también lo hace bien. Poco más. Lo que no me gustó; cómo destrozan esa idea sin casi sacarle provecho, las actuaciones de muchos de los actores bastante flojas. Y algo que siempre que puedo comento; la música, en la escena del primer encuentro entre los chicos y la chica está demasiado alta para prestarle atención al diálogo y demasiado baja para poder prestarle atención a la música, total, un despropósito. Cuando pasa es en una película se nota a la legua que es de bajo presupuesto.

Y eso es lo que tenemos aquí, una película reguleras de bajo presupuesto que debió salir solo en DVD o algo así porque ta me dirán. Si tuviera que comparar con la música esta película lo haría con el álbum de Los Delinqüentes , «Arquitectura del aire en la calle», un disco pues eso, reguleras. Si quieres saber qué tema escogí ve a mi canal de YouTube, busca esta crítica y podrás oírlo. Encontrarás mi canal en mi perfil de FilmAffinity.
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