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Saraband (TV)

Drama Treinta años después de divorciarse, Marianne, obedeciendo a un impulso repentino, visita a Johann, que ahora vive retirado en su casa de verano en la isla de Dalarna. Continuación de "Secretos de un matrimonio" (1973). (FILMAFFINITY)
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Críticas 58
Críticas ordenadas por utilidad
13 de diciembre de 2006
121 de 131 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mí lo que más me gusta de esta película es su sinceridad. Es como si Bergman cogiera un cuchillo y se abriera en canal. Va al grano. Su existencia se marchita, no cabe duda de que le queda poco (nació en 1918). Y él recapitula. Siempre nos ha ofrecido profundas reflexiones sobre los temas que le interesaban, siempre ha tratado de dejar constancia de su conflicto interno. Ha tratado de ahondar en nuestros miedos, en nuestra naturaleza liviana y caduca, en los pretextos que buscamos ante lo inexorable. La muerte acojona y Bergman protesta ante nuestra ignorancia; busca y, como no puede ser de otra forma, no encuentra. Con las relaciones de pareja igual. Me da la sensación (por anécdotas leídas aquí y allá, no soy un conocedor de la vida privada del director) que este tipo es un ser torturado por su propio carácter y por la importancia que siempre le ha dado a la reflexión y a la búsqueda de algo que es inaprensible. Desde luego veo notas de su carácter en fresas salvajes (ahora, con perspectiva y después de ver Saraband, compruebo la madurez de esa cinta), en Secretos de un matrimonio... Creo que Bergman es una bestia en constante lucha consigo mismo. No ha conocido la paz, ha buscado en el cine una terapia, un exorcismo. Y creo que al final (de la cinta y de su ciclo vital) lo que nos dice es que no hay nada más. Que en nuestra propia aceptación está el consuelo (no, tampoco). No sirve de nada la culpa, la religión, la búsqueda de algo de luz en nuestra propia conciencia... pese a que no podamos esquivar el constante examen de nosotros mismos.

Pero Bergman al final nos deja el camino abierto. El amor. Sí, el amor imperfecto (el ser humano no es capaz de otro). Amor como dolor por una pérdida, como el vacío de un reencuentro o un desencuentro permanente, amor que nos hace dudar, que no nos deja libres... Amor como necesidad imperfecta de una caricia. El amor está en la madurez, en la dulzura. Pero hay otro amor que es el mismo, o surge del mismo sitio, un amor que nada tiene que ver con lo que el cine nos plantea habitualmente, un amor tan agresivo, obsesivo y egoísta como cualquiera de nosotros. No hay conjura posible en el análisis, no hay solución en plantear las cuestiones como lo hace Bergman. Sólo vale tratar de fundir el odio y el amor y que convivan e interactúen como dos músicos condenados a entenderse en una sarabanda.
Bloomsday
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13 de mayo de 2006
56 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escrita y dirigida por Ingmar Bergman para la TV, fue rodada en video de alta definición y transferida a soporte digital. El realizador se opuso al transfer a celuloide de 35 mm para evitar mermas de calidad de imagen y sonido. Rodada en Suecia y producida por Pia Ehrnvall, se estrenó el 1-XII-2003.

La acción tiene lugar en el condado de Dalarma (Suecia), poblado de bosques, en 2002/03, a lo largo de unas tres semanas. Narra la historia de Johan (Erland Josephson), profesor universitario jubilado, de 86 años, que pasa el verano en su casa de campo. Inesperadamente recibe la visita de una antigua esposa, Marianne (Liv Ullmann), abogada, separada, de 63 años, a la que no ha visto en los últimos 30/32 años. La visita se prolonga unas semanas, lo que involucra a Marianne en las relaciones de Johan con su hijo Henrik (Borje Ahlstedt), de 61 años, prejubilado, y en las de ambos con Karin (Julia Dufvenius), de 19 años, hija de éste y de Anne, fallecida de cáncer dos años antes.

La película explora los sentimientos que anidan en una familia (abuelo, padre viudo e hija). El padre, Henrik, se debate entre el recuerdo angustiado de su esposa, a la que le unió un gran amor correspondido y las ansias de dominio de su hija, a la que mantiene sometida como profesor, padre y amante incestuoso. El abuelo, rico, excéntrico y solitario, profesa un odio inveterado al hijo, con el que mantiene una pugna pertinaz por la conquista del afecto de Karin. Marianne, cogida de improviso entre fuegos cruzados, actúa como confidente imparcial y amortiguador de las tensiones. Karin, joven e inexperta, sufre la presión y los abusos del padre y las intromisiones del abuelo, que más que mirar por ella trata de derrotar al hijo en el terreno que más le duele. Anne, la esposa y madre admirada, omnipresente en el recuerdo, interviene a través de una carta que dirigió a Henrik poco antes de morir. La Srta. Nilson, sirvienta del abuelo, sin aparecer en escena, va sujetando las riendas que le permiten dominar a Johan, aislarlo del exterior y someterlo, a la manera del protagonista de "The Servant" (1963), de Losey. A lo largo del relato se hacen presentes las obsesiones de Bergman por la religión, los escrúpulos luteranos, la proximidad de la muerte, la fascinación por la mujer, la incomunicación, el amor de pareja, el afecto padres-hijos y la soledad inevitable. Son escenas destacadas la del reencuentro en la cama de Joahn y Mairanne, la huída de Karin por el bosque y la decisión de ésta de proyectar por si misma su propio futuro.

La música reúne obras de Bach, Bruckner y Brahms. La fotografía muestra preferencias por los primeros planos, los rostros, el claroscuro y los colores crema y marrón. El guión construye un relato apasionante y vibrante. Las interpretaciones principales son magistrales. La dirección exhibe maestría, madurez y sabiduría.

La película constituye una sinfonía de sentimientos humanos encontrados, contradictorios y en pugna por el domino de los demás.
Miquel
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8 de septiembre de 2009
40 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primero fue la angustia existencial:

Es tan dulce y amargo, en las noches de invierno,
escuchar, junto al fuego que palpita y humea,
elevarse despacio los lejanos recuerdos
al son de carillones que cantan en la niebla.

¡Dichosa la campana de cuello vigoroso
que, pese a su vejez, saludable y alerta,
lanza al cielo fielmente su gritar religioso,
como un viejo soldado que velara en la tienda!

Mi alma está quebrada, y cuando por hastío
quiere poblar de cantos la noche y su aire frío,
a menudo sucede que su aliento apagado

semeja el estertor de un herido olvidado
junto a un lago de sangre, bajo un lecho de muertos,
y que muere, inmóvil, entre inmensos esfuerzos.

[La campana quebrada, de Charles Baudelaire]

===

Luego fue la lucha de cerebros, con el puñal de Strindberg en la mano.

===

Y vino el testamento de Ingmar Bergman:

“Pienso mucho en la muerte últimamente. Pienso: Un día pasearé por el bosque hacia el río. Un día otoñal, con niebla, sin viento. El silencio es absoluto. Entonces veo a alguien en la puerta. Se acerca a mí. Lleva una falda vaquera azul… un abrigo azul… Va descalza y tiene el pelo largo y liso. Camina hacia mí. Anna [Ingrid] camina hacia mí, cruza la verja. Y me doy cuenta de que estoy muerto. Entonces ocurre algo extraño. Pienso: ¿Es así de fácil? Pasamos la vida preguntándonos sobre la muerte y lo que hay después y al final sólo es eso. Con la música puedo atisbar la idea. Brevemente, como en Bach.”

En ese punto el espectador, junto a Marianne, tiene la sensación de haberlo comprendido.

===

Ingmar Bergman sabía que estaba ante su última gran obra. Mitad Próspero, mitad Calibán, cerró su círculo mirando al infinito.
Servadac
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8 de noviembre de 2008
27 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) El personaje de Liv Ullmann, Marianne, nos anuncia en el prólogo, ante cientos de fotos sobre una gran mesa, su inminente viaje al reencuentro (30 ó 32 años sin verse) de su anciano exmarido, Johan, profesor jubilado que vive retiro de ermitaño en un apartado bosque.
En el epílogo, de nuevo ante el mar de fotos del que entresaca una, repleta de significado, se volverá a dirigir a nosotros, con acentos profundamente conmovedores.

Durante el viaje ha descubierto un asunto muy turbulento en el entorno de la gran cabaña del bosque: en casa cercana se ha instalado con su hija Karin el hijo viudo del anciano, Henrik. La relación entre padre e hija es posesiva, desigual, perniciosa. El enfermizo Henrik acapara a Karin, limitando su autonomía y coartando la libre elección de su destino vital.
Marianne, abogada experta, se encontrará supervisando el problema con discreción, aunque sobrecogida.

Entre prólogo y epílogo quedan comprendidas diez escenas, cada una conteniendo un diálogo entre dos de los cuatro personajes. La extraordinaria sucesión de diálogos sirve de esqueleto al planteamiento-nudo-desenlace, no sin tensiones y desgarros, en intensa progresión dramática: crisis conyugales, infidelidades y celos, furibundos odios paternofiliales, soledad, rencor y locura, aislamiento y orgullo, muerte latente… Un amplio repertorio de conflictos humanos, tratados con una emoción templada y serena que propicia gran hondura.


2) Un quinto y capital personaje, Anna, muerta hace sólo un par de años, aparece reiteradamente en una bella fotografía, un evocador retrato. Su presencia-ausencia constituye el núcleo vacío en torno al que giran las órbitas de los personajes, alguna de ellas enloquecida, saturnina alguna otra.


3) La alta definición televisiva permite a la penetrante cámara apurar los registros expresivos de los actores:

-Julia Dufvenius (Karin) despliega con impresionante energía el ímpetu juvenil exigido por su personaje.
-Börje Ahlstedt (Henrik) compone al pusilánime que alberga una demencial bomba de odio. Escalofriante la transformación facial en la escena de la iglesia.
-Erland Josephson (Johan) exhibe una intimidatoria severidad, llegado el momento. En la biblioteca, una lámpara de escritorio dibuja cada pestañeo de crueldad en sus ojos.
-Liv Ullmann (Marianne) ofrece numerosos primeros planos que son paisajes anímicos tan dulces, serenos y misteriosos como el más sublime de los bosques.


4) Como caminante capaz de recorrer a ritmo reposado largas distancias, un Bergman octogenario administra magistralmente su sabiduría. La ejerce en la suma de los lenguajes en juego: teatral, televisivo, cinematográfico, literario, luminotécnico, actoral (y elección musical: Bach sonando en violoncello y en órgano; Bruckner, tempestuoso)… En todos ellos coloca cada átomo creador con arte y medida prácticamente perfectos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Archilupo
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3 de abril de 2006
33 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que me gustaría comentar es que para desgracia de la Humanidad, este es el tipo de films que le agrada rodar a Bergman (Gritos y susurros, Persona, La vergüenza, etc.) consiguiendo desigual resultado en sus propuestas, a no ser claro, que te dejes llevar por la peligrosa inercia de ser fan de alguién.

Cuando Bergman filmó la que para mí es su mejor película (Esas mujeres) y que fue la primera en la que usó el color, nos mostró de manera incontestable que es un maestro del humor, regalándonos una simetría visual asombrosa y vanguardista, una historia cómica a más no poder y una fotografía genial. Pero a Bergman no le va mucho ese rollo. Prefiere perderse en la psique humana y ser un tío coñazo. Y a veces acierta al conseguir mi interes por alguna de sus propuestas. Saraband es una de ellas, aunque como bien dice nuestro querido colega Josep (incluido en mi lista de amigos desde tiempo inmemorial) el guión no está demasiado conseguido porque tiene más lagunas que Finlandia.

A pesar de ello los combates dialécticos y las interpretaciones que los acompañan puede decirse que son mejor que buenas.

Liv Ullmann vs Erland Josephson: abren y cierran la velada pugilística. Buen comienzo: la vehemencia de su ex, su expresividad, algún plano que otro... pero sobre todo la mujer que mejor envejece del mundo: Liv Ullmann, y por descontado una de las mejores actrices si no la mejor que ha dado el mundo del cine. Un reencuentro bonito y sentido. El segundo y último encuentro es tierno y desgarrador. Muy bien en los dos.

Liv Ullmann vs Julia Dufvenius: emotivo desde la razón. Un casi monologo de la joven actriz que pasa nota sin dificultad. Mejor la segunda vez.

Julia Dufvenius vs Börje Ahlstedt: más flojo el primero (cuasi monologo de cama del padre a su hija), mejor el segundo por la actuación de los dos y por lo que Bergman insinúa de la relación padre-hija.

Liv Ullmann vs Börje Ahlstedt: aparantemente inocente y con un comienzo respetuoso, gira en un segundo hacia la vehemencia más soez y desagradable. Muy bueno.

Erland Josephson vs Julia Dufvenius: abuelo y nieta decidiendo el futuro y aprobando con nota.

Erland Josephson vs Börje Ahlstedt: el mejor de todos. Los dialogos son del más puro Bergman. Hirientes, desagradables y sinceros. El padre noquea al hijo con la maza de Thor.

Resumiendo. Que fiel al estilo que más le gusta, nos regala uno de sus últimos films. El guión falla pero no los dialogos. Curioso, verdad? Un saludo.
Txarly
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