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Boudu salvado de las aguas

Comedia Un vagabundo se tira al Sena desesperado por la desaparición de su perro, pero un librero le salva de morir ahogado y le acoge en su casa. (FILMAFFINITY)
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Críticas 22
Críticas ordenadas por utilidad
20 de mayo de 2006
59 de 76 usuarios han encontrado esta crítica útil
"No es resultado de un sondeo, sino de un sentimiento personal: Jean Renoir es el cineasta más grande del mundo."
François Truffaut.

Maravilloso film de Jean Renoir. Boudu se ha convertido ya en uno de mis héroes por antonomasia. Es un vagabundo, sí, pero afortunado. No le importa la vida miserable que lleva porque él es libre como nadie. Irónicamente, al perder al chucho que era su mejor amigo, decide lanzarse al Sena ejerciendo ese uso de la libertad para poner fin a su vida, pero el señor Lestingois no lo permitirá y lanzándose al rescate proporcionará a Boudu una muestra de los encantos burgueses.

Boudu representa el ideal de su especie. El arquetipo de vagabundo anarquista y loco a su manera que hace y deshace a su antojo. El pulso también ácrata que le imprime Renoir a la cinta me dejó perplejo. Los actores parecen poseer una total libertad de movimientos dentro del limitado encuadre. Nunca unos espacios tan cerrados me han parecido tan abiertos. Observar cómo se mueve Boudu es desternillante la mayoría de las veces.
Los diálogos son exquisitos y poseen una acidez y un sarcasmo aplastantes. La hipocresía, mostrada de manera elegante y creíble, es uno de los ejercicios más difíciles de transmitir en el cine, en el teatro, en la vida...
Boudu es impetuoso, simpático, verdadero, anarco, chistoso, vago y cruel. Nunca me había topado con una caracterización tan buena, y desde hoy, Boudu formará parte de mis ídolos cinematográficos.

Tanto la secuencia del coche en el parque como la de la mesa y el billete de lotería me hicieron soltar tales carcajadas que no recuerdo cuando fue la última vez que una película consiguió sorprenderme de esta manera. Parece obvio que la genética ha realizado su trabajo con Renoir hijo. Brillante película en la que se confunden el brío anarquista del rodaje del director con el brillo acrata y filosófico del señor Boudu.

Recomendable para cualquiera con ganas de reír y para amantes del cine en general. 9.5

-¿Y qué es lo que vende en este almacen?
-Libros. Soy librero. ¿Sabe vd. leer?
-Bueno, un poco. Sólo las mayúsculas.
Txarly
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12 de septiembre de 2011
38 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
El zar estaba muy enfermo. Los más eminentes sabios y doctores se mostraban incapaces de curarlo. Presa de la desesperación, prometió la mitad de su riqueza a quien lo consiguiera. Un día, un trovador le prescribió una medicina infalible: debía vestir la camisa de un hombre feliz. Los emisarios del zar recorrieron el mundo en busca de alguien que cumpliera el requisito. Al fin, después de innumerables viajes sin fortuna, dieron con él. El hijo del zar ordenó que trajeran la camisa y le ofrecieran a cambio al hombre feliz todo aquello que pidiera. La corte se aprestaba a celebrar la recuperación del gobernante. Pero cuando los emisarios entraron en palacio:

- ¿Dónde está la camisa del hombre feliz? –preguntó el hijo del zar–. ¡Mi padre ha de vestirla!
- Alteza –contestó abatido el jefe de los mensajeros–. Boudu no tiene camisa.

===

En esta cinta conviven el campo y la ciudad, el instinto natural y la retórica, el verbo florido y el descaro. Es una fábula irónica y feliz, con la que Renoir dibuja una sonrisa alegre en el espectador. Todos los actores parecen encantados de representar sus papeles respectivos.

La primera vez que vemos a Boudu, está cerca de un río y sin domesticar. Carece de ataduras. El buen burgués lo “salva” de las aguas. Trata de trasplantarlo al mundo de lo socialmente hipócrita y correcto. Lo enjaula dentro de su casa, una casa llena de palabras rimbombantes, con las paredes empapeladas de respetabilidad (la puesta en escena es exquisita). Boudu se mueve como un pájaro libre en una jaula, incluso levanta las piernas para volar debajo del dintel…

El buen burgués, erre que erre, se empecina en ponerle una camisa.

===

Y llega el río nupcial. Con El Danubio azul, sentimos que el viaje de Boudu ha concluido…

Entonces, Renoir nos regala un plano fluvial e inolvidable (*). Un giro formal que marca una inflexión en el destino del protagonista. Un pequeño cambio de preposición en clave cinematográfica: Boudu salvado ‘por’ las aguas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Servadac
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31 de marzo de 2010
27 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Renoir ofrece una interpretación mitológica de lo que vemos desde el cartelón de “inicio” con ese sátiro, esa muchacha y esa flauta libidinosa. Y lo contrapone luego a un busto de Voltaire –gentilhombre ilustrado, santo y seña del enciclopedismo, el orden racional y el buen gobierno–. Y así todo. Fábula sencilla y evidente, de ágil digestión. Más predispuesta a la chanza y algarabía que la reflexión dramatizada con pretensiones aleccionadoras.

Una sociedad sumida en fuerzas contradictorias; báquicas por un lado, consuetudinarias por otro. El patadón y tentetieso al progreso y las costumbres de cuño urbanizante es de una sutileza inexistente, como digo, pero tiene en Boudu el foco de un buen número de gags sobre el desorden, la distracción y el revolcón.

La comedia se entrelaza con la delación (típico recurso del realismo poético francés) de la doble moral del comerciante Lestinguà –doble moral burguesa, ilustrada y matrimonial, por extensión– que bajo su pátina de condescendencia indulgente oculta la hipocresía del “sí, pero no” o el “Don Juan, Don Juan, la puntita nada más”.

Al final, Boudu debe escapar en un chapoteo "chaplinesco" y ahí Renoir se desmelena con la cámara entre las zarzas, los juncos y las hojas de parra. Puesta en escena se llama eso, lo menos.

Y es que en el montaje y la inserción de planos de condición casi documental (la perspectiva objetiva mezclada con humor son características del cine de Jean Renoir) es donde llama la atención la película por su mezcla de plano corto, montaje escaso y habitación cerrada (muy teatral todo, muy del ´35) con otros momentos donde la cámara sale de los interiores, se echa a la calle, pregunta qué hay en el segundo término y respira el oxígeno y la naturaleza de un campo que en Renoir siempre se siente húmedo, palpitante y –de familia le viene– impresionista.
Bloomsday
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3 de agosto de 2011
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) El argumento concuerda con el lado iconoclasta que Renoir tuvo siempre.
En dura y sarcástica burla, la filantropía queda ridiculizada, filantropía vista como virtud pomposa con que el burgués adorna su autocomplacencia; retórica, abstracta, sacada de la Ilustración enciclopedista, formulada con florido y pomposo verbo.

2) Boudu es un ‘buen salvaje’, con más de lo segundo que de lo primero. Se le supone incorrupto, sin contaminar por los códigos burgueses, creados en gran parte para guardar apariencias.
Vive en los parques parisinos, borracho, intercambiando pulgas con su perro Black. El fiel compañero se pierde y Boudu, desesperado, se tira al río desde un puente. Constituye un espectáculo para la muchedumbre, aglomerada en las barandillas.
Sólo el orondo librero, empujado por su novelesca filantropía, se lanza a salvarlo, y luego a intentar educarlo y convertirle en un burgués ‘comme il faut’, porque no le ha sacado del arroyo sino del caudaloso Sena.

Pero la magnitud de la fuerza a domesticar será mucho mayor de lo supuesto. Para empezar, Boudu da rienda a su interés sexual por todas las mujeres de la casa, con la misma naturalidad que usa para comer con los dedos y dormir en el suelo. Y pilla a la primera todos los trapos sucios de su benefactor.

3) El libreto es para lucimiento del actor, Michel Simon, que puso el dinero. Recrea al clochard con recursos histriónicos.
La partitura visual, la pasión de las imágenes, la pone Renoir por su cuenta.

Esa pasión la percibimos, por ejemplo, en el momento puramente surrealista de la “condecoración”, tratada con toda la ambigüedad que ofrece el término, mediante una elipsis de orfebrería, una joya gramatical. Al ver esa transición desde el grabado de un corneta, colgado en la pared de un dormitorio bien caliente, hasta la algarabía de la banda musical que en la plaza vecina festeja dicha “condecoración”, se apreciará cuánto arte cinematográfico hay en secuencias así.

Donde la pasión filmadora de Renoir se despliega a sus anchas es en las tomas del río, llegando al final. El modo en que la cámara se mueve sobre la corriente, entre juncos, merenderos, lentas barcas y ráfagas de las orquestillas, el mundo de tantas pinturas de su padre, satura de palpitación los planos y capta el instante con una intensidad que sobrepasa por todos lados el marco argumental: la vida se infiltra en la pantalla.

Conservar en el montaje esas tomas, que tienen otro ritmo y pertenecen a otro nivel, es una gran audacia, un gesto de modernidad que prefigura la obra maestra del impresionismo cinematográfico, “Une partie de campagne” (1936).
Archilupo
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9 de febrero de 2006
24 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia dirigida por Jean Renoir, segundo hijo del pintor August Renoir. Basada en la obra teatral de René Fouchois, que incialmente repudió la película para posteriormente mostrar su aprecio por ella. Se rodó en exteriores de París y alrededores y en los estudios sonoros Éclaire d'Épinay. Se estrenó el 11-XI-1932. En 1986 Paul Mazurski dirigió "Un loco suelto en Hollywood", pobre remake de la película de Renoir.

La acción tiene lugar en París y alrededores en 1932. Narra la historia de un vagabundo, Boudu (Michel Simon), anárquico, enemigo de las normas, ansioso de libertad, espontáneo, primario, ignorante y analfabeto, de unos 35 años. Se alimenta de lo que recoge para comer de la gente que almuerza en los parques y jardines. Duerme al raso. No trabaja, porque no quiere compromisos y le complace la indolencia. Vive al día, sin previsiones y sin dependencias, con la sola compañía de su perro Black, de pelo negro y rizado, hasta que éste le abandona para siempre en busca de un amo mejor. El disgusto por la pérdida de su único amigo le lleva a echarse al Sena con propósitos suicidas. Un librero que le observa, le salva la vida y le invita a residir en su casa.

La vida burguesa, convencional y reglada, de Edouard Lestingois (Charles Grandel), su esposa (Marcelle Hainia) y su sirvienta Anne Marie (Severine Lerczinska), entra en conflicto con la espontaneidad natural de Boudu, transgresora de las normas propias de una convivencia correcta, formal y educada. El contraste entre Boudu y los tópicos burgueses sirve al autor para satirizar la doble moral, el materialismo, el egoismo, la generosidad interesada, la infidelidad, la hipocresía, el culto a las apariencias. Son escenas destacadas, la inicial en la que Edouard se ve como sátiro que conquista a la ninfa Anna Marie, la multitud que se congrega en el lugar del intento de suicidio con el único propósito de mirar, la conversación de Mme. Lestingois con Boudu y la de Edouard con Anne Marie, separadas por una puerta.

La música incluye fragmentos, de Léo Daniderff, de flauta (a cargo de J. Boulze), que aparece en pantalla varias veces, y de acordeón (interpretado por Edouard Dumoulin). A éstos se añade el vals "El Danubio azul", de Johann Strauss, a cargo de una pequeña orquesta de cuerdas y viento. La fotografía hace uso de un excelente movimiento de cámara, de secuencias largas y de una imagen que refleja los pensamientos íntimos de los personajes. El guión, rico en ironía, construye una burla elegante e incisiva de las clases medianamente acomodadas. La interpretación de Michel Simon ("L'atlante") llena la pantalla de picardía burlesca y desborda naturalidad y simpatía. Ésta fue su cuarta y última colaboración con Renoir. La dirección sobresale por la excelente puesta en escena y el soberbio movimiento de actores.

La película contiene elementos documentales de la vida parisina de los primeros 30. Refrescante y divertida, es una obra de gran interés intrínseco, documental e histórico.
Miquel
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