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La boda de Rosa

Comedia. Drama A punto de cumplir 45, Rosa se da cuenta de que ha vivido siempre para los demás y decide marcharse, dejarlo todo y apretar el botón nuclear. Quiere tomar las riendas de su vida y cumplir el sueño de tener un negocio propio. Pero pronto descubrirá que su padre, sus hermanos y su hija tienen otros planes, y que cambiar de vida no es tan sencillo si no está en el guion familiar.
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Críticas 76
Críticas ordenadas por utilidad
23 de agosto de 2020
66 de 95 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Cuando su padre, viudo reciente que aún no ha superado el golpe, decide meterse en su casa, la aparentemente inagotable paciencia de Rosa queda por fin desbordada. A punto de cumplir los 45, harta de desvivirse por todo el mundo, dice basta, y abandona Valencia para emprender una nueva vida en Benicassim. Para celebrarlo, decide invitar a su círculo más próximo a una íntima y peculiar ceremonia.

VALORACIÓN
Admito que, a los dos minutos de proyección, estaba tirándome de los pelos por no haber tomado precauciones. Y es que resulta que la historia arranca en Valencia, y en las primeras secuencias los personajes hablan en valenciano. Y claro, los exhibidores debieron pensar que no podían torturar al gran público obligándole a escuchar la versión original y leer los subtítulos (aunque en gran medida fueran a resultar superfluos, ya que el 80% de los diálogos se entenderían perfectamente con el contexto y la similitud entre castellano y valenciano).

Así, empezaron a dolerme agudamente los oídos con esas primeras conversaciones postizas, de copia-pega lamentable, descoordinadas con el movimiento de los labios de los personajes… Si Vox o el PP acudieran (juntos o revueltos) a las próximas elecciones con la promesa electoral de prohibir el doblaje cinematográfico… pues tampoco les votaría, la verdad. Pero vamos, que no puedo comprender cómo es legal estropear y vilipendiar de esa manera un trabajo tan concienzudo y artístico como el de hacer cine. Recorro cientos de kilómetros para ver las películas allá donde las proyectan como su cineasta las parió, sin pegotes sonoros, pero tratándose de una película española, no había creído necesario asegurarme de que no estaba doblada. Craso error… Afortunadamente, la mayoría del metraje transcurre en castellano, y aunque el sonido directo me parece lo más flojo de la cinta, al menos no viví un sufrimiento continuo que sin duda me habría impedido disfrutar la experiencia.

Más allá de ese contratiempo inesperado, me costó entrar en la historia. Durante sus primeras apariciones, no empaticé con Rosa, y me parecieron de trazo grueso los personajes de sus hermanos, con un toque cómico que ni me hacía gracia ni me ayudaba a ponerme en su piel. Transcurridos 20 ó 25 minutos, se me estaba desmoronando el pedestal en que tengo alzada a Iciar, sobre todo porque la trama no me parecía mala, y sin embargo la estaba sintiendo desaprovechada. El único personaje cuyas apariciones me encandilaron desde el primer momento fue el de la hija, fantásticamente interpretada por Paula Usero.

Completado de manera en mi opinión decepcionante el planteamiento, me había resignado a pasar una velada de lo más olvidable, pero contra todo pronóstico (porque una vez que mi ánimo decae, es muy difícil que remonte), la película se empieza a rehacer poco a poco, suscita mi interés, me va seduciendo, y termina recuperándome plenamente para la causa. Hay momentos en que incluso me río abiertamente, algo que rarísima vez me pasa en el cine, entre otras cosas porque huyo despavoridamente de las comedias. El tercer cuarto de ‘La boda de Rosa’ me parece sensacional, divertidísimo, con todos los elementos (guion, interpretaciones, ritmo) conjurándose para elevar lo que creía que iba a ser un medio truño a la categoría de peliculón. Finalmente, no le otorgo esa valoración, porque el desenlace, si bien no me chirría, se queda lejos de llenarme. Pero, en todo caso, Bollain salva el tipo una vez más, y se mantiene en mi nómina de directoras must.

Como siempre que veo películas suyas, considero que su principal habilidad radica en su sublime dirección de actores. En este caso, además, tenía bajo su batuta a talentos del nivel de Sergi López o Nathalie Poza. Y aunque hay algo en Candela Peña que, no sé por qué, no termina de enamorarme, siempre que asisto a uno de sus trabajos admito que es una actriz magnífica. También esta vez.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Naroa Lopetegi
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27 de agosto de 2020
81 de 136 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gustó, pero es una Feel Good movie en toda regla, para lo bueno y para lo malo.
Tiene pasajes que no son nada creíbles. Hay personajes que cambian su carácter y su forma de ser con tal de que el mensaje final de la peli llegue claro y sin interceferencias. No te la crees demasiado. Todo es de cartón piedra: personajes, tramas, situaciones, emociones y relaciones entre dichos personajes.
No sé. Me pareció una película falsa y morosa de tiempos mejores de su directora y de su mundo, con claras referencias a la nueva ola de feminismo que nos inunda. Me parece bien que hagan pelis de este tipo, pero quizás deberían arriesgar más en el plano realista y no contarnos un cuento que de naif se convierte en una opereta. En muchos momentos roza el ridículo.
No creo que vuelva nunca más a ella.
SalvaGe
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23 de agosto de 2020
107 de 191 usuarios han encontrado esta crítica útil
Animado por una cinematografía siempre interesante, aunque desigual, la de Icíar Bollaín, y también por las buenas críticas, así como por una actriz, a veces excelente, como es Candela Peña, acudo a una sala de cine a ver la última película de la directora. No soy muy dado a escribir reseñas negativas, sobre películas que poco o nada me han gustado, pero creo que en este caso, dada la casi completa unanimidad en los elogios al film, me parece justo y obligado buscar un poco de ecuanimidad en notas tan excesivas. Y ello lo haré, al menos, desde dos ámbitos o puntos de vista.

En el estrictamente cinematográfico, y tal vez es algo indisociable de otros aspectos, me encuentro una película, y lamento mucho decirlo, muy floja, por no decir tremendamente mala; es más, grotesca en algunos aspectos. Se dice que esta obra ha supuesto una vuelta de Bollaín a sus comienzos, imagino que aludiendo a las reivindicables “¡Hola, estás sola!” o “Flores de otro mundo”, tan sencillas, como emotivas. Es posible que, al menos superficialmente, pudiéramos emparentar “La boda de Rosa” en algunas aspectos con las obras mencionadas. Sin embargo, y a pesar de que, efectivamente, nos encontramos con una historia sencilla, tal vez demasiado, aunque ello creo que bien puede esconder cierta irritante pretenciosidad, prácticamente nada funciona en ella desde mi punto de vista.

El argumento es, efectivamente, tremendamente simple, y hay que recordar que no es ningún handicap a priori, ya que sobre muchos de este tipo se han hecho buenas películas. Sin embargo, todos los problemas recaen sobre el guion, coescrito por la propia Bollaín, sonrojante en la mayoría de sus diálogos y en su pretendida tensión dramática, así como en una realización que poco o nada puede hacer frente a semejante material. Los personajes, con escasa profundidad, mal trazados, nada susceptibles de empatía por parte del espectador, y con unas interpretaciones, de unos actores cuyo talento ha quedado demostrado en otras ocasiones, hay que decirlo suavemente, cuestionables.

Frente a estos aspectos cinematográficos, tan sorprendentemente lamentables, siempre en opinión del que suscribe, dado el talento e interés por su obra que Bollaín ha suscitado casi siempre, hablaremos de las intenciones del film. Se le atribuye a Billy Wilder cierta frase, sin ánimo de ser literal, ya que escribo de memoria, acerca de que cuando quería enviar un mensaje, acudía a algún servicio de correos. Bien, no me cabe ninguna duda que el genial realizador, una vez más, quería reírse de nosotros con semejante aseveración; los buenos guiones, como era el caso del también escritor Wilder, contienen a la fuerza un montón de ideas acerca de los diversos ámbitos de la existencia humana. Otra cosa es lo que pensemos acerca de esas ideas contenidas en un film, del supuesto “mensaje”, término con el que yo mismo no me encuentro a gusto por sus connotaciones reduccionistas y doctrinarias.

Sea como fuere, en el caso de “La boda de Rosa”, el mensaje o idea central, una vez más lamento decirlo por aspectos es lo que incidiré más adelante, es, tan infantil, como grotesco y vergonzante. Y afirmo esto a sabiendas de que se ha querido ver la historia, sin sonrojo alguno, como reivindicación feminista e, incluso, como libertaria y emancipatoria. Como todos estos conceptos, efectivamente, en busca de un concepto amplio de libertad para el conjunto de los seres humanos, aunque concretando en luchas de género o, por poner otro ejemplo ajeno al film, de diversidad sexual, me causan un excesivo respeto, no puedo emparentarlos de ningún modo con la propuesta presente el film. Más bien, la historia nos remite a esa filosofía de baratillo, propia de la posmodernidad, que obvia las alienantes estructuras políticas y económicas, y nos repite machaconamente a un nivel estrictamente individual, e insultantemente pueril, que somos maravillosos y que hagamos realidad nuestros sueños. Es muy posible que esta lectura trascienda las intenciones de Icíar Bollaín, o de Alicia Luna, responsable también del guion; estoy casi seguro de ello, lo cual no evita las sensaciones acerca de su obra que, al parecer, ha provocado en un público muy minoritario del que, de forma obvia, formo parte.

Como colofón a esta reseña, y admitiendo una vez más la inevitable subjetividad que todo lo impregna, sin intención justificatoria alguna, pero con alguna inquietud provocadora, lanzaría una advertencia sobre uno de los rasgos más alarmantes de nuestras sociedades posmodernas: la progresiva pérdida de pensamiento crítico.
Capi Vidal
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7 de septiembre de 2020
30 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
De entrada la película refleja lo que les pasa a muchas mujeres para su realización personal: tienen en la familia su principal escollo.
Pero el envoltorio que nos presenta Icíar Bollaín me parece que no funciona.
Promete ser una comedia berlangiana, pero nada más lejos.
No funciona, salvo secuencias sueltas y no me consigue arrancar una sonrisa en ningún momento. Bien los actores.
Una pena, por que desde que discubrí en la dirección a Icíar en la Seminci con “Hola, estás sóla”, todo su cine me ha gustado.
floro
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19 de agosto de 2020
30 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este viernes 21 de agosto se estrena La boda de Rosa, la esperada película de Icíar Bollaín que se rodó en la ciudad de Valencia, al igual que otro de sus films más característicos, El olivo. Con un reparto original y un guion muy intimista, la directora compone un prestigioso film al más puro estilo Bollaín. Por esta razón, no se aleja de sus raíces y vuelve a mezclar un gran drama con toques de comedia y de crítica social. Ante todo es una película que nace de la franqueza y del amor propio diluido en una trama delirante llena de risas.

Por tercera vez la directora ha contado con Candela Peña tras 'Hola, ¿estás sola?' (1995) y 'Te doy mis ojos' (2003). Su importante trabajo es fundamental ya que es el nexo de unión de todos los personajes y donde se apoya la historia que se cuece a fuego lento. No obstante, en el clímax echa por tierra su gran interpretación con un monólogo interno débil y artificial. A pesar de eso, las feroces interpretaciones de Nathalie Poza y Sergi López agrandan la calidad del film, no como la deplorable y minúscula actuación de María Maroto.

La carga dramática que ahonda en la primera parte puede resultar tediosa, pero a partir de ahí, la película coge el verdadero camino que enganchará al espectador y le dejará en vilo por el gran guion mezclado con píldoras de humor. Asimismo las diferentes y cambiantes localizaciones se exhiben como un elemento más y demuestra la considerable producción con la que Bollaín ha podido contar.

La boda de Rosa acierta de lleno con una historia que grita ser vista y que cautivará a miles de mujeres y hombres que en ella se pueden ver reflejados. Nos encontramos ante otro acierto total de Icíar Bollaín siendo fiel a sí misma en una temporada donde es necesario apoyar la cultura en una situación incierta que va a dejar a mucha gente en la intemperie.

CARLOS ANTOLÍN
TuCineCrítico
https://tucinecritico.blogspot.com/
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