El corredor del terror

Es de un muchacho que estudia medicina y que empieza a tener una sensación permanente de extrañeza en su apartamento mientras los vecinos no paran de molestarle o una chica algo intrusiva no para de «meterse» en su apartamento como si quisiera algo de él.

Se trata de un thriller de terror psicológico que recuerda algo al cine de Polanski más psicológico o por lo menos es la impresión que me ha dado a mí, no voy a decir mucho más. A mí la verdad es que como ven por mi nota me ha encantado y es que todo lo que sea psicológico y esté bien logrado me encanta.

El chico lo hace bastante bien y la resolución final la verdad es que te deja algo impresionado por cómo empieza la película y como acaba. Stormare sale bastante poco a decir verdad. He de decir que la vi el 19 de enero de 2018 pero todavía tengo la película fresquita porque como ya he dicho me encantó.

Lo que me extraña es que tenga tan pocos votos que ni siquiera tenga nota media porque es un peliculón, de estas historias sencillas y sin mucho adorno efectista. Si no recuerdo mal hacen falta como unos veinte votos para hacer la media.

(Ni una película sin crítica).

Notable thriller psicológico a cargo de unos Johan Lundborg y Johan Storm a los que definitivamente conviene seguir la pista, lástima que no se hayan prodigado mucho desde entonces.
Lo primero que llama la atención de «El corredor del terror» es su baratísima factura. El grano —o ruido— del vídeo digital, así como una iluminación y un sonido precarios como poco, remiten, más que al indie, al Dogma; cuando no a una «peli con amiguetes», excepción hecha de la sorpresiva presencia del hollywoodiense Peter Stormare; tampoco ninguna estrella rutilante, pero sí un villano habitual.
Con todo, «El corredor del terror» logra generarnos una estimulante inquietud durante buena parte de su metraje. Que ello resulte digno de reseña arroja una imagen bastante desalentadora del estado actual del subgénero, pero ese es otro cantar. Si bien el desenlace —crimen perfecto «ex machina»— se antoja un tanto convencional, las premisas y su sofocante desarrollo nos retrotraen a «Repulsión» («Repulsion», 1966) y «El quimérico inquilino» («Le locataire», 1976), maravillas kafkianas de Roman Polanski, indisimulable referente de la cinta que nos ocupa.
Abundando en la noción sartreana de que «el infierno son los otros», y en concreto tus vecinos, no sé qué se hace más angustioso, si las escasas habilidades sociales y el insomnio de su apocado protagonista, el diminuto apartamento en el que vive, las intempestivas visitas de su vecina, o la amenazadora presencia del violento novio de ésta.
Todo sumado genera, insisto, una atmósfera insalubre y paranoide que nos deja con el corazón en un puño y las uñas hincadas en los brazos del sillón tras pasar un estupendo mal rato.

Menos mal que es corta.
La historia (guion) no da para mucho: un estudiante de medicina, Frank; una vecina, Lotte; el novio de esta con unos cuantos años más que ella y de aspecto rudo; el ex-novio de Lotte, y toda la paranoia que se quiera montar Frank con los ruidos de su vecina.

Ese pasillo y esas escaleras tienen que estar a años luz del “El resplandor” por intensidad por intriga por la interpretación de los personajes, por el motivo que provoca la trama, por presupuesto, vamos que es imposible que llegue al aprobado.
No hay intensidad en cuanto al suspense, casi te deja indiferente lo que le pase a Frank.
Por otro lado, la vida en el exterior del apartamento de Frank, en la facultad, está metida con calzador, no encaja en nada, no supone nada.

Ya se ve que es una película de bajo costo económico, pero aún así hay una amplia gama en cuanto la calidad de estas, basta con mencionar “El proyecto de la bruja de Blair” de ahí para abajo, pero es que esta está muy muy abajo.
Lo mejor resultado con el poco coste de producción que habrá tenido.

Aunque tenga pocos votos, me dejé guiar por su nota media y las dos críticas que llamaron mi atencion. Aunque el resultado no siempre es determinante en función del presupuesto, en muchos casos en absoluto!, aquí se cumple la predicción: bajo presupuesto para un resultado de poca calidad. Ni el argumento, ni como se desarrolla, ni sus intérpretes, ni la atmósfera, ni nada de nada, ni en su conjunto, ni de manera individual, han merecido la pena de los 77 minutos de visionado que he invertido en ella. Lástima de 77 minutos de mi vida...