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Anatomía de un asesinato

Drama Frederick Manion (Ben Gazzara), un teniente del ejército, asesina fríamente al presunto violador de su mujer (Lee Remick). Ella contrata como abogado defensor a Paul Biegler (James Stewart), un honrado hombre de leyes. Durante el juicio se reflejarán todo tipo de emociones y pasiones, desde los celos a la rabia. Uno de los dramas judiciales más famosos de la historia del cine. (FILMAFFINITY)
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Críticas 110
Críticas ordenadas por utilidad
21 de agosto de 2008
182 de 206 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rotundo drama judicial, una de esas películas firmes y secas, de apabullante precisión y longevidad. Un guión milimétrico (drama, intriga judicial magníficamente resuelta e incluso comedia). Un guión profesional; inteligente, profesional y adictivo como de los que ya no quedan. Y una realización compacta, clásica, narrativamente impecable. Unas interpretaciones colosales, un personaje principal carismático y unas secundarios de lujo (ahí están los nombres). James Stewart relajado, bondadoso, eternamente sereno. Mención especial para la Remick y para Arthur O’Connell también. Colosales, ya digo. Joder, y C. Scott... es que todos se salen... Y no quería mencionarlos, todos sabemos los que son, pero no me resisto: Stewart, Remick, O´Connell, Scott, Gazzara... Y es que hay rostros, hay actores, que casi con su sola presencia ya salvan una película.

Y luego que por ahí anda Duke haciendo de las suyas para que el contador mitómano se nos dispare definitivamente.

Cine clásico. Cine. Con una fotografía en blanco y negro en la línea de «El buscavidas», en la línea de ese B/N de los sesenta que sigue siendo el que más me gusta, con un contraste tan acusado como las implícitas referencias sexuales, los dobles sentidos y las torvas miradas enredándose con esa atmósfera de jazz, humo y vapor de alcohol. Violencia contenida, sexo contenido, pasiones humanas contenidas. Y James Stewart en medio con su calma chicha habitual, capeando el temporal. Un puzzle de engaños, dobles sentidos y miradas. Un puzzle delicioso para pasar dos horas completamente perdido en el proceloso mundo del Common Law. ¡Qué maravillosa escena esa en la que buscan jurisprudencia entre libros, estanterías y polvo!

Una de esas películas de siempre y para siempre. ¡Qué ganas te entran de pescar, fumar, emborracharte y ejercer la abogacía viendo esta peli, coño!
Bloomsday
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7 de diciembre de 2005
137 de 141 usuarios han encontrado esta crítica útil
El gran Duke Ellington, además de conseguir un pequeño cameo en esta película inteligentemente dirigida por Otto Preminger, supo dar la ambientación musical apropiada a la historia con la composición de jazz que terminó llevándose ese año el premio Grammy. La música acompaña a ritmos improvisados un transcurrir de los personajes que igualmente se nos antoja improvisado sin llegar en ningún momento a desvelarnos si el acusado (Ben Gazzara) y su seductora esposa (Lee Remick) nos engañan o son sinceros. Es precisamente esta ambigüedad lo que dota a la película de uno de sus mejores encantos dejando al final algo en qué pensar.

Otro punto fuerte es la magnífica interpretación de James Stewart en su papel de abogado descarado, algo irrespetuoso en la sala del tribunal, pero siempre seguro de sí mismo. Las más de dos horas y media de película, tras una larga y cuidada introducción de los personajes principales, nos envuelven en la creciente tensión del proceso judicial, con testigos, interrogatorios y feroz duelo dialéctico entre la defensa, la acusación y el juez, salpicado todo ello con medidas y acertadas dosis de humor.

Por poner una sola pega, tal vez el parlamento casi al final del abogado borrachín y amigo del protagonista acerca de las bondades e importancia de los miembros de un jurado resulta algo pomposo, un poco forzado, y no consigue su aparente propósito sobre el espectador. Nada que ver con por ejemplo esa misma intención muy bien conseguida en la magistral “Doce hombres sin piedad” de Sidney Lumet sin necesidad de un discurso explícito al respecto. Pero, en definitiva, la virtud del contenido de la película está en su trama, en los entresijos judiciales, en el tratamiento de personajes y en las dudas planteadas sobre la eficacia judicial frente a la dualidad de la verdad y la mentira, más que en ninguna otra cosa.

En la época del estreno ese pequeño discurso de más sí debió antojarse interesante mientras que lo que parece que provocó la polémica fue el empleo de palabras como “bragas”, “esperma”, “penetración”, “puta”, “anticonceptivo” o “violación”. Incluso el padre de Stewart recomendó en su periódico local no ver aquella “sucia película” que había protagonizado su hijo. Cosa que no haré yo, muy por el contrario, recomendando sin dudas este clásico que no hay que perderse.
Pedro
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19 de julio de 2007
82 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apagas el teléfono móvil, desconectas el fijo, apagas luces de casa, sacas una cerveza bien fría de la nevera y piensas en poner palomitas en el microondas. Desechas la idea rápidamente al comprender que puedes perderte, entre grano y grano de maíz, algunos de los maravillosos diálogos que abundan en la película.
Agarras tu cojín favorito, ese que tiene la forma de tu cabezota. Lo ahuecas con calma, sin prisas justo antes de encender el DVD e introducir “Anatomy of a murder”.

La pantalla se ilumina y ya sabes que te esperan dos horas y media de auténtico placer. Sabes que cuando termine y apagues la televisión te mirarás en el espejo y una sonrisa idiota estará dibujada en la cara.

“Anatomía de un asesinato” posee un guión que está entre los mejores de todos los tiempos. Y si sólo fuera esto, ya sería una gran película. Pero además, cuenta con un plantel de actores en estado de gracia. Todos y cada uno engrasan una máquina conducida maravillosamente por un austriaco judío, algo tosco, parcialmente calvo y con un avispado sentido del humor. Se burlo de la censura y golpe tras golpe consiguió derrumbarla.
Cuando escucho los diálogos de sus películas tengo la urgente necesidad de mirar la fecha de su producción y no dejo de sorprenderme que la censura no la quemara.

Anatómicamente, esta película es casi perfecta. Todo lo que hay a su alrededor está pulido, realizado con meticuloso cuidado. La fotografía en blanco y negro es maravillosa, como esas que ya no hay, como aquellas películas que te llenan de melancolía.

Pero para postre tenemos rondando por la cinta de Preminger, la música de Duke Ellington, ese pianista de raza negra y cara de bonachón que junto a otros grandes músicos mitificó el jazz.

La incertidumbre sobre la culpabilidad que acompaña toda la película y que no termina de desaparecer es el sortilegio utilizado para encandilarnos durante esas dos horas y media. Y el embrujo es tan efectivo que te quedas con ganas de más.

Guionistas de hoy en día: revisar los clásicos porque ellos tiene las respuestas.
Chagolate con churros
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21 de octubre de 2007
75 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un diamante tallado del cine sobre lo que significa un proceso, una causa y una sección de juicio sobre asesinato. Con toda seguridad una de las tres mejores películas en la historia del cine del género judicial. Su larga duración, 160 minutos, cansa en algún momento, pero no aburre ni declina en ningún momento su excelente calidad. Referencia a tener muy encuenta para cualquier estudiante de leyes que quiera dedicarse a la abogacía, la fiscalía o la judicatura, entre otras profesiones en torno a vistas judiciales, pues es todo un ejemplo de proceso judicial con sus elementos más diversos y variados al completo.

Dice el abogado defensor (James Stewart) en un momento dado: "Como abogado he aprendido que la gente no es buena ni mala sino ambas cosas."

Film de una dignidad, una seriedad y una efectividad descriptiva, como pocas veces podrá verse en las pantallas, una obra maestra; con un sentido del humor de gran altura y sutilidad
—verbigracia, gran parte del film y del juicio trata y juega con la sensualidad del lenguaje utilizando la palabra "bragas", término no prohibido y que se aprovecha sugerentemente para provocar y activar en la imaginación de los espectadores tanto o más morbo sexual que si hubiese incluido escenas de desnudos que por supuesto no habrían pasado la censura de finales de los años cincuenta del siglo XX, y Otto Preminger utiliza esta vía sensual del logos y la psicología como atractivo gancho a través del cual nos hace relamernos una y otra vez de gusto mental; recurre a la palabra "bragas" tantas veces que resulta provocador con intenciones obviamente freudianas, además le une a dicha palabra "bragas" el adjetivo de "desgarradas"; también se atreve a plantear si la presunta mujer violada acostumbraba a llevar puesta esta prenda o no, e incluso en el colmo de la genialidad, describe esta sensible y atrayente pieza de lencería femenina, detalle a detalle, y acaba mostrándonosla in situ".—

Cine clásico de máxima puntuación, para guardar y exhibir como impresionante filmación del séptimo arte, con un blanco y negro mucho más poderoso e imponente que toda la gama de colores.

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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21 de diciembre de 2008
63 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama judicial realizado por Otto Preminger. Escrito por Wendell Mayes (“El árbol del ahorcado”, Daves, 1958), el guión adapta la novela “Anatomy of a Murder” (1957), de Robert Traver, pseudónimo de John D. Voelker, juez de la Corte Suprema de Michigan. Se rueda en escenarios reales de Marquette, Ishpeming, Big Bay y Michigamme (Michigan), entre marzo y mayo de 1959, a lo largo de 8 semanas. Nominado a 7 Oscar, gana la copa Volpi del Festival de Venecia (actor, J. Stewart). Producido por Otto Preminger para Columbia, se estrena el 1-VII-1959 (EEUU).

La acción dramática tiene lugar en Iron City (Iron City County, Michigan) y alrededores, en 1959. El teniente Frederick Manion (Gazzara) es acusado de asesinar a tiros a Barney Quill, propietario del bar Lumberjack (Big Bay, Michigan). Tras no pocas dudas, se hace cargo de su defensa el abogado Paul “Polly” Biegler (Stewart), hasta hace poco fiscal del condado. Paul cuenta con la ayuda de su secretaria Maida Rutledge (Arden) y del borrachín Parnell E. McCarthy (O’Connell). Su oponente es el nuevo fiscal del condado, Mitch Lodwick (West), que cuenta con el apoyo del ayudante del fiscal general de Michigan Claude Dancer (Scott). Paul es soltero, sencillo, afable, austero, desordenado, indisciplinado y sarcástico. Laura Manion (Remick), esposa del acusado, es sexy, atractiva, frívola y descarada. El teniente Manion, impulsivo y violento, cuenta con una brillante hoja de servicios.

El film suma crimen, drama y misterio. La historia hace referencia a hechos reales ocurridos en Michigan en 1952, que inspiran la novela de Voelker. La narración mantiene el misterio sobre lo que realmente ocurrió y la verdadera responsabilidad de los actores, sin que decaiga el interés del espectador. Lo consigue gracias al hábil uso de la ambigüedad, que no se resuelve ni con el veredicto del Jurado ni con la acción de cierre del film. Construida con sutileza e inteligencia, la ambigüedad confiere a la obra una potente capacidad de fascinación.

Añade factores adicionales de tensión, como el enfrentamiento de Paul y el fiscal que le ha sustituido en el cargo, la confrontación entre un sencillo abogado de provincias y el pomposo ayudante del fiscal general del estado de Michigan, el contraste entre la naturalidad y sencillez de Paul y la elegancia envarada y estudiada de Dancer, la lucha entre un defensor que cuenta con escasos apoyos y un fiscal ayudado por un alto personaje de la capital, la desigual contienda entre un solitario Paul y dos fiscales agresivos, la contraposición de la bravura y la pasión de Paul con la frialdad de sus oponentes, el contraste entre las poses rígidas del fiscal y la gesticulación espontánea de Paul, etc.

(Sigue en el "spoiler" sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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