Mifune

La película queda rápidamente planteada en los primeros minutos: un encumbrado ejecutivo, Kresten, celebra boda con la hija del jefe. Con ello consolidaría su vida si no tuviera una identidad oculta, que esa noche se actualiza: es Mifune. En un flash, se ve como samurai de Kurosawa, moviéndose marcialmente y lanzando gritos guerreros.
Su padre ha muerto, le dicen enseguida. Ha de regresar a la olvidada granja familiar a enterrarlo. El viaje será mucho más que un desplazamiento por el espacio a la Dinamarca profunda: será un viaje a las personales raíces rurales, escondidas.
En la destartalada granja donde se crió, a Kresten le aguarda su hermano Rut, un inocente y desvalido retrasado, con quien de niños jugaba a ser Mifune, según ellos el séptimo samurai, el salvador que en el sótano vociferaba como un campesino japonés.
Para que la historia se ponga en marcha falta la mujer que oculta su ocupación de prostituta.
Será una historia agridulce y dura, protagonizada por seres acostumbrados a sobrevivir sin afecto y repleta de fuertes sucesos e intensas oscilaciones emocionales. Gracias al despojamiento formal del método Dogma, se representan con eficacia directa, sin que la película se despeñe por estridencias o tremendismos.
Los actores trabajan bien y están dirigidos con acierto. Sobresale Jesper Asholt, quien resuelve con genialidad un rol extraordinariamente difícil, el de Rut, del que depende buena parte del sentido.
Rut cree en los platillos volantes de los tebeos que lee, en su inminente llegada entre luces.
Cree en Mifune, como desde niños él y su hermano llaman al samurai salvador que protege la casa familiar luchando en el sótano contra sus enemigos.

Parece que desde los 90, que fue cuando vivió un resurgimiento a nivel internacional, el cine autoral danés está sometido a la tiranía de una tendencia que, en mi caso particular, empieza a ser más estomagante que ver a Keira Knightley en enaguas. No importa cuál sea el punto de partida (la obsesión por el suicidio, encarar la tetraplejia o, cómo es este caso, resolver un pasado desagradable), al final más del 80% de esas peliculitas acaba mutándose inexorablemente en un drama/comedia romántico/a compuesto de vocerío histérico, tremendismos y lágrimas de cocodrilo. Todo queda reducido a saber si esos dos ejemplares de humanos daneses se aparearán y/o se emparejarán o no. It's all about love, vaya. Si hay suerte, no será más que un agradable producto de usar y tirar, y si no (Scherfiges, Bieres, etc...), un culebrón diarreico con carcasa dogma. ¿Es esa la imagen colectiva que desea proyectar esa camada de directorzuelos?

Fijaros si no en el caso de Mifune. Al final termina descuidando al bueno de Rut, a la granja, al cambio de estilo de vida y resuelve la situación de la pareja recién casada de la manera más forzada y artificial posible. Nada ha de estorbar e importar más que el ver si la ex prostituta y el ex ejecutivo acaban cogiéndose de la manita antes del Fin. Tanto es así que ni siquiera se cuida algo básico en una película de carácter íntimo y personal: la profundización en los personajes. A ese respecto lo único que se aporta es una vaguedad: todos los urbanitas quedan purificados al tomar contacto con el campo. Y ya está. Ni rastro de su carácter pasado. Bueno, a excepción del tramo final, dónde aparece un festival de giros impostados y situaciones forzadas conformadas de paletos perversos, amigas vengadoras y bruscos cambios de humores.
¿Por qué esos directorzuelos no hacen todos juntos un único y gran súper-culebrón definitivo y dejan ya de hacernos perder el tiempo en balde? Valiente panda de latosos.

Pero por suerte no todo es tan cargante, y al final hay cosas que salvan a Mifune, la película, de ser un subproducto deleznable. Su buen corazón (lejos del obligatorio fatalismo de Von Trier), los golpes de humor y la portentosa actuación de Jesper Asshole consiguen que al final no desees idear un plan para asesinar a Kragh-Jacobsen y te conformes con una reseña algo cabrona. Podría haber sido peor, podría haber sido Wilbur se quiere para siempre después de la boda.

Purificación, ¿de qué va sino Mifune?
La expiación de los pecados urbanos a los que se expone todo ser humano entablando relación con la voracidad de las sociedades actuales.
Pero no es pecado sentirse solo.

Siguiendo las doctrinas del movimiento Dogma, "Mifune" resulta minimalista solo en su estética y confección. En la parte emocional y transmisora, es potente, es un golpe seco sin previo aviso, directo a nuestra conciencia empática (los que la tenemos).
Todos los habitantes de la granja (en principio inútil y terminal) terminaran por cambiar su visaje desolado por uno un poco más luminoso. La vida no pasara a ser color de rosa, porque esto no es cine Hollywoodiense, pero mejorara sensiblemente. Lo justo como para que se den cuenta de que toda necesidad anteriormente establecida en sus vidas queda inmediatamente cubierta por las personas que han conocido sin planearlo en la vieja guarida del samurái Mifune.
Una prostituta que lucha contra la condición impuesta de "poco menos que un animal" que viene inherente a su trabajo y a la escasa capacidad de raciocinio que eximen algunos ejemplares de homo sapiens que no hacen justicia a su género.
Un ejecutivo, avergonzado de su pasado y de sus orígenes, que obsesionado en terminar con ellos termina creando una vida de la que se desprenden el triple de motivos de los que avergonzarse.
Un adolescente con carencias afectivas del tamaño de un transatlántico, que al sentirse infravalorado arremete contra los que más le quieren. Porque sabe que no lo abandonaran y porque sabe con qué conseguir llamar su atención (en el sentido negativo de la palabra).
Por último: Rud, un disminuido psíquico que se siente ligado a su hogar, y que gracias a su bondad, parece ser capaz de preservar la cordura en un mundo decidido a echarse a perder.

Jesper Asholt realiza una caracterización de aquellas que pasan directamente al sitio del cerebro donde guardas los recuerdos que valen al menos un minuto de tu tiempo para recordarlos.
Berthelsen esta comedido, simpático y efectivo, y resuelve muy bien un papel que en manos de cualquiera podría haberse convertido en un histérico de tres al cuarto.
Y por ultimo... La más que preciosa Iben Hjejle, que aunque hace tiempo que la considero una de las mejores actrices de Europa y probablemente del mundo, esta vez me ha sorprendido incluso a mí.
El retrato de su personaje es gótico y lleno de claroscuros, cuyos matices dan sentido a todas y cada una de las emociones que siente su personaje. Simplemente... bravo!

La poca atención que ha recibido “Mifune” es poco menos que un insulto al séptimo arte y a la industria de la que todos los amantes del cine tomamos parte.

Mifune, caústico homenaje el mítico actor japonés, es una delirante y desconcertante película danesa hecha bajo el paraguas del manifiesto dogma. Realizada por los desconocidos Andres Thomas Jensen y Soren Kragh Jacobsen y protagonizada por los también desconocidos actores daneses a excepción de la belleza nórdica Iben Hjelje (Alta Fidelidad).
La película comienza con la boda de una pareja de la clase alta urbanita. En la noche de bodas al marido Kresten le llaman comunicándole la noticia de la muerte de su padre. La novia se queda paralizada, puesto que él decía que era huérfano. A partir de ahí se destapa la antigua vida de Kresten que ha estado ocultando: su vida en la granja junto a su hermano retrasado.
Kresten marchará a la antigua granja y allí los sucesos y vuelcos en su vida se sucederán. Especialmente al conocer a Liva, antigua prostituta.
La obra mantiene las coordenadas del Dogma: luz natural, música si sólo entra en escena, cámara al hombro, etc. Pero bordea y juega con otras, puesto que la obra tiene elipsis temporales, varios espacios y acciones paralelas. Por ello la obra puede que tenga una mayor riqueza estructural y dramática. Los giros en la historia son una constante a la vez que la alternancia del drama y la comedia.
Se distingue de sus hermanas en un aspecto fundamental y enriquecedor, el uso del humor y las situaciones cómicas. En las que se percibe la influencia de Kitano y el surrealismo de Kaurismaki (lo del retrasado tocando flamenco habla por si solo).
Entretenida, alegre y triste se presenta está obra bastante singular, que tiene en sus virajes y finales continuados su punto de desconcierto. Pero que está impregnada de una visión personalísima de la vida.

Aunque leo por aquí algunas críticas contrarias, siento por este film una especial atracción ya que lo encuentro lleno de vida, fuerza y verdad. En él se desarrolla con gran eficacia la lucha personal entre el deber o responsabilidad y la "libertad" o egoísmo. Entre lo esencial y lo superfluo y todo ello bien aderezado de toques de ironía, humor, drama y violencia, sin adornos y con buenas actuaciones de protagonistas y secundarios. Claro que no es una película para los que buscan persecuciones accidentadas, efectos especiales, héroes y villanos al uso. Cuenta con una sabia dirección y supongo que con bajo presupuesto. Se encuentra entre mis películas preferidas y he visto muchísimas, claro que también admiro a Lars Von Triers y hay quien no lo soporta. La vida misma como puede ser para cualquiera de nosotros en cualquier momento, lo mismo sonríes que te llenas de indignación.