El mago de la muerte

Un año después de la extraordinaria "They could not hang" el semidesconocido Nick Grinde dirige esta "Before I hang" de nuevo con el excelente Boris Karloff dando vida a un científico obsesionado con derrotar a la muerte, en esta ocasión, gracias a un suero que rejuvenece. Siguiendo un patrón casi idéntico al de la primera entrega (científico insigne, juicio, prisión y consecuencias demoledoras para su entorno), Nick Grinde nos regala otra maravillosa película de una hora de duración. El tipo es un fenómeno y, como yo suelo decir, en un pim, pam, pum, da una soberana lección que ya quisieran los reputados críticos de "Cahiers du Cinèma" y de otros panfletillos europeos, aprenderla de sus mimados, prestigiosos y ultraencumbrados directores europeos y orientales, cuyo máximo logro es una película contada en tiempo real de más de tres o cuatro horas de duración. Lecciones que da "el pim, pam, pum americano".
"¡Vamos chavales!, pongámonos en marcha -exclama Grinde. Y todo fluye con pasmosa naturalidad y una excelente dirección de orquesta: excelsa fotografía, magnífica puesta en escena, diálogos lúcidos y lucidos, inesperados fantasmas que acechan mansiones de lujo recortadas en medio de la niebla. Y Boris Karloff. Un soberbio Boris Karloff que, con su característico timbre de voz, declama como el mejor de los oradores y convence como el más astuto de los embaucadores. Vaya dúo el formado por Grinde y Karloff.
Casi no hay votos y ninguna crítica. Que no se entere nadie... La voy a ver otra vez.

Entretenido film de genuina serie B, de aquellos que el gran Boris Karloff interpretó a lo largo de los años cuarenta, muchas veces, como en este caso, en cintas que apenas superaban la hora de duración.
Pero lo cierto es que tampoco le hace falta más metraje al realizador Nick Grinde, para narrar una historia, parecida a otras que personificó el propio Karloff, pero funcional y amena.
No causa mayor sorpresa, pero se sigue bien gracias al sostenido ritmo y a los intérpretes, todos estupendos.
Hay que destacar sobremanera la exquisita fotografía en blanco y negro Benjamin H. Kline y el clímax envolvente de misterio, suspense y fantasía, todo unido de forma atractiva.
No es ninguna obra maestra y con el tiempo tiende a dispersarse en la memoria pero mientras se ve te lo pasas bien.

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Versión libre de El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde.
Lo peor: la historia es imposible, no tanto por lo que copia de la novela de Stevenson sino por el planteo que hace, un condenado haciendo sus experimentos en la cárcel, y bueno todo lo que le agregan después.
Lo mejor: tiene una muy buena dirección, con toques expresionistas, muy sobria y elegante. Si no fuera por el elenco, ni parecería de clase B.
Boris Karloff hace un muy buen trabajo.