Su primer beso

Agradable, si bien no memorable, drama romántico, mezcla de denuncia social y melodrama ligero, con puntuales toques de humor y cine negro, moderadamente feminista y rooseveltiano que nos presenta, con guion del futuro director Delmer Daves, la historia de amor entre Kay Francis, trabajadora social y responsable de una entidad de caridad, y el arquitecto George Brent, encargado de construir el Golden Gate en San Francisco. La película no sale del cliché de chico conoce a chica, se enamoran y disputan por el papel que deben dar a sus respectivos trabajos, pero a esta manida base argumental Borzage añade, con su característica sensibilidad, una mirada a los ambientes humildes, afectados por la depresión de los años 30, ese mundo de inmigrantes, desempleados y desterrados sociales tan bien retratados en sus películas. Aunque menor, un granito más en la atractiva carrera del todavía insuficientemente conocido Frank Borzage.

Frank Borzage no sólo era un director muy romántico como atestiguan sus obras más famosas. También era un realizador con grandes inquietudes sociales y un excelente retratista que reflejaba con gran fidelidad los entornos bajo los cuales se movían sus personajes.
Buena prueba de ello es esta película que no posee el lirismo a que nos tenía acostumbrados, quizá porque la densidad de su trama se lo impide al querer reflejar demasiadas cosas a la vez en muy poco metraje (72 minutos y es increíble la cantidad de cosas que nos cuentan), pero ello no es obstáculo para que esta cinta no sea un excelente documento de una realidad y una gran enseñanza a nivel moral, bastante adelantada a su época por cierto.
Kay Francis es una trabajadora social que trabaja en una especie de ONG que ofrece ayuda a los viajeros. Su tarea consiste en prestar ayuda a inmigrantes, marginados, desplazados, desaparecidos, niños que viajan solos y cualquiera en general que requiera ayuda e integración a los que procurará empleo o cobijo.
George Brent es un ingeniero de éxito, encargado de la construcción del Golden Gate, un hombre hecho a sí mismo, orgulloso y satisfecho de su importancia.
Tanto la labor de Kay como la de Brent quedan excelentemente reflejadas en sus muchas escenas de interés, lo que la hace muy ilustrativa.
Iniciarán un romance en el que no tardarán en surgir los problemas ya que la labor de Kay resultará demasiado absorbente para las demandas de afecto de este hombre que no comprenderá en absoluto que su novia pierda el tiempo en ese "trabajito" ingrato, invirtiéndolo en "fracasados" que no lo merecen.
Por otra parte, en su trabajo empieza a tener dificultades. Se ha negado a pagar la cuota de protección que le reclaman los hampones y éstos comienzan a sabotear su obra, infiltrando alborotadores entre sus empleados.
Kay, además, será puesta a prueba y deberá elegir entre su trabajo y "su sitio", que es, como corresponde en la época, al lado de su futuro marido y ella elegirá y hará más que eso. Demostrará a Brent que entre dos profesiones dedicadas a la construcción, la del acero o la humana, bien vale la pena invertir en la humana porque ningún puente sirve de mucho si no la utilizan las personas.
Muy recomendable.