El secreto de Arcángel (TV)

“Archangel “es una película para televisión que tiene varios años, cuenta con algunos meritos las locaciones están bien elegidas con la posibilidad que la época actual brinda de de filmar en Rusia, las actuaciones son correctas, el uso del ruso en alguna partes también me pareció atinado, como contrapartida el guion es un poco tirado de los pelos y hace la historia poco creíble, restándole puntos, sin embargo si nos abstraemos de los trazos gruesos del guionista y vislumbramos la realidad subyacente creo que tenemos un punto interesante de reflexión sobre las peripecias de los comunes mortales que habitan Rusia hoy.
Los occidentales pretenden que Rusia tenga valores democráticos en una década cuando lo único que han hecho ha sido cambiar de amos, pasar de los comunistas a los mafiosos, por eso más de un anciano puede caer en el espejismo de añorar los tiempos de Stalin donde todo parecía mas venturoso.

Un guión sencillo que en solo tres episodios consigue contar una historia. Aunque suene de perogrullo esto no se consigue siempre. La trama es fácil de seguir y tiene momentos que llegan a ser muy buenos.

La química entre el competente y siempre creíble Daniel Craig, quien da un plus a la miniserie, y su partenaire es evidente. Hacen un buen dúo que resuelve el trabajo sin mucho esfuerzo. Buena fotografía de la tundra rusa y alguna cosa más.

Quizá sin pretenderlo ofrece momentos de bastante creíble realismo soviético. Curiosa la figura del poli bueno ruso; quizá una forma de suavizar la opinión que muestra el director del sistema del que habla.

Podia haber dado más de si, aunque dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Recomendable para amantes de la Historia rusa, de la intriga y de Daniel Craig.

El tema de un posible hijo vivo del dictador ruso Stalin, es más que suficiente para ver la película. Las actuaciones de Daniel Craig y Yekaterina Rednikova, aunque no son una cosa magistral, son aceptables para el guión de la película. El final pudo haber sido mejor.

Si el objetivo de la película era apreciar la dureza del entorno lúgubre en donde se desarrolla la trama, frío e impersonal, dando a entender por lo que se lucha carece de valor práctico ante la situación económica que vive el pueblo ruso, lo logró.

Pasada a miniserie en Amazon Prime, es una lástima que no se haya remasterizado, porque los paisajes de la Rusia profunda donde se desarrolla la acción son tan distópicos y alucinantes como reales y solo por disfrutar de ellos merece la pena ver la serie. La huella de 60 años de régimen comunista inhumano y tiránico han marcado tanto al país que tendrán que pasar decenas de generaciones para ser capaces de convivir en una sociedad que se aproxime al humanismo cristiano occidental. Por lo demás Daniel Craig hace de Indiana Jones moderno y el thriller es a lo Richard Harris, suspense e inverosimilitud garantizados por igual.

«El secreto de Arcángel» es una muy irregular miniserie —de hecho, parece más una película a la que no se le hubiera acabado de pasar la garlopa en la sala de montaje— que sólo se libra del naufragio más estrepitoso merced al carisma de su pareja protagonista y a la excelente ambientación, pues en el plano argumental hace aguas —prometo dejar ya las metáforas náuticas— por doquier, con diálogos capaces de llevar el sonrojo hasta los peligrosos límites de la apoplejía.
En efecto, «El secreto de Arcángel» comparte con aquellas viejas películas de espías que plagaron las pantallas, grandes y pequeñas, de la Guerra Fría la decadente —y sofocante— atmósfera del otro lado del telón de acero, con la novedad de que la paquidérmica URSS ha dado aquí paso a la corrupta Rusia de Putin; no así la inteligencia de la mayoría de sus tramas —tramposas como un trilero de las Ramblas, pero no exentas de enjundia—, un desastre sin atenuantes en el caso que nos ocupa, recorrida por una patulea de personajes de opereta, encarnados encima por una nómina de secundarios nada ilustres que compiten ardua y denodadamente en inoperancia.
Cabe salvar —insisto— a Daniel Craig y a Yekaterina Rednikova. El primero compone un improbabilísimo historiador, pero se trata de un intérprete dotado del raro talento de acelerarle el pulso a la producción más mustia. Verlo pasearse a cuerpo gentil por un Moscú con medio metro de nieve, impertérrito el gesto y la mirada de francotirador, debió de suponerle el espaldarazo definitivo ante los albaceas de la saga Bond. Le da réplica una estupenda Yekaterina Rednikova, con la que, pese a las nefandas líneas alumbradas por unos guionistas merecedores, ellos sí, de una temporadita en el Gulag, surge una tensión sexual —no diré si resuelta o no, tampoco en la zona spoiler— razonablemente sugestiva.