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La otra cara de Dios

Romance. Drama Francia, Edad Media (siglo XII). El film se inspira en la romántica relación amorosa entre el filósofo y teólogo Abelardo (1079-1142) y su joven pupila Eloísa (1101-1162). En cuanto se conocieron, se enamoraron, pero tuvieron que mantener su amor en secreto debido al voto de castidad de Abelardo. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
19 de junio de 2010
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Revolucionarios en su época (siglo XII), Abelardo y Eloísa mantienen una vigencia indeclinable ocho siglos adelante. Existieron, entonces, con grandes contradicciones, con una pasión ferviente e inagotable, y con una inconformidad que derribaba costumbres y creencias... y siguen existiendo aún en las polémicas obras (Historia Calamitatum, Conócete a ti mismo…) escritas por Abelardo, en las que aún pesa la trascendencia y veracidad de muchas de sus ideas y, muy especialmente, Abelardo y Eloísa se preservan en la fuerza de ese amor que contuvo, con su espíritu de sacrificio, un aroma a eternidad.

Pedro Abelardo, se puso por encima del dogmatismo y el oscurantismo que lo rodeaban y trató de poner, en cada frase y en cada acto suyo, una reflexión y una crítica racional sobre todo lo preconcebido. Revistió las viejas costumbres de una nueva libertad, y de ahí, la profunda admiración que despertaba en sus jóvenes discípulos, como también la animadversión y la condena de los más duros “doctos”.

Aspirante a canónigo, Abelardo rompió con muchas reglas y dio a sus detractores el blanco perfecto para sus ataques: se enamoró de Eloísa, la bella y escéptica sobrina del eclesiástico Fulberto.

Con marcada sutileza, el director Clive Donner, nos adentra en esta fascinante, pero peligrosa relación, y nos enseña sutiles detalles que delatan el amor secreto que Fulberto sentía por su sobrina. Quedará, debidamente esbozada, la razón más honda que motivará su actitud ante Abelardo. Enemiga, por principio, de la institucionalización del afecto, Eloísa, por su parte, es un personaje atractivo y contrastante con ese desesperado afán de vuelo, con su gracia y sus bemoles.

Con guion de Chris Bryant, quien se basara en la novela, "Stealing Heaven: The Love Story of Heloise and Abelard" que, la escritora estadounidense, Marion Meade, publicara, en 1979, como parte de su trilogía feminista, la película cumple a cabalidad con los principales patrones del romanticismo: El sentimiento se impone a lo razonable; la inspiración trasciende toda norma; y al deber ser, se antepone la libertad y la pasión individual... y así, fluye con alegría y sufrimiento -imbuidos siempre en toda bella historia-, y nos trae para el recuerdo una de las más fascinantes experiencias de "amor prohibido" que podamos conocer.

Algunos aspectos de la historia, quizás fueron omitidos para no alertar a las censuras, pero, se preserva la base central de aquella relación y el objetivo libertario que la mantiene viva. Lo ocurrido en Francia, 1.100 años después de Cristo, fue el efecto combinado de una fortaleza -y una liviandad- humana que todavía late en los senderos de la religiosidad. Lo primero buscando la luz de manera indefectible. Su contraparte, empeñada en eternizar las tinieblas.

Título para Latinoamérica: <<PASIÓN BAJO EL CIELO>>
Luis Guillermo Cardona
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3 de abril de 2020
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Una historia de amor, de esas que parecen ficción, pero que sucedieron en realidad y que demostró que cuando el amor es fuerte y verdadero se puede mantener intacto por siglos y que puso una vez más en tela de duda la cruel e inhumana metodología implementada por cierto sector de la Iglesia Católica por mantener el "Status Quo" en la edad media.

Aunque esta pareja, cuyo amor apareció casi desde que se conocieron, lucharon para que su relación saliera adelante, sin embargo ven truncada su odisea por distintos frentes, ya que eso significaba que algunos intereses económicos podrían verse afectados por tal decisión. El film dirigido por Clive Donner nos acerca con mucha delicadeza a como sucedieron los hechos entre el filósofo Abelardo y su pupila Eloísa, además de representar con mucho "buen ojo" los factores que impidieron que su felicidad como un matrimonio.

Del reparto destacar a Derek de Lint y Kim Thomson, quienes dotan de una particular simpatía a sus respectivos personajes, que representan el triunfo del amor frente a todo tipo de adversidad. Por ahí se dejan ver de soporte Denholm Elliott, Kenneth Cranham, Bernard Hepton, Patsy Byrne, Cassie Stuart, Philip Locke y Victoria Burgoyne.
darkman
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15 de abril de 2022
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Vi “Stealing Heaven” (“Robándose el cielo”, 1988, EE. UU., RU y Yugoslavia), dirigida por el británico Clive Donner [1926-2010], miembro destacado de lo que se conoce como la “Nueva ola” de su país, y con guion de Chris Bryant, quien, a su vez, se apoyó en la novela homónima, de 1979, de Marion Meade [1934-]. La música es mérito de Nick Bicât y la fotografía de Mikael Salomon (aplausos). El reparto es algo modesto para el momento: Derek de Lint, Kim Thomson, Denholm Elliott y Kenneth Cranham, entre otros. Estamos ante una cinta aparentemente biográfica sobre uno de los romances más famosos de todos los tiempos: Abelardo y Eloísa. El filme retrata, en el contexto del Bajo Medio Evo (justo en el siglo más importante de aquella época: el XII), cómo el gran maestro de lógica, Abelardo, y su brillante discípula Eloísa, caen abatidos por un amor maldito por la cultura del momento.
Sobre los aspectos de forma, las actuaciones me parecieron algo acartonadas, el maquillaje deja mucho que desear (por ejemplo, la manera en la que envejecieron a los personajes) y la música desentona con la época de la que se narra, además de que abusa del sintetizador (algo muy propio del cine de los ochenta del siglo pasado). Debo decirlo, con todo respeto, que de la parte estética de la obra fílmica no hay mayor cosa que pueda elogiar. Lo interesante está en el contenido, en lo que se narra. Eloísa, para la época en que vivió (donde primaba la fe sobre el pensamiento y el deseo) era considerada una mujer inquieta, irreverente (hasta con la fe) y muy segura de sí misma, algo fuera de lo común ante el machismo dominante. Toda una Eva medieval. Esa seguridad propia se refleja en varios diálogos donde ella repite “lo conseguiré… lo conseguiré” (en este caso, en referencia a una pluma de una paloma, la que ella asemeja con el amor divino a su maestro y amante). Esa personalidad fuerte de Eloísa hace improbable su rol para ese momento, pero, a pesar de su anacronismo, logra crecer la dramaticidad de la película.
Abelardo es retratado como el seducido (alguien que había logrado incluso resistirse ante la prostituta más bella de París, pero no ante Eloísa), algo así como un Adán medieval. Empero, esto no correspondió con la realidad, pues su personalidad fue, según mis estudios de filosofía medieval, alguien de temperamento difícil, competitivo, orgulloso, etc.
Justo lo anterior me permite llegar a un punto relevante: esta cinta quiso, por motivos de la lógica del mercado, exponer la pasión y, posteriormente, el amor, entre dos personas brillantes. El filme explora el cliché de que el deseo (alimentado por la admiración mutua) precedió al amor. Así, el amor toma la centralidad de la narración, quedando la filosofía, la lógica, la religión, etc., como cosas accesorias. Todo fue diseñado (en contra de lo que realmente sucedió) para resaltar una historia de amor que pudiera ser entendida por el público contemporáneo, lo cual vende mucho más que una narración respetuosa con lo que realmente aconteció. La verdad cede, y esto es un derecho del arte, ante otros elementos. Sin embargo, hay ciertos detalles que se incluyeron en la obra que le permiten a un medievalista recordar su trabajo: el nacimiento de la universidad de París por medio de la escuela catedralicia, el invento del método de enseñanza medieval (disputatio), la lógica como la principal expresión de la filosofía al servicio de la teología, el surgimiento de la escolástica, etc.
Pero volviendo al amor, este tuvo que atravesar infinidad de tabúes que, para la época, pusieron a los protagonistas como los más horribles pecadores ante los ojos de los demás. Incluso, llevó al tío de Eloísa a creerse con autoridad para cobrar venganza (al ordenar la castración del maestro) por la deshonra de su familia y por celos (la película sugiere que el amor del tío a su sobrina traspasaba lo familiar). No obstante, se deja de lado los motivos políticos y las envidias que estuvieron detrás del complot contra Abelardo, pues en la realidad su castración (algo muy simbólico para la época, una manera de castigar la mundanidad de un hombre famoso en su momento, una forma simbólica de interrumpir la reproducción de sus ideas) se debió a un complot que implicó a muchos enemigos del maestro. Incluso, hay que tener en cuenta que la molestia del tío no era banal para la época, pues Abelardo había violado las normas básicas de hospitalidad, pues a pesar de ser un invitado en la casa del tío de Eloísa, sedujo y tuvo relaciones sexuales extramatrimoniales (gran pecado para el momento) a la mujer más importante de ese hogar.
Otro aspecto que no cuaja, ante el medievalista, es cómo lo epistolar se reduce a su mínima expresión en la cinta. Aquel género literario fue usado y desarrollado por los amantes cuando fueron separados en diferentes monasterios, como castigo y como forma de volver a la castidad mancillada, él por constricción y por quedar como abominación, según terminología de la época, y ella por obligación. Ante la imposibilidad de volver a fusionar sus cuerpos (por la castración y por la distancia), las cartas terminaron siendo la forma de amarse, una forma propicia atendiendo la intelectualidad de los amantes. Abelardo y Eloísa lograron darle un estatuto superior al género epistolar: el amor crece mediante las cartas (un “hacer el amor en el corazón”, como lo dice Eloísa en el filme), pero el filme, tristemente, se centró en la exposición del amor previo a la castración y la separación.
Andres Botero
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