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El sexo sentido

Romance. Comedia Historia de una ninfómana y un pintor que la espía. (FILMAFFINITY)
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
13 de julio de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desenfadada, intrascendente, previsible, estereotipada, hiperbólica y previsible, la propuesta de R.A. González más que una película parece una sucesión de gags que, además, no brillan por su ingenio.

Ya está casi todo dicho.
Argumento baladí, guión flojito, situaciones endebles, escasa gracia y una tendencia exagerada a llamar la atención a toda costa que sorprende por su vulgaridad y que representa su propia condena.
ABSENTA
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12 de marzo de 2023
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Enredo caliente a ritmo de rumba y con gotas de tequila. Las ficheras, fogosas, se remenean provocando el deseo de los hombres, que quedan como pendejos (y de la chingada) ante el descaro de ellas.
Es el puro desenfreno del sexto sentido, el que todos entienden.

Tal vez acercarse a un producto de talla baja como el que nos ocupa es hacerlo a, para la inmensa mayoría de las opiniones, la peor época que pudo vivir el cine mexicano, una atmósfera de mediocridad generalizada donde se juntaron el éxito de la industria del VHS, el apoyo del Estado a que títulos internacionales se filmaran en sus tierras, el mal uso del Instituto Mexicano de Cinematografía, destinado a propiciar un cine de cultura, o el afán por promocionar a jóvenes artistas dando la espalda a directores veteranos.
Mientras el público prefería ir a las salas a ver caras producciones de Hollywood triunfaban los géneros del terror, el policíaco y sobre todo la comedia erótica, resuelto sobre bajos presupuestos y pobre calidad. En este extraño panorama se encuentra Rogelio González, uno de esos veteranos, arrastrando tres décadas de carrera desde que le diera el éxito a la estrella Pedro Infante; como otros tantos coetáneos, el tipo tenía que sobrevivir, eso es lo único que podría explicar (porque no me interesa profundizar más allá de ello) su participación en "El Sexo Sentido", perfecto ejemplo de la decadencia mexicana ochentera.

Sólo hay que echar un vistazo a las escenas que abren la propia película, donde Adriana Vega, importada de nuestro país y malamente doblada para el caso, se contonea medio desnuda sobre la pista de una bulliciosa discoteca como si estuviese en el salón de su casa; el diálogo que mantiene con un chaval que baila con ella es un síntoma del mal gusto y la estupidez que cruzarán hasta el final esta historia cuyo tema por antonomasia es el sexo, en todas sus múltiples formas. También deja al descubierto (porque no todo van a ser cosas malas...) la habilidad de González para el exceso visual, casi surrealista, el colorido y para imprimir el ritmo adecuado a los diálogos, llenos de agilidad y simpáticos dobles sentidos.
Huelga decir que el film tiene un buen arranque. La bellísima Vega, con más tendencia a la desnudez que incluso en sus películas de "destape" españolas, de ninfómana descontrolada y adorable, tras la caza del psiquiatra Picaluga (ni más ni menos que "El Mimo" de la Peña), que parece la combinación de José Luis López Vázquez y Jerry Lewis; tras hablar en consulta sobre sus tres amantes, todos para días específicos de la semana, muy diferentes entre sí (destaca el divertido Sergio Ramos de impotente desgraciado...), uno esperaría ver a la chica, Patricia, luchando para llevarse a la cama al doctor...

Tanto más cuanto que a este le presentan como un acomplejado imbécil con el "síndrome de Edipo", y orgulloso de ello. Sin embargo, a poco que puede, la trama se va por otro sitio e inicia su desbocada introducción de nuevos personajes (tres cuartos de hora y siguen apareciendo), empezando por un "viva la virgen" (Andrés García, quien poco después dio vida al popular Pedro "Navaja") dispuesto a hacer dinero con los desnudos y encuentros tórridos de Patricia a través de un telescopio, aprovechando que la tiene enfrente de vecina.
Cunde el delirio, el enredo, los tres amantes de la chica tienen a sus propias esposas o novias, se abandona al personaje de Picaluga, aparecen otros, y entre los muchos la explosiva Rossy Mendoza (medio china, medio mexicana, no se lo pierdan) roba el protagonismo a Vega, acaparando la atención en algunas de las secuencias más patéticas de la Historia del cine (el desnudo integral en la discoteca, ¿era tremendamente necesario para la trama?). González se divierte (o no, tal vez pudieron las exigencias del productor Jorge Isaac) y apuesta por seguir aumentando el absurdo y el cúmulo de individuos en pantalla, hasta no saber muy bien qué es lo que está pasando.

Parece mentira que unas seis personas tomen parte en el guión, ya que sólo cunde el caos narrativo y la sucesión de "gags" (y desnudos) es extrañamente aleatoria; llegada más de la mitad del metraje (donde, por cierto, nuevas caras continúan apareciendo) es imposible saber los derroteros del "argumento" ni en qué personaje hemos de centrarnos. El clímax, desarrollado en una colonia nudista para añadir más carne a la libido del público, provoca ganas de vomitar.
Y pese a todo debe ser ese exceso, el humor tan ligero, los chistes tan malos y a destiempo, ese tono realmente desenfadado y tan libre de prejuicios que el espectador español puede relacionar sin problemas con el "destape" de aquellos años (la calidad de las películas dentro de este subgénero no difieren tanto entre países). Indigno sí resulta encontrarse con esto, acusando una clara decadencia, en los últimos estertores de la interesante filmografía del nativo de Nuevo León...

...quien, por desgracia, no tendría tiempo de enmendar su error por culpa del trágico accidente de coche que poco después acabó con él, a la edad de 62 años.
Chris Jiménez
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