Persecución en el Norte

No sé su nombre y dudo mucho que nunca llegue a saberlo, así de bien se oculta, aun para aquellos que, como un servidor, llevan tiempo gozando de sus muy espaciadas críticas y del contacto esporádico a través de mensajes tan elusivos y repletos de interrogantes que hacen que uno se pregunte si no estarán escritos en lenguaje cifrado. Sus críticas son una sabia mezcla de laconismo, contundencia y capacidad de síntesis, y aflora en ellas, una y otra vez y sin pedanterías ni perifollos, un dominio apabullante de todos los resortes del lenguaje cinematográfico. Lo que más envidio de él es, sin duda, esa capacidad única para detener el tiempo en un fotograma y escudriñarlo y desmenuzarlo en todos sus detalles, como si un segundo durara un siglo y no hubiera nada que pudiera pasarle inadvertido. Como si viera cosas que no podríamos creer, hasta que él la ve y las cuenta. Y miramos de nuevo, y creemos.

De todos los usuarios de FilmAffinity, él es, sin duda, el más hermético y enigmático y, también, uno de los más melancólicos. Tal vez resulte excesivo decir que ha abjurado del cine, pero tanto su nombre de guerra como todos sus textos destilan un desaliento más o menos explícito, aquel que proviene de la creencia en que, en un punto u otro, el cine se jodió, las cosas se torcieron y tomaron el rumbo equivocado. Algo tiene del Quijote de 1615, de cuando Alonso Quijano recuperó la cordura y se supo, de repente, un héroe triste y extraviado en un mundo sin caballeros ni encantadores, que blandía inútilmente su espada en espera de gigantes que nunca acudirían, perdida sin remedio la esperanza de hallar enemigos que valiera la pena combatir. Él da también esa impresión, la de haber sido arrancado de su auténtico tiempo. Un tiempo, cada vez más lejano, en que el cine andaba justo de dimensiones pero sobrado de talento, y en el que un puñado de tuertos que nunca pisaron una escuela de cine enseñaban al mundo a hablar la lengua libre y salvaje que su ojo sano había inventado.

Sospecho que Raoul Walsh no es su tuerto favorito, aunque su parche, a diferencia del de otros, no fuera un mero adorno y ocultara una cuenca que el propio cine había dejado vacía. “Persecución en el norte” no es, además, una de sus mejores películas, sino uno de los muchos productos de encargo y circunstancias que rodó a lo largo de su vida, con todas las servidumbres que ello acarrea: sus villanos de una pieza, su romance superfluo, su mensaje triunfalista y simplón. Y sin embargo, basta y sobra para hacerse una idea de lo que con esos pobres mimbres podía hacer Walsh y para darse cuenta de cómo los tuertos de antaño le daban sopas con honda a tanto miope contemporáneo y a sus ridículas revoluciones de pista de circo. Sirve también para entender que si he dicho que mi camarada es uno de los más melancólicos de FA es porque sé a ciencia cierta que siempre habrá alguien que lo sea más que él.

Ahí va mi copa, camarada. A la salud de los tuertos que fueron los reyes del mundo.

Blanco y negro. Género bélico, II G.M. año 1941, transcurre todo el argumento en Canadá que desde un primer momento junto a Gran Bretaña había declarado la guerra a Alemania.

Cuenta la historia de un cabo de la policía del Canadá (Errol Flynn) que captura a un alemán, el Coronel de aviación Hugo von Keller (muy bien interpretado por Helmut Dantine), a quien un submarino nazi lo había desembarcado clandestinamente es ese país junto con varios hombres a su mando para realizar una misión secreta. Después de ser detenido, el Coronel y varios de sus hombres se espacan del campo de internamiento donde estaban presos. Entonces el cabo de la policía que lo atrapó en un primer instante, canadiense de origen alemán y que habla bien este idioma, es encargado por sus superiores de encontrar de alguna manera al citado Coronel y acompañarle como si fuera un simpatizante, con el fin de ver a dónde quiere huir, qué se propone y volverlo a capturar.

La película está realmente bien, tiene emoción, cambios, sorpresas, estratagemas e incluso una bella Julie Bishop, haciendo de novia de Errol Flynn.

El filme está en la línea de otros dos también similares del género bélico que cuentan la historia de un oficial nazi en la II Guerra Mundial llegado a Canadá por al comienzo de la 2ª Guerra Mundial y que por uno u otro motivo en gran parte la recorre huyendo por su territorio nevado, intentado llegar a un objetivo. Véase esas dos películas de parecido argumento:


. LOS INVASORES (49TH PARALLEL), dirigida por MICHAEL POWER, 1941 Reino Unido.

. EL UNICO EVADIDO (THE ONE THAT GOT AWAY), dirigida por ROY WARD BAKER, 1957 Reino Unido
—por cierto, esta película no figura aún en la web de Filmaffinity—.

Errol Flynn el espía nazi para las mentes calenturientas del comunista y poco amigo de Agatha Christie está de nuevo en una peli de propaganda. Hay que dividir Persecución en el Norte en dos partes bien diferenciadas. La trama y el nudo son mejores que Los invasores de Michael Powell y el desenlace está a la altura de Sabotaje y Enviado especial. Claro que Persecución en el Norte es una obra maestra si las comparamos con las de Alfredo.

No es la mejor película de Raoul Walsh, sin duda, pero con tan corto guión y utilizando una vez más la naturaleza como protagonista aprovechando los bellos parajes canadienses y su duro clima con sus valles y montañas nevados, nos regala esta historia de espionaje donde los nazis, una vez más, son los protagonistas malos que intenta acabar con el mundo civilizado, y el héroe, en la persona de Errol Flynn, corre en su defensa. Nada como un australiano salvando a los canadienses desde un punto de vista norteamericano, aunque sea con una sóla óptica.

Historia muy bien contada, como casi todo lo que caía en la cámara de Walsh, aunque el tono propagandístico atufe a distancia, aunque aprovechando la coyuntura de que Canadá, junto a Inglaterra, fueron las naciones que automáticamente le declararon la guerra a la Alemania nazi tras su invasión de Polonia.

Algo de reivindicativo, como casi siempre más allá de la proclama militarista, en relación a la explotación de los pueblos indígenas y autóctonos de las regiones y países donde llegó el magnífico director que fue Raoul Walsh, al que yo reivindico especialmente en prácticamente toda su obra.

Notable, 7.

Bastante entretenido film del maestro Raoul Walsh, que como en casi todos sus trabajos, imprime de dinamismo y espectacularidad un argumento no demasiado visto, al menos, en cuanto a los paisajes donde se desarrolla la acción (el nevado Canadá).
Mezcla de cine bélico, intriga, suspense, aventura y acción, la cinta se deja ver sin ninguna dificultad, siendo muy amena en todo momento.
Además, es un placer ver la actuación de gente tan estupenda como John Ridgele, Monte Blue, Tom Tully o el siempre excelente Gene Lockhart, aquí ¡sorpresa! haciendo de malo malísimo.
Brillante fotografía en blanco y negro y gran labor de montaje.
Bonita.

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