El correo de la muerte

Sorprendente título que siendo "una de vaqueros" nos muestra a un protagonista que actúa como agente secreto. Podría ser un film de intriga policíaco de no transcurrir en el oeste americano.

Stephen McNally, el protagonista, que en la peli se llama Steve Davis (como el gran campeón de snooker), es un actor con oficio, suelto ante la cámara y bien parecido que realiza su papel con corrección, resultando muy creíble. Hoy, injustamente, solo le conocemos los muy aficionados al cine.

Alexis Smith, por la que siento debilidad -lo confieso- hace de una cantante de saloon "con sorpresa" (para no desvelar la trama). Buena actriz además de guapa, muy expresiva, traspasa la cámara en los primeros planos a la que encandila con sus ojos claros.

El film cuenta con un buen plantel de secundarios, como James Arness, Ed Begley, Richard Jaeckel (inolvidable sargento Bowren de Doce del Patíbulo), que realizan el buen trabajo al que nos tienen acostumbrados.

El argumento nos ofrece momentos muy variados; boxeo, cárceles, robos y la imprescindible historia de amor, con química entre los protagonistas.

La música nos acompaña sin cansar ni destacar, obligación de una banda sonora bien hecha.

En resumen: Una película sin mayor trascendencia pero bien realizada con la que pasamos un rato muy entretenido.

Western de espías. El Gobierno ha establecido un sistema de correos basado en la red ferroviaria, destinando en cada convoy un vagón a propósito para ordenar la correspondencia que se recoge y entrega en las estaciones que atraviesa la línea. Pero la astucia y el atrevimiento de los ladrones hace que con frecuencia se asalten los trenes para hacerse con el dinero y los valores que se envían. Y no es esto lo malo, sino que los bandidos suelen conocer de antemano los alijos más valiosos.
No se trata pues de simples forajidos, sino que tienen una organización poderosa con buenos contactos en las altas esferas. Ya no se trata de reforzar simplemente la vigilancia, sino de contratar auténticos expertos en los servicios de información. Y ninguno tan eficiente como el del Ejército ahora, 1869, que ha concluido la guerra civil.
Y ahí está el antiguo capitán Steve Davis (McNally), dedicado al pugilismo donde gana su buen dinero en los combates, que establece cuidadosamente un plan para entrar en la banda y dar con la cúpula de la misma.
Estamos pues ante una cinta de espías ambientada, muy bien ambientada, en el Oeste. De espías y de aventuras, pues viajaremos en tren y a caballo desde Cheyenne a San Luis o a la terrorífica prisión de Yuma, "comida y casa digna de cerdos". Contemplaremos bellas escenas de Music-Hall con la espectacular Denis Rams (Smith) en el escenario, bajaremos a la sordidez de las celdas de castigo, ascenderemos por empinadas laderas hasta el escondrijo de los malhechores, penetraremos en sus cueva y, finalmente, emergeremos de las profundas aguas del río Pecos para hacer justicia.
Trama muy bien trabada, con un guion sólido, donde hasta el final se mantiene la intriga para conocer los culpables. Con alguna sorpresa. Escenas bien ambientadas en interiores y exteriores, mucha acción y buena interpretación en general, acaso un poco lastrada por el discreto análisis de la personalidad de algunos personajes.
Una lástima la escasa atención prestada hasta ahora a la película.

Mediocre western que incluso, a pesar de su baja calidad cinematográfica, conoció un remake tan sólo seis años después, cuyo título fue "Cueva de bandoleros".

Se trata esta de "Wyoming mail" de una peli vistosa a medias si no se le pide absolutamente nada, pero escasa si se le exige algo de enjundia.

El argumento, sin ser original, sí tiene elementos atractivos, pero si quitamos la ambientación, con un vestuario y fotografía de postín, el resto es absolutamente olvidable.

El ritmo falla y por ello el tedio aparece varias veces. Esto sucede por gracia del realizador Reginald le Borg, que siempre fue de serie B, C o/y incluso D. Y así no falla, cinta floja, que apenas tiene un par de escenas salvables, como el primer asalto al tren (con dos lanzamientos de cuchillo mortales), y la belleza de Alexis Smith, que trata de poner elegancia en el desangelado conjunto.

Y no, no es que aburra hasta a los muertos, es que todo tiene sensación de "dejà vu" y se olvida al de cinco minutos (por fortuna).

Pena da ver a excelentes característicos, como mi admirado Richard Jaeckel, James Arness, Howard da Silva y/o el excelente Ed Begley.

En fin, si no se tiene nada mejor que hacer...