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La muerte de vacaciones

Fantástico. Drama. Romance La muerte (Fredric March), cansada del rechazo de los humanos, decide transfigurarse en uno de ellos para descubrir el origen de ese temor y comprobar qué les aferra con tanta ansia a la vida. Basada en una obra de teatro de Alberto Casella que también inspiró "Meet Joe Black" (1998). (FILMAFFINITY)
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
4 de enero de 2009
24 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
A los quince años visioné La muerte de vacaciones, en VOS, y me impactó de tal modo que se convirtió en una de mis películas favoritas. Tratada de forma bastante teatral, habla del amor y de la muerte de una manera natural y muy poco aterradora (personalmente, si te vas a encontrar a Fredric March en sus años mozos al final de tu vida, ¡bienvenido sea ese final!).

La película nos cuenta cómo la muerte tiene curiosidad por saber qué es lo que ata a la gente al mundo, conocer sus inquietudes: el dinero, el placer, la emoción... Para ello se permite tres días de descanso durante los cuales nadie muere (puesto que ella, encarnada en el genial Fredric March, se ha transmutado en el príncipe Sirki, un millonario venido de tierras lejanas). Durante el tiempo que pasa entre mortales se alojará en casa del duque Lambert y tratará de encontrar aquello que llena la vida de los mortales. Allí, cómo no, despertará el interés del resto de los invitados (especialmente mujeres) pues se trata de un personaje misterioso, desconocido y tremendamente atractivo. Sin embargo, él acaba por descubrir qué es lo más preciado de la vida en una persona: Grazia, la prometida de Lambert, de la que se enamora perdidamente. ¿La conseguirá encandilar? ¿Qué pasará al acabar el tercer día?

Se trata ésta de una película poco conocida de Fredric March que sin contar con grandes recursos estilísticos posee un buen guión que nos tiene en vilo hasta el final. Por supuesto que es recomendable especialmente para gente que guste del género romántico, aunque no se nos antoja lacrimógeno en ningún momento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
machanguita
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30 de enero de 2017
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fábula trágica en tres actos, obra teatral escrita en 1924 por Alberto Casella, famoso por esta obra que sería adaptada al cine diez años después por Michell Leisen para la Paramount. Al parecer, Leisen fue uno de los “culpables” para que el guionista Billy Wilder se pasara a la dirección, harto de que sus libretos no fueran filmados como él entendía que debían trasladarse a la pantalla. Pero por mucho que el genial Wilder, se lamentara indirectamente en su memorias sobre los directores que filmaban sus guiones, creo que Leisen fue un gran director en lo artístico con una elegancia suprema como demuestra en este film. Gracias a un excelente guión del gran Maxwell Anderson, una esmerada fotografía y unos decorados suntuosos, en el fondo, una profunda reflexión sobre la vida y la muerte, sobre la angustia existencial y el dolor.

El hedonismo y la algarabía de un grupo de aristócratas adinerados se ve interrumpido por la llegada inesperada de un siniestro invitado. El “carpe diem” se rebela tan fugaz aquí como el eco de una risa forzada. Estamos en las calles de Nápoles donde la nobleza se mezcla con la multitud y la alegría con la melodía de una tarantella, de madrugada se retiran a villa Felicitá (ironía del autor), morada del duque Lambert y sus invitados en lujosos vehículos a velocidad imprudente por una ruta sinuosa, hay un accidente sin gravedad pero la joven Grazia (Evelyn Venable) que es pretendida por Corrado, el joven que conducía, advierte la presencia de una sombra tras el automóvil siniestrado, pero más tarde en la villa lujosa como un palacio mientras suena un piano con la música de Chopin es cuando se manifiesta la llegada de la parca, como la caricia de una brisa gélida.

Para entonces, el cineasta ya ha tomado tras este prólogo, las características temáticas, tonales y atmosféricas del film, a las que hay que añadir la majestuosa e inquietante aparición de la muerte encarnada por el apuesto príncipe Sirki (Frederic March), un espectro cansado de ser mal recibido, del que todos huyen y aborrecen, decidido a no ejercer su función de segar vidas, para pasar unos días entre los vivos con el propósito de averiguar porqué es tan temido entre ellos. Esas características son el apunte sobre la fugacidad del instante, como que las mujeres alojadas en la villa se entreguen a una vanidosa competencia para saber quién tendrá más poder de seducción sobre la muerte-Sirki, como una extraña atracción de necrofilia no declarada.

Todo ello supone una crítica a la vanidad, reunir a todos los personajes dentro del mismo plano, sin duda con objeto de hacer de ellos una colectividad representativa del género humano, aunque sea sólo de la nobleza, mientras va reservando a Grazia para distinguirla de la colectividad, de acuerdo con el papel que le ha sido designado; la música como definidora de ambientes y expresión de sentimientos que alcanzan su punto más alto con el “Vals triste” de Jean Sibelius, es el juego de la seducción. El tono es ácido y fatalista, y la modulación es propia de un cuento triste y melancólico. Se trata pues, de una historia romántica y morbosa en el que una joven ha soñado y esperado su príncipe encantador que no es otro que el que todos tratamos de eludir. “La muerte de vacaciones” es una elegante rareza del cine fantástico norteamericano, construida en función de la mirada y la transgresión. Notable film del menospreciado Michell Leisen.
Antonio Morales
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6 de agosto de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La muerte (March), cansada del rechazo de los humanos, decide transfigurarse en uno de ellos para descubrir el origen de ese terror y ver qué les aferra con tanta ansia a la vida.
Pasa por ser una de las más originales películas del cine americano de los 30 y posiblemente sea el título más celebrado de la filmografía de Leisen. Muy romántica, necrofílica, es un melodrama de sesgo fantástico, elegante, sofisticado y calculado, precisamente por ello algo "tocado" por el paso del tiempo, con un March algo sobreactuado y una sensación de estar asistiendo a una película que tiene mucho cuerpo pero no la suficiente alma. Es buena, pero no memorable. Fotografía de Charles Lang. Basada en una obra de teatro de Alberto Casella, hay un desdichado remake de 1998, "¿Conoces a Joe Black?".
kafka
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20 de mayo de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Death takes a Holiday (La muerte de vacaciones, 1934) es una producción bastante singular y atípica. Dirigida por Mitchell Leisen, la película está basada en la obra de Alberto Casella (La morte in vacanza), nos cuenta la historia de la misma parca, que decide tomarse tres días de vacaciones para poder vivir como los hombres a los cuales se lleva sus vidas. La película gozó de un buen éxito de público y crítica.

No visita a unos personajes cualesquiera. La película arranca en ambiente de jolgorio (donde se presentan los títulos de crédito) y donde también vemos a una serie de personajes de alta estatus social celebrar una fiesta, para posteriormente coger dos coches y marcharse a villa felicidad (evidentemente, el nombre está cargado de ironía, ciertamente la película juega con muchos recursos de este tipo). Durante el trayecto en coche parecen observar una especie de sombra que les sigue (la misma muerte) pero no le dan mayor importancia, pese a que casi fallecen en un accidente automovilístico. Una vez llegados a su residencia, donde esperan pasar unos días de agradable tranquilidad, uno de los personajes hará mención al accidente que casi acaba con ellos-A veces vivir al filo de la navaja es excitante-

En esas aparecerá la muerte, para anunciar su cometido, que es pasarse ni más ni menos que tres días entre los invitados para disfrutar de eso que la muerte parece envidiar, porque no ha sido capaz nunca de disfrutar una a pesar de tenerla siempre tan cerca, la vida. La película muestra desde el primer encuentro entre la muerte y el personaje interpretado por Guy Standing (el único que sabe en principio quien es realmente el visitante extranjero) un tono teatral, que se intensifica especialmente en las declamaciones que protagoniza la propia muerte, más cercanas al teatro shakesperiano que al propio cine ruidoso de los años treinta (donde los musicales y las películas de gángsteres estaban a la orden del día).

Hablando de ruido, resulta realmente curiosa la utilización de la música que realiza Mitchell Leisen durante la película. Si bien es sabido que durante el cine clásico, la banda sonora es una herramienta que en la mayoría del metraje debe comportarse con gran transparencia, Leisen singulariza en algunos momentos la banda sonora. Queda patente en las primeras secuencias antes de que se presente la muerte, donde Leisen utiliza la música como un elemento de primer nivel, cuando los protagonistas entablan conversaciones (la declaración de amor de uno de los protagonistas y la huida de la mujer ante la confesión, por ejemplo). También es significativo que en algunas secuencias Leisen recurra antes al silencio que a una música de fondo, si bien es cierto que esto son casos contados y que durante la mayoría del metraje la película se ajusta perfectamente a los cánones clásicos.

Ciertamente el argumento podría haber elevado a la película a los altares. Los primeros diálogos de la película son excepcionales y hacen presentir que estamos ante una obra maestra, que sin embargo se acaba desinflando por méritos propios.

La presentación misma de la muerte es excepcional. Volviendo a citar a Shaskpeare, recuerda enormemente la magnífica presentación del fantasma del primer capítulo de Hamlet. Diseñada como una sombra vaporosa, la imagen de la muerte se presenta ante el espectador como una de las imágenes más inquietantes del cine clásico. Su primer monólogo, a pesar de utilizar un estilo quizá demasiado encorsetado, está lleno de vitalidad y cargado con un profundo contenido filosófico. La muerte quiere ver conocer de primera mano como sienta esto de vivir. Inteligentes resultan los diálogos que ella misma protagoniza cuando crítica los vicios de los seres humanos, que al contrario de vivir la vida cada minuto (ella conoce muy bien el poco tiempo del que disponemos) derrochan, pues la mayoría de los protagonistas simplemente se dedican a pasar el tiempo, entre las apuestas en los casinos, la bebida y el cuchicheo. La película ofrece una interesante carga crítica que resulta muy interesante de valorar en este aspecto.

Sin embargo, si en los primeros compases de la película, el film es totalmente creíble y tiene una profunda estética naturalista, poco a poco el estilo de la película irá degenerando cada vez más hacía un rancio estilo teatralizado que le resta vida a la película. El personaje de Friedrich March, la muerte encarnada ya en una persona, acaba por convertirse en personaje teatral ambulante, y a los guionistas se les acaban las ideas para sus diálogos. Finalmente se acaba tirando por la vía del amor (la muerte descubre que lo único por lo que vale la pena vivir es Eros) que a pesar de ser el recurso obvio, se resuelve de manera estrepitosa en un final que no acaba de estar a la altura de los primeros compases.

http://neokunst.wordpress.com/2014/05/20/la-muerte-de-vacaciones-death-takes-a-holiday-1934/
Kyrios
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26 de mayo de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
M. Leisen dirige una película con enorme capacidad de fabulación, mérito notable al tratarse de una película de 1934 de complejo argumento.
Aunque no consigue evitar esa actuación algo afectada característica de algunas producciones de aquellos años, la película posee aires de modernidad, de tránsito acelerado hacia la nueva forma de hacer cine y un equilibrio general de obra importante y solemne.
Cuando entra en materia resulta divertida, original y ocurrente porque un selecto humor negro se desliza en unos planos muy expresivos y la narrativa cinematográfica adquiere visos de gran sutileza.
Sobresaliente interpretación de los protagonistas.

Didáctica con suave moralina y pedagogía elegante.
ABSENTA
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