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Calle lateral

Cine negro. Drama El cartero Joe Norson (Farley Granger) y su mujer (Cathy O'Donnell) esperan un hijo. Él desea una vida mejor para los suyos, pero carece de medios. En un acceso y sin pensarlo, roba un sobre con dinero en un despacho de su ruta de reparto, pensando que habría poco dinero pero se encuentra con $ 30.000. El dinero es producto de un chantaje de una banda de criminales. Joe usa parte del dinero para mejorar la vida familiar, pero, al final, ... [+]
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
21 de febrero de 2011
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Side Street de Anthony Mann es un gran descubrimiento. Cine negro en estado puro con un estilo moderno e innovador para su época, con unas increíbles localizaciones y planos exteriores por Nueva York (soprendentes imágenes en los títulos de crédito a vista de pájaro) junto con una fotografía fuera de serie y ese contraste tan acertado entre luces y sombras.

Farley Granger está muy convincente aunque siempre fue considerado un actor limitado. Contiene varios puntos en común con Los Amantes de la Noche de Ray y la fatalidad del destino, además, del protagonismo de Cathy O'Donnell.

Un Serie B que nada tiene que envidiar a grandes clásicos del género. Debo seguir completando la filmografía de Mann dentro del género negro (mi director favorito de Western), sobre todo, con Desperate y Justa Venganza, ambas pendientes de ver y muy apreciadas por la crítica.
Antonio
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27 de noviembre de 2011
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
De todas las pelis que hizo el director de Colorado Jim en el cine negro Desperate y La brigada suicida son las únicas que me llenan. Las otras no pasan del segundo hervor. Lo mejor de Side Street está en los inicios en donde el cartero que no es Karl Malone roba un dinero a unos maleantes. No se puede hablar de un falso culpable al uso ya que el cartero es un ladrón. Es un ladrón con un buen corazón. Lo que pasa después del robo lo podrían haber firmado docenas de directores con menos talento para dejarlo igual. Claro está que no se puede pedir mucho teniendo a Farley Granger en el reparto.
RONNIE JAMES DIO (CUENTA BLOQUEADA)
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26 de julio de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Side Street es uno de esos noirs típicos de la época encargados de ensalzar a tal o cual agencia defensora de la ley. Mann ya había practicado esa modalidad en La brigada suicida, a mayor honra y gloria de los agentes del Tesoro, y esta vez le tocó lidiar, nada más y nada menos, con la hoy tan denostada policía de Nueva York. Perro a él no le interesaba esta labor propagandística, sino aprovechar la coyuntura para desplegar su inmensa capacidad e intuición sobre el cine negro. Cierto, siempre le tocaba aguantar con el manido discurso triunfalista que abría y cerraba este tipo de cintas, pero lo importante es el interior de un bocadillo, a saber, las peripecias de un pobre cartero (pobre en todos los sentidos, incluso de mente) a punto de ser padre cuando roba dinero en el despacho de un abogado mezclado con los bajos fondos. Lo que él creía apenas 200 dólares se convierten en 30.000, con la propina de un asesinato. ¿Quién llegará antes a él, los malos o la poli? Estando Charles McGraw por en medio, sin duda la policía. Rodada en un excelente blanco y negro, cortesía de Joseph Ruttenberg, en las calles de la ciudad, da gusto ver una película de ritmo trepidante, tensión contenida y rutilantes interpretaciones, incluido el mediocre Farley Granger, ducho en personajes apocados y faltos de personalidad. Side Street viene en programa doble con Acto de violencia, de Fred Zinnemann. A degustar.
Eduardo
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13 de abril de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Side street (1950), de Anthony Mann es el relato de alguien que no es héroe ni canalla, sino tan débil como algunos de nosotros e inmaduro como muchos de nosotros, como indica la voz en off, que abre y cierra la narración. Es el relato sobre alguien que no quiere que su vida se convierta en un recorrido cuesta abajo en el que trabaja durante treinta años, para después retirarse con una pensión que corresponde a medio sueldo. Quiere que su vida sea una ascensión, quiere viajar a Italia, admirar obras de arte en museos y comprar un abrigo de visión a su esposa. Joe (Farley Granger) es una de esas figuras con las que nos cruzamos cada día, pero en las casi no nos fijamos, o sólo vemos el uniforme, sin quizá percatarnos de quien lo porta. Joe es simplemente un cartero, alguien que lleva mensajes, alguien en medio, alguien en ninguna parte, alguien a quien la vida amenaza con ser un permanente mensajero, sin que nada le llegue, u ocurra, y a ninguna parte llegue.

Su esposa, Ellen (Cathy O’Donnell), está a punto de dar a luz su primer hijo, lo que supondría ajustar aún más el nudo corredizo a una vida de economía estrangulada, como si le condenara a transitar su vida siempre por calles laterales (side streets), en las que los sueños siempre permanecen lejos de la vista. Joe expresa sus ansias, sus sueños, mientras contempla el socavón de unas obras en la calle, y no quiere que su vida acabe en uno (se lo expresa a otro uniformado, satisfecho en el cumplimiento de su vida resignada y predeterminada, un policía). Y cuando vislumbra, en el despacho de uno de los hombres a los que deja el correo, billetes que pueden ser la contraseña para evitar el socavón, no duda en hacerlo. Pero la suma que sustrae es mucho más elevada de lo que imaginaba (no los doscientos que había visto guardar sino treinta mil). No basta con sufrir remordimientos y querer enmendar lo que poco después (tras haber cogido la pequeña mano de su bebé) considerará un error como si nada hubiera ocurrido. Es dinero que procede de acciones delictivas, lo que le coloca en una situación aún más complicada, ya que es dinero que quieren recobrar. Unos quieren recuperar el dinero y otros intentarán realizar acciones rapaces de sustracción: de nuevo, Joe estará en medio, pero de una refriega que pondrá en peligro su vida.

Side street supone la segunda colaboración, como pareja protagonista, de Granger y O’Donnell, tras Los amantes de la noche (1949), en la que Granger también interpretaba a alguien abocado a la delincuencia, al robo. Aunque su talante más tenso, crispado, evoca más al de los implicados en crímenes violentos, al prontamente arrepentido que encarnó en La soga (1948), de Alfred Hitchcock, pero también al asesino de Nube de sangre (1950), de Mark Robson. El guión lo escribe Sidney Boehm, que participó en los de otros estimulantes noirs como Relato criminal (1949), de Joseph H Lewis, La calle del misterio (1950), de John Sturges, Union station (1950), de Rudolph Mate o, en especial, la magistral Los sobornados (1953), de Fritz Lang, como también en las espléndidas Sábado trágico (1955), de Richard Fleischer y Harry Black y el tigre (1956), de Hugo Fregonese. Si junto a John Ford, en el western no hay cineasta como Anthony Mann que haya realizado un mayor número de obras excelentes (al menos, siete), en el film noir, tras Fritz Lang, no hay otro como Anthony Mann, y basta nombrar, para corroborarlo, Desesperado (1947), El último disparo (1947) Brigada suicida (1947), Justa venganza (1948), Orden: Caza sin cuartel (1948), codirigida por Alfred Werker, o Incidente en le frontera (1949), sin dejar de lado su aproximación noir a la revolución francesa, Reinado del terror (1949).

Side street combina como Orden: caza sin cuartel, dos líneas narrativas, característica de la variante procedural, la superficie, la investigación que realizan los policías, comandados por Anderson (Paul Kelly), y el trayecto dramático, abisal, del criminal o delincuente. Aunque en este caso aún cobra más presencia escénica la segunda línea, y hay una armonía estilística que cohesiona ambas partes (en Orden: caza sin cuartel, el tratamiento de la parte concerniente al criminal, era más remarcadamente tenebrista). Predomina un aire de inmediatez, de realismo a ras de suelo, ese que busca el pálpito cotidiano, como si buscara reflejar el látido de una ciudad, de una sociedad, a través de alguien cualquiera que pudiera ser (casi) todos, como un cruce entre las cámaras, en una retransmisión televisiva, que personalizan una figura en la multitud de la que es representativa, como el oficinista de Y el mundo marcha (1928), de King Vidor y la secretaria de Psicosis (1960), de Alfred Hithcock. La misma introducción está guiada por la voz en off de Anderson, que en el inicio detalla cuántos mueren, nacen y se casan al año, y cuántos miran los escaparates como la pantalla de la ilusión en la que quisieran convertir su vida. Nos presenta a la ciudad en la que Joe es uno más, otro hombre anónimo con sus rutinas y aspiraciones. Hasta que se convierte en una anomalía en el tráfico de la rutina, por realizar una infracción en su código, un socavón en su engranaje. Por querer forzar el escaparate para que sustituya a su realidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedesolaris
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15 de abril de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena película, de las que a mi me gustan. Este tipo de "clase media", como Wise, Mann, Fleischer, Fournier, Dmitri, son los que verdaderamente forjan la historia del cine.
Le llamo "clase media", por si alguien lee esto alguna vez, cosa que dudo, con toda la ironía del mundo. Son auténticos monstruos del cine, forzadores de sueños, grandes creadores.
Esta cinta es un producto típico del aprendizaje que lleva a estos directores, a Mann en concreto, a una categoría superior. Es una vibrante historia, con un guión soberbio, magnífico, una fotografía muy clara y unos personajes muy nítidos.
Es cine de consumo instantáneo, sin duda, que no queda en los anales de las mejores películas de la historia, a qué dudar, pero que si cumplen el papel con el que se crean, entretener, divertir...
Los actores muy en su línea, con un policía que no sé como se llama pero que tiene una peculiar fisonomía. Le he visto en alguna otra de Mann, o quizá de Fleischer, en Testigo Accidenta, o Ven a por mi, o alguna similar...
Rudo con corazón, podríamos decir.
ÁAD
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