Un cuento francés

“Al final del cuento” es una comedia amable, simpática y bien hecha que te hace pasar un buen rato. Los franceses, en este caso una francesa, tienen el suficiente oficio como para dignificar la intrascendencia, algo que no perdurará en el tiempo pero que pintará en nuestra cara una sonrisa cuando alguien la mencione o cuando el azar del cambio de canal nos muestre los rostros de Agnès Jaoui o Jean-Pierre Bacri.

En el mundo real suceden cosas que tienen gran parecido con los cuentos, aunque esas cosas ya pasaban antes de que alguien los escribiera y, mucho después, sirvieran para que los de Disney se forraran. Este guión escrito a dos manos, las de los mencionados anteriormente, hace constantes guiños a Cenicienta, Caperucita, Blancanieves, La bella durmiente, El príncipe azul….., como si parte de la vida fuera pura ficción y la verdad empezara precisamente cuando acaba la fantasía.

Desde la irrupción a finales de los 90 de Para todos los gustos, Jaoui y Bacri, pareja en la vida real y una de las uniones cinematográficas más interesantes del panorama europeo, han conseguido mantenerse fieles al espíritu de su ópera prima y consolidar un estilo narrativo propio. En Como una imagen y Háblame de la lluvia continuaron ahondando en el alma de unos personajes bondadosos, ligeramente atormentados y casi siempre inmersos en un mosaico de historias cruzadas trazadas con diálogos ingeniosos, mérito por el que muchas veces han sido comparados nada más y nada menos que con Woody Allen. Jaoui y Bacri, tras aparecer en películas dirigidas por segundos, casi todas de perfil más familiar y comercial, amplían su filmografía con Un cuento francés, película que en España ha tenido un estreno casi simultáneo en salas de cine y plataformas digitales.

Pese a que muchos esperábamos con ansias su regreso, y aunque en esta nueva propuesta se reconoce la firma de sus autores, Un cuento francés es con toda seguridad la obra menos satisfactoria de Jaoui y Bacri. En esta ocasión, los personajes parecen seguir patrones de conducta previsibles, y las tribulaciones que unen y separan a los diferentes protagonistas no resulta todo lo atractivos y convincentes que debería, a pesar de la presencia de algún que otro gag o línea de guion realmente ingenioso. Sus responsables tampoco consiguen dar el perseguido toque de realismo mágico que apunta el film en su primer tramo, seguramente porque algunos vértices del conflicto están poco perfilados (Benjamin Biolay, mejor cantante que actor, lidia con un personaje poco agradable) y porque las intenciones de Jaoui y Bacri siempre están más cerca del retrato ácido, incluso socarrón, que del romance sin concesiones. Desigual, y aún así un interesante menú de enredos afrancesados que se come y digiere con gusto.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities

Sin duda, fue la comedia de la Seminci 2013 y no sólo eso, sino la peli que revolucionó un poco e hizo que los aplausos fluyeran al final.
Me pareció conseguida y con un humor tremendo. Cine inteligente, a partir de un gran guión.
Mezcla los sueños, los cuentos, encuentros y desencuentros en clave de humor, pero con un gran ensamblaje de todas las piezas.
En la rueda de prensa, Agnès Jaoui, en un español fluido, dijo que le parece triste y raro encontrar un príncipe de cuento y que la felicidad no existe, siempre hay altibajos.

La calidad continuaba en la mañana del jueves con la comedia francesa “Al final del cuento”. Agnés Jaoui ha sido capaz de crear una obra redonda en la que ha dirigido, actuado y escrito el guión; este último ha sido reconocido como el mejor del festival; como un cuento de hadas y princesas en el que existen multitud de conexiones entre los personajes de reparto coral. En algunos momentos se vuelve demasiado monótona y previsible pero con un humor muy inteligente.

Los cuentos románticos clásicos han representado durante siglos unas creencias y modelos preestablecidos en las relaciones de pareja entre un hombre y una mujer. En un tiempo en que estas estructuras tradicionales están cambiando, la francesa Agnès Jaoui nos trae un relato audaz, a dos tiempos entre la fantasía y la realidad. “Un cuento francés” es un homenaje al romanticismo, pero también a las mentiras sobre el mismo.

Un “ceniciento” que deja la fiesta corriendo y pierde un zapato, una Bella Durmiente drogada o una Caperucita Roja que se enamora del lobo feroz. Quizás suene un poco extraño, pero eso es lo que nos enseña “Un cuento francés“, la decadencia de los personajes clásicos en el mundo actual. Y no es que Agnès Jaoui intente moralizar a su público a través de cuentos infantiles, sino que son su arma para contarnos una historia de amor llena de altibajos. Unos altibajos enormes, hay que decir, puesto que la pareja protagonista la conforman dos jóvenes con la cabeza llena de pájaros.

La directora nos propone un juego de ambientes. En la vida de Laura, la protagonista, todo es como una ficción, y así lo reflejan las miradas, los gestos y la música. Llegamos a ver incluso un arranque de pasión con canción latina de fondo incluida, cual telenovela mexicana. En cambio, la vida de sus padres y allegados se enfrenta a la realidad de los divorcios, el trabajo, los hijos y demás problemas cotidianos. Aquí ya no hay música ni polvo de hadas, sino las luces y sombras de la vida ordinaria. Jaoui sabe encajar muy bien estas dos realidades, aunque no llega a desarrollarse en una armonía perfecta.

De hecho, la película en su conjunto carece de equilibrio, y se puede confundir como una más a la lista de comedias románticas a la que nadie prestará atención. Y aunque el film destaca por un guion ágil y entretenido, premiado en el SEMINCI, en su conjunto no emociona. No obstante, “Un cuento francés” nos sumerge en los numerosos mitos que la cultura y la sociedad han creado en torno a los conceptos de “amor” y “desamor”. Jaoui parece decidida a mostrar cómo las mujeres en particular nos hemos visto afectadas por estos modelos, estas ficciones que hemos asumido y con las que hemos soñado tantas veces. Por ello Laura tiene esa necesidad de estar con alguien, cree enamorarse a primera vista, confundiendo la atracción con el amor. Y por ello necesitará una bofetada para despertar de su sueño de Bella Durmiente, de la ilusión de un romanticismo caballeresco que pocas veces acaba comiendo perdices.

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