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Una mujer en la playa

Drama. Cine negro Aunque el teniente Scott Burnett, del servicio de guardacostas, padece todavía pesadillas durante su convalecencia, está decidido a casarse con su novia Eve y empezar una nueva vida. Un día, se encuentra en la playa con Peggy, la mujer de un famoso pintor ciego. Scott y Peggy se enamoran, pero ella se siente culpable y no quiere abandonar a su marido. Scott, por su parte, cree que Tod finge su ceguera para retener a su esposa a su lado. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
18 de abril de 2010
27 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quinto y último film de la etapa americana (1941-47) de Jean Renoir (1894-1979), no estrenado en España por problemas de censura. El guión, de Frank Davis y Jean Renoir, se basa en la novela "None So Blind" (1944), de Mitchell Wilson, según adaptación de Michael Hogan. Se rueda en los platós de RKO Studios (Hollywood, L.A.), salvo unas pocas tomas exteriores de la costa de California. Producido por Jack J. Gross para RKO, se estrena el 2-VI-1947 (EEUU).

La acción tiene lugar en un lugar apartado de la costa oriental de EEUU, en 1946/47, durante varios días. El teniente de la Marina Scott Burnett (Ryan), destinado al servicio de vigilancia de costas, en sus rondas a caballo ve a una bella mujer, Peggy (Bennett), en el interior de los restos de la bodega de un barco que naufragó y fue arrastrado a la playa por el oleaje. Un día la acompaña a su casa, donde conoce a su marido, Tod Butler (Brickford).

La película está construida como un drama, con elementos psicológicos, de romance y de suspense. Los protagonistas forman un inquietante triángulo amoroso, que interesa a una bella mujer indecisa, seductora y manipuladora, a un antiguo pintor ciego, amargado y dominante, y a un oficial inseguro, vulnerable y traumatizado por heridas psicológicas de guerra. Las relaciones entre ellos se apoyan en la poderosa capacidad de seducción y la turbadora ninfomanía de la mujer, sentimientos de culpa y resentimientos a causa de oscuros hechos del pasado ocurridos durante una indefinida noche de borrachera, la fragilidad de los hombres dominados por obsesiones, angustias de soledad, deseos de compañía, celos, discapacidades físicas y psíquicas, dependencias cruzadas. No hay amor, ni afecto, ni deseos de entrega. Ocupan su lugar los apetitos, el deseo, la pasión, el egoísmo y profundas frustraciones personales. El ambiente que envuelve la acción destila erotismo, irrealidad y misterio.

La narración se presenta entrecortada, con saltos abruptos y elipsis rotundas, fruto en gran medida de la intervención de la censura y de la productora para reducir el erotismo sugerido de algunas imágenes. No consiguen lo que se proponen, porque la principal fuente de erotismo del film no está en las imágenes, sino en el ambiente que respiran los personajes, informa la acción y envuelve al conjunto del relato. Hace uso de numerosos símbolos: ceguera, barco varado, lluvia...
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Miquel
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1 de septiembre de 2009
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su etapa final en tierras americanas, Renoir filma este breve film bajo la batuta de la RKO. Ésta, con sus directrices bien marcadas a la hora de hacer cine, junto con la brillante cámara del cineasta francés, dan lugar a "Woman on the Beach" una cinta marcada por la importancia de lo visual, el atractivo de su muy buen reparto y la encrucijada sentimental a la que se ven sometidos sus protagonistas. Pero de estas tres características destaca sobremanera la primera. La apuesta por las imágenes, por el cuidado de sus encuadres o el esmero de su puesta en escena, hacen de la película un auténtico gustazo para aquellos que disfrutan con estampas inolvidables.

El hilo argumental es sencillo y su desarrollo narrativo también. Sin giros inesperados en su guión, el triángulo amoroso que se desarrolla es el típico llevado tantas veces a la pantalla por el noirstyle: la femme fatale Peggy Butler (Bennet), cansada del trato vejatorio que sufre por parte de su marido, embauca al joven guardacostas Scott Burnett (Ryan) quien pronto se verá atrapado bajo las sospechosas intenciones de la perturbadora y bellísima mujer. Mientras Tod Butler (Bickford), marido de Peggy y antiguo pintor de éxito que ha perdido la visión, intenta salvaguardar la memoria de su pasado glorioso representada en unos valiosos cuadros que sirven a Peggy para aferrarse a una relación muerta tras la desgracia del pintor. A partir de aquí los acontecimientos se suceden rápido, sin descanso, llenos de una gran carga emocional y que en ocasiones alcanza lo psicológico.

Respecto a los personajes, destacar la rareza que supone ver a Ryan interpretar a un tipo endeble, lleno de miedos, pesadillas y marcado por un accidente naval que sufrió durante la guerra. Alejado pues de esos clásicos personajes suyos y que le hicieron enorme, Ryan queda disminuido y pierde presencia ante una, eso sí, espléndida e inigualable Bennet. Una femme fatale a la antigua usanza pero adornada por esa clase y estilo que la hicieron musa de Lang para gloria de éste y de los amantes del género. Destacar también la solvente y sólida actuación de Charles Bickford, un secundario “de los de antes”. Señalar como nota importante, y que confirma la relevancia de lo visual, la continua presencia de los factores climatológicos. La aparición constante y como protagonista de la lluvia, el viento, las olas, el fuego…no hacen más que acentuar la intención final de la obra, que no es otra que la de abrumar al espectador con sus imágenes y tenerlo bajo el dominio de su tremenda fuerza hipnótica.

Con un final inesperado (breve spoiler), me atrevería a decir que casi insólito, termina esta cortísima película. Obra no estrenada en España (una vez más), ”Woman on the Beach” gana enteros fácilmente con el paso de los años y sirve entre otras cosas para revelarnos claramente que estos tiempos cinematográficos que vivimos son como poco mediocres y necesitados de mejora.
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Alfie
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10 de septiembre de 2009
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Genial film en el que todos y cada uno de los protagonistas firman notables interpretaciones. Con un papel memorable de Charles Bickford haciendo de ciego, su mirada perdida es penetrante y si mi mundo fuera la película, hubiera pagado por ver sus cuadros. Mientras, Robert Ryan actúa con una mezcla de cobardía y fuerza descomunal y el papel de Nan Leslie, como angel sin alas, cautiva.

Pero no tengo más remedio que poner a parte a Peggy Butler (Joan Bennett), posiblemente la femme fatale más utópica y bipolar jamas creada, mostrándonos la maldad que habita en su interior, cerca de su bondad, pareciéndonos todos sus actos lógicos y meditados, sin dejar de ser actos espontáneos y tomados a la ligera.

Se trata de eso, la lucha incombustible del bien y el mal, de la libertad y la jaula, del ciego y el que no quiere ver. Luchas encarnizadas de todos y cada uno de ellos por conquistar una tierra de nadie, de la que se sienten presos. No son pocos los detalles simbólicos que forman una historia paralela, metafísica, que adereza con maestría a la otra historia, la linal, la humana.

Recomendable es poco.
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h e r m a n ô n e g r ö
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3 de agosto de 2014
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
He aquí una pequeña película de Jean Renoir, casi siempre minimizada al examinar su obra, considerada “menor” por sus exégetas y que, sin embargo, a pesar de ser masacrada por el Estudio, la RKO, tiene en conjunto más interés que otros reputados films de este cineasta. Renoir había llegado a EE.UU. huyendo del fascismo nazi al invadir el país galo, pero al contrario de otros cineastas europeos exiliados, sus ideas y métodos de trabajo colisionaron con el sistema de trabajo controlado férreamente por los Estudios y tras filmar esta película basada en la novela “None so Blind” de Mitchel Wilson (la quinta de su etapa americana), regresó a Francia.

Es una película que ha crecido con el tiempo, a pesar de ser mutilada, pues se echa en falta algunas escenas de la sensualidad y el erotismo de Joan Bennet, que sólo se intuye, habitual mujer fatal en el cine de Fritz Lang en esa época y que recuerda otros films del cineasta alemán. “Una mujer en la playa” tiene influencias del cine sicológico que estaba de moda entonces, también guarda relación con algunas premisas del cine negro, como el triangulo amoroso que nos propone y la mujer que excita el deseo. Pero por encima de todo y pese a ciertos rasgos humanistas tan queridos por Renoir, en mi opinión, subyace la reflexión sobre el arte y la verdad sobre el amor y la pasión.

Un melodrama de pasiones encontradas y divulgación sicoanalítica que nos presenta a un pintor ciego como metáfora de la impotencia creativa, y el amor como fuente de perturbación y locura. El maduro y celoso Tod Butler (Charles Bickford) es un artista en crisis, que busca una nueva expresión artística y que mantiene una relación de amor y odio con su joven esposa Peggy (la bella Joan Bennett) a la que intenta retener, haciéndola sentirse culpable del infortunio del pintor, pero que utiliza su erotismo para dar sentido a su existencia. Pues ella ha conocido en la playa al teniente Scott Burnett (Robert Ryan) un oficial guardacostas que arrastra secuelas sicológicas de la guerra y es seducido por la esposa del artista.

Su narrativa abrupta y las elipsis cortadas a hachazos son buena prueba de la escenas amputadas y ya reivindicadas anteriormente, que la convierten en una película extraña, onírica, ambigua y sugerente, que realza el mundo de las obsesiones, de los deseos oscuros, de los anhelos nunca realizados. La iluminación y la fotografía son excelentes proporcionando un bello lirismo estético, así como la utilización del espacio y los simbólicos paisajes (el barco abandonado en la playa, los acantilados que ejercen un protagonismo intenso) hacen de ella, un film nada desdeñable.
Antonio Morales
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20 de junio de 2007
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una gran película del posiblemente el mejor director francés, Jean Renoir. Se trata de su última película rodada en Estados Unidos, pero sin perder su sello propio. Cuando se estrenó no tuvo en su momento la acogida esperada, pero hay que decir que fue una película muy machacada y cortada por la censura. Posiblemente no sabremos nunca que fue lo que le quitó a la película, pero aún así no perdió esa magnitud erótica que transmite. Ante las exigencias de la censura fue el propio Renoir quien quitó y añadió cosas, y posiblemente esta no fue la primera versión que quería que fuera, pero en cualquier caso quedó fascinante.

Es una película especial, llena de magnitud, insólita, que se ha ido haciendo cada vez más clásica y más grande. Es una película a la que podríamos identificar con el cine negro, recuerda mucho a “Perversidad” o “Perdición”, e incluso se le ha llegado a comparar con “La noche del cazador” por lo que tiene de insólita.

Es una película que participa mucho de las vanguardias, un film muy personal. Una película bastante onírica, ese sueño primero parece como su hubiese sido diseñado por Salvador Dalí. Está llena de simbolismos, sobre todo de paisajes simbólicos; el barco naufragado, el acantilado, el mar, la ceguera...

La acción es más mental que física. Todo gira alrededor de ese triangulo amoroso, que desprende erotismo, misterio, ambigüedad... Aquí se habla del arte, de la cegera, de la verdad, de lo real y no real, de las obsesiones, de los deseos oscuros, de los celos, de la pasión...

En definitiva estamos ante una obra maestra, donde destaca una maravillosa dirección de actores, la historia, que nos introduce en toda una acción mental... Es una película de miradas. Una de las mejores escenas es en la cena que tienen los tres protagonistas, cuando Robert Ryan le pasa el encendedor a Joan Bennett ante la inquietante y dudosa mirada del ciego. En definitiva, una gran película.
Oscar
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