La feria del Estado

Para presentar esta película creo que sólo son necesarias dos palabras para que su potencial público se haga una idea de lo que va a encontrar: Rogers y Hammerstein.
Aun así es posible que los más jóvenes no tengan ni idea de a qué me estoy refiriendo así que voy a ser más explícito. Son los grandes creadores de algunos de los mejores musicales de la época dorada de Hollywood.
Oklahoma, Carrusel, Al sur del pacífico y la joya de la corona que es Sonrisas y lágrimas, son algunos de sus grandes éxitos y de una forma de concebir el musical que coronaría los inconfesables sueños dulces de millones de espíritus cansados.
!Que levanten la mano todos aquellos que hayan visto Sonrisas y lágrimas más de cinco veces!. No, no pretendo sancionarles, no teman, tan sólo quiero constatar un hecho, su Do, Re, Mi...nos lo sabemos de memoria, !confiésenlo!.
La feria del Estado no es un musical que pueda incluirse entre sus grandes éxitos pero sí resulta una agradable película, óptima para hacer relajar a nuestra mente de los tumultuosos y numerosos pensamientos que la aturullan. Una película suave, ligera, de trama simple y de poco conflicto, lo justo para poder sumergirse en ella dejándose llevar por las melodías con las que nos mecen, con algunas canciones muy buenas que siempre resulta un placer escuchar en medio de un argumento que nos traslada a un medio rural idílico, feliz, pintoresco y bucólico.
Hermosas granjas cubiertas con madreselva, mecedoras adornan sus porches, mermelada de frutas y cerdos se preparan para triunfar en la feria anual, adonde acuden los granjeros vestidos con sus mejores galas para poner a prueba sus habilidades o para buscar el amor, según se tercie.
Charles Winninger y Fay Bainter, aspiran al primer premio dando a conocer sus portentosas creaciones. Jeanne Crain (un auténtico bombón) y Dick Haymes probarán suerte en el amor. Lo encontrarán en las personas de Dana Andrews y Vivian Blaine, no hay nada como una feria local para sacudirse el tedio de las largas y rutinarias jornadas campestres.
Y no vamos a ver mucho más. Poco conflicto, mucha previsibilidad, dulzura y amabilidad a raudales y algo de humor para sazonarlo son los ingredientes de este musical agradablemente acicalado con ese Technicolor que hacía hermoso hasta lo más feo, llegando a convencernos a nosotros, los espectadores, de que era nuestro mundo el que se veía en blanco y negro. Un descanso siempre viene bien de vez en cuando.

Un musical discreto enronado en una historia de una familia que acuden a la Feria del pueblo y cuyo objetivo es ganar todos los concursos que puedan, desde el de cocinar pepinillos en vinagre, hasta el cerdo más bonito, y dentro de todo eso el amorío que surge en los hermanos de dicha familia.

Un pasteleo de película que, si bien no está mal del todo, tampoco la vas a recordar por mucho tiempo. Obtuvo el Oscar a mejor canción y por ahí nada que decir, pero la película de Oscar no es precisamente, en cuanto a todos los demás registros. Peli de sobremesa, sofá y siesta. Un 4.