Girolimoni, el monstruo de Roma

El primer tramo es duro, sórdido e inquietante, reflejando las bajas pasiones del populacho de Roma.
La segunda parte es la más política y, entre medias aparece el personaje de Nino Manfredi, cuyo humor y cinismo funciona como técnica de distanciamiento acentuando la crítica social expuesta.
El director se maneja bien en todos los registros, tarea ardua, porque en su dilatada carrera pudo tocar todos los géneros con igual soltura. Empero, creo que esta es su mejor obra, cercana al sobresaliente.
Hay alguna escenas inolvidables.

Sin tener referencia alguna me aventuré a ver el film solo por la presencia de Nino y por su gran director.
Me llevé una sorpresa descomunal. Vi una grandísima película, notable, fantástica, en todos los rubros,
dirección ritmo, fotografía, actuaciones y sobre toda, la temática que aborda. Entré aquí fundamentalmente a recomendar a todos los amigos del blog a verla. Solo veo la estupenda crítica de Pedro lo cual me hace pensar que muchos pasaron de este film, de lo contrario,, no tengo dudas, habrían emitido comentarios. Hacia tiempo que una peli no me tenía en vilo con las peripecias de sus personajes., No quiero adelantar nada, deseo que se sorprendan como yo.. Admirable.

55/24(23/02/24) Sugerente drama criminal italiano que sirve para lanzar un torpedo contra la manipulación mediática, el Cuarto poder, que si se pone en connivencia con el Primer Poder pueden destrozar a la sociedad. También ataca con vigor a las tiranías dictatoriales, en este caso a la fascia de Mussolini, para a través de un caso de un asesino pedófilo deconstruir a una nación. Dirige el combativo políticamente Damiano Damiani, adaptando el guion propio junto a Fulvio Gicca Palli (“Confesiones de un comisario”) del que proviene el componente irónico, y Enrico Ribulsi (“Sola frente a la violencia”), basándose en hechos reales, sobre un acusado injustamente de una serie de asesinatos de niños ocurridos en la ‘mussoliniana’ Roma entre 1924 y 1928, a través de ellos e hace una sangrante radiografía del momento y lugar, tocando temas como las patologías sexuales, los abusos del poder, las razones de estado, la manipulación de la prensa, los prejuicios sociales, o la marginalidad por una sospecha.

Con estos mimbres Damiani compone un relato dual. En su primera parte nos acerca al criminal verdadero, a su modus operandi sádico, ello en un marco sórdido, ejemplo el tramo nocturno en que una madre echa fuera de casa a sus dos hijos en medio de una lluvia porque su amante ha llegado a fornicar (Dantesco ver a los niños en medio del aguacero esperar en la noche lluviosa). El Monstruo se esconde tras una más cara de joven lozano bien parecido, y como la codicia hace que los que lo saben no lo delaten. Esto en un tramo deprimente retratando los bajos fondos romanos, donde sobresale la escalofriante actuación de Gabriele Lavia como el maniaco infanticida, su mirada y cínica sonrisa provoca incomodidad, muy bueno. Con escenas espeluznantes como cuando el criminal acomete el secuestro de su sobrina, un depredador enfermo furibundo, o imaginar que llevan a un bebe muerto en un cesto para tirar al rio estremece por la frialdad de quienes lo hacen. En esta parte vemos a un sospechoso al que la turba achaca los crímenes cuasi—linchándolo, y como termina reaccionando de modo operísticamente desazonador; Y en la segunda parte, que ocupa la mayor parte del metraje acercarse al ‘falso culpable’ (eso que tanto gustaba retratar Hitchcock), un carismático Nino Manfredi (eterno José Luis Sánchez de la berlanguiana “El verdugo”), acusado injustamente (nunca hay duda, pues en el primer segmento queda claro), como un tipo alegre de vida cómoda, por mor de las prisas por encontrar un chivo expiatorio que calme a la sociedad, es sumergido en una espiral de interrogatorios violentos, vejadores, inquisitoriales, ello sazonado por humor negro ingenioso, gracias a la vis cómica de Manfredi. Y con esta parte se atomiza la importancia de la prensa como aparato de propaganda y manipulación de la sociedad. Nada sorprende, pues conforme avanza es previsible lo que le va aconteciendo a Gino, pero si es reflejado con gran sentido emocional.

Roma 1927. La ciudad está sumida en el pánico y la exasperación. Un individuo misterioso, un monstruo, comete impunemente una serie de crímenes. Secuestra a niñas pequeñas del pueblo y, después de haberlas torturado, las abandona en los prados. en las afueras. Todos los intentos de capturarlo son inútiles. Las víctimas son niñas de cuatro o cinco años: Laura Carlini, Carla Santini, Marisa Telli e Isa Mattei. La población tiende a ver al asesino por todas partes, hasta el punto de linchar al inocente cochero Sterbini (Mario Carotenuto), salvado por la policía. El verdadero culpable es un miembro de la familia Tirabosco, Tarquinio (Gabriele Lavia), tan loco que llega a matar a su sobrina. Sus acciones son bien conocidas por su madre, su esposa, su cuñada y su hermano, todos ellos miembros de la familia decididos a encubrir sus hazañas. Mientras tanto, el Duce intenta presentar a la opinión pública un culpable, aprovechando la situación para legalizar la pena de muerte y utilizarla luego con fines "políticos". Es en esta trágica circunstancia que un excéntrico fotógrafo de desnudos (Gino Girolimoni) acaba siendo referido como el "asesino ideal" en 1927, gracias a una serie de malentendidos derivados de su relación con una mujer aristocrática y casada, con la que sigue intercambiando mensajes, cartas que explotan a una niña contratada como conserje en la villa de su amante a pesar de las dudas del reportero Gianni Di Meo (Orso Maria Guerrini) y del comisario Parini (Carlo Alighiero) quién vendrá a dimitir: el inocente Girolimoni. La prensa hace escarnio de Girolimoni.

La historia se alterna con apariciones muy teatrales (como era él) de Mussolini encarnado por un gran Luciano Catenacci que capta la esencia histriónica del autócrata. Ve el dictador en la búsqueda del criminal la oportunidad de, empujado por la rabia general de instaurar la pena de muerte. Amén de demostrar su omnipotencia sobre los medios de comunicación, puesto al servicio de la causa fascia. "Girolimoni... Hay un destino ineludible en los nombres: Girolimoni da la sensación de lo viscoso, de lo tortuoso, de lo enfermo. Si se hubiera llamado Bianchi o Rossi, todos lo habrían olvidado pronto, pero yo digo que ese nombre es suficiente para clavarlo, para siempre, a la infamia de su destino" dice Benito Mussolini. Y ya cuando las pruebas de inocencia lo exculpan, el régimen no puede reconocer su error, y el Duce espeta: "La prensa debe ignorar drásticamente a Girolimoni y todo lo que se refiere al monstruo. Si matan a alguna otra niña, no hablen de ello. Porque si lo que la prensa escribe es importante, lo que la prensa calla es mucho más importante". Damiani se sirve de esta truculenta historia para hacernos ver como el fascismo se hacía fuerte entre la sociedad en base a la manipulación de los medios y malear la ira del pueblo en sus beneficio, como bien dice el periodista Gianni Di Meo (buen Oscar Maria Guerrini): Girolimoni es un caso criminal que se ha exagerado al máximo... (sigo en spoiler)