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El señor Skeffington

Drama. Romance Nueva York, 1914. Para salvar a su hermano, que ha cometido un desfalco, Fanny Trellis (Bette Davis), una mujer egoísta que sólo se preocupa por su belleza, se ve obligada a casarse con Job Skeffington Claude Rains), el director del banco, un hombre poco atractivo y mucho mayor que ella, pero paciente y bondadoso. El matrimonio, concertado y sin amor, pasará por varias etapas en las que ambos verán pasar dos guerra mundiales, varios ... [+]
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
1 de noviembre de 2006
31 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dirigida por Vincent Sherman, se basa en la novela "Mr. Skeffington" (1940), de Elizabeth von Arnim. Se rodó en los Warner Studios (Burbank, CA). Fue nominada a dos Oscar (actriz y actor). Producida por Philip y Julius Epstein ("El hombre que vino a cenar", 1942), se estrenó el 25-V-1944 (EEUU).


La acción tiene lugar en NYC a lo largo de 30 años (1914/44). Narra la historia de Fanny Skeffington (Bette Davis), coqueta, presumida, de gran belleza, casquivana, asediada por numerosos pretendientes, interesada sólo en si misma y en el cuidado de su atractivo. Oculta las penurias en las que vive con su hermano Trippy Trellis (Richard Waring), vendiendo falsos bonos de beneficencia. Contrae matrimonio de conveniencia con Job Skeffington (Claude Rains), rico agente de bolsa, judío, mucho mayor que ella.

La película enfrenta la coquetería y frivolidad de Fanny con la devoción que siente por ella su marido, Job, paciente y comprensivo. La tensión entre ambos aumenta con el nacimiento de la hija, que para Fanny es un estorbo, mientras el padre siente pasión por ella. En el trasfondo del relato se suceden hechos trágicos como la IGM, el crac de la Bolsa de NY (octubre, 1929), el paro y la miseria de la población neoyorquina, las noticias inquietantes de Alemania y el estallido de la IIGM, que provoca el regreso a NY de la hija, Fanny Rachel (Marjorie Riordan), de 20 años, que la madre ve como una rival ante a sus jóvenes amantes. El film exalta la paciencia de Job, el espíritu independiente de la hija y la amistad inquebrantable del primo George Trellis (Walter Abel), que marcan el contrapunto de la vacuidad y superficialidad de Fanny, incapaz de entender el verdadero sentido del amor y de la auténtica belleza del alma. Se incluyen referencias a los males del antisemitismo y del nazismo. Pese al título, la protagonista de la obra es Fanny.

La música, de Alfred Waxman, tiene como tema principal el de Fanny (solo de violines), como secundario el de Job y como complementarios el de los amigos, el de Ed Morrison (solo de saxo) y otros. La composición ("Suite de Skeffington") está dedicada al maestro Richard Strauss, en cuyos modelos se inspira. La fotografía, en b/n, de Ernest Halle ("Lo que el viento se llevó", 1939), combina encuadres precisos, composiciones equilibradas y un diligente movimento de cámara, que acaricia la belleza de B. Davis, realzada por un vestuario espléndido. Es destacable la escena de cámara subjetiva en la que Fanny explora desde el primer piso la soledad de la casa. El guión define bien los personajes principales, crea un ambiente de inquietante fragilidad y dosifica con habilidad la progresión dramática, que salpica de humor. La interpretación de B. Davis le valió su 8ª nominación al Oscar a mejor actriz. Espléndida intervención de Claude Rains. La dirección consigue la que posiblemente es su mejor película.

Film clásico, de la edad de oro del cine, rodado y estrenado durante la IIGM.
Miquel
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11 de diciembre de 2010
28 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Supongo que todos libramos nuestras propias batallas y que muchos de nuestros odios o amores no son para otros más que simples manías o estúpidos errores. Será una manía o una perversión o un simple efecto de la edad, pero llevo tiempo embarcado en una cruzada en la que, ay, cada vez me siento más solo. Será, quién sabe, que se acerca Navidad y vuelve a rondarme de nuevo el síndrome de Scrooge.

Hay en el cine actual una irritante tendencia a tratar como niños o tontos a los espectadores, a subrayar groseramente las líneas maestras del argumento, al énfasis y la sobreactuación, a la cháchara sentenciosa o a los silencios falsamente profundos, a un concepto de drama que mezcla solemnidad e histeria, ajeno a todo roce con el humor y que, curiosamente, parece satisfacer a casi todo el mundo. Directores y guionistas son aplaudidos y premiados por sus, así llamadas, hirientes introspecciones en lo más profundo del alma humana. Actores y actrices pueden dar rienda suelta a su gran variedad de registros interpretativos, llorando y berreando y retorciéndose de pena o paseando una muy acongojada cara de acelga que refleja, dicen, su dolorosísimo suplicio interior. Críticos y espectadores, en fin, hablan de tragedias griegas y se hincan de rodillas ante tan pasmosas exhibiciones, en las que, lo siento, yo no puedo ver sino vacuidad y autocomplacencia y marionetas malcaradas ahogadas en sus propios mocos.

Tal vez ese desprecio por la contención y el humor expliquen por qué esta espléndida película languidece en votos y críticas y apenas cuenta para nada. “El señor Skeffington” empieza como una comedia frívola y desenfadada, con los pretendientes de Bette Davis amontonándose en su salita, gorroneándole los licores y despellejándose verbalmente entre ellos. El drama no tarda, sin embargo, en hacer acto de aparición, pero de modo sutil, elegante y veteado de humor, y aunque el tono general va oscureciéndose, nunca transcurren más de cinco minutos entre sonrisa y sonrisa. La narración es diáfana y se apoya en sugerencias y detalles, en gestos, miradas y sobreentendidos. Las actuaciones son extraordinarias, en especial la de un memorable Claude Rains, desbordante de entereza y dignidad. Hay escenas que son ejemplos extremos de delicadeza y emoción, en especial una, protagonizada por Rains y su hija en un restaurante y resuelta, como casi todo en la vida, entre risas y lágrimas.

Porque las risas, por descontado, pertenecen al drama de la vida tanto como las lágrimas y no impiden a esta peli cruzar dos guerras mundiales y el horror nazi y reflexionar acerca del paso del tiempo y de la vana pretensión humana de vencerlo, de la incapacidad de amar y de la incomunicación familiar, de la caducidad de la belleza y de la vejez y la soledad que devuelven los espejos cuando no hay máscara que nos cubra el rostro. Y todo ello sin trucos innobles ni tremendismo barato, sin la hueca y pueril trascendencia de tanta paparrucha enmascarada y sin espejo en que mirarse.
Normelvis Bates
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24 de febrero de 2009
19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de no ser uno de los títulos más conocidos de los años cuarenta, me parece una película magnífica. Es, sin duda, una de las mejores de las que protagonizara Bette Davis.

Vincent Sherman es un director que permanece archivado en el olvido y que murió en Junio 2006 a la edad de 99 años. A pesar de eso, todas sus películas tienen una enorme consistencia formal. El, que también fue guionista, le daba una importancia capital a este elemento, sin descuidar el resto. Era un artesano de la industria de Hollywood, de sólida formación teatral, y, por tanto, como director de actores. Fue uno de los profesionales represaliados en la caza de comunistas y eso le costó unos cuantos años de no trabajar en absoluto.

La Davis era ya una estrella del firmamento y no tenía que demostrar nada para seguir siéndolo. A diferencia de los que hicieron otras de su mismo nivel siempre estuvo ávida de aceptar personajes complejos que, en algún caso, precisaban de grandes procesos de caracterización y maquillaje. A ella esto no solo no parecía importarle sino que le gustaba, porque en su fuero interno adoraba su oficio. En esta película, cuyo desarrollo temporal abarca tres décadas, asistimos a su envejecimiento, al eclipse de una belleza que, en el fondo, era el origen de la desgracia del personaje. Son magníficas las escenas del final en las que, a diferencia de las del principio, director y actriz se complacen en una especie de calculado “feísmo”.

Los actores están soberbios. Bette Davis estuvo nominada al Oscar y también Claude Rains que hace un trabajo estupendo, tal vez un poco eclipsado por el de la actriz. Yo destacaría de manera especial la banda sonora compuesta por Franz Wasman, judío como Sherman. Me parece sencillamente magnífica, con momentos musicales sublimes y eficacísima a la hora de crear espacios de sentido cinematográfico. La música aquí no es una mera acompañante de lujo, sino un estímulo para la participación emocional del espectador. En ese sentido, es muy moderna y participa de un cambio de concepto.

Hay momentos sublimes: la conversación entre el padre y la hija, la visita de Fanny Trellis al siquiatra, etc. Solo un gran director de actores saca partido de esta manera de un guión magnífico procedente de la novela de la escritora australiana Elizabeth Von Arnim. Pero el final me parece toda una lección. La cámara se recrea en la inmensidad de las habitaciones, en la grandiosidad de las escaleras y la belleza oscura de las sombras. Todo se ha hecho desoladamente inmenso, como metáfora de la soledad interior de la protagonista.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Paco Ortega
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19 de agosto de 2018
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy cinéfilo y escritor de novelas, las cuales muestran una cierta influencia cinematográfica. Filmaffinitty es un punto de referencia para todo aficionado al cine, a pesar de que opiniones las hay como estrellas en el firmamento. De buena a mala, o simplemente pasable, la película que nos ocupa merece el calificativo de: BUENA.
Otro gran trabajo de la gran Bette Davis. Se trata de un ácido melodrama en torno a la belleza como estigma, en cuanto a que esclaviza al individuo en aras de conservarla, así como el estilo de vida al que lo aboca. En muchos de sus planos no he podido sustraerme de "El crepúsculo de los dioses" de Billy Wilder, cinta con la que guarda más de un paralelismo. Y es que, no son pocas las actrices hermosas de antaño, que ya en su madurez se han visto apartadas del mundo del celuloide y recluidas en sus celdas particulares, fuera de la vista del gran público, para terminar sus días en la más absoluta soledad. Como es habitual en muchos de los filmes de la Davis, el plantel de secundarios es muy bueno. Al principio la historia se desenvuelve casi a ritmo de vodevil; pero conforme avanza, pronto nos sumergirá en la verdadera propuesta. Una que su gran actriz principal no podía dejar pasar, puesto que Bette Davis no se ha caracterizado precisamente por rechazar papeles que no mostraran todo su glamour como diva. Todo lo contrario, ha gustado de atentar contra su imagen más lozana, y caracterizarse como una mujer vieja y ajada a más no poder. Es cierto que a la película le sobra algo de metraje; pero es un mal menor, que uno pasa por alto ante la magnitud de las excelsas interpretaciones y la perfecta puesta en escena, así como su impoluto atrezzo.
Jose Ramon Sales
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26 de mayo de 2010
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en la novela del mismo nombre de la escritora Elizabeth von Arnim, es una de esas pocas ocasiones en las que la adaptación cinematográfica supera la obra literaria. Me explicaré: El libro es una recopilación de los pensamientos y paranoias de la protagonista, Fanny, expuestos de una manera tan extendida detallada y repetitiva que si el lector no es una de esas personas que se comen el coco con preguntas filosóficas y pensamientos abstractos a todas horas del día, le resultará una novela infumable. Por ello, comparando la novela y la película, podemos decir que es una adaptación extremadamente bien realizada, que consigue una historia más comercial, atractiva y apta para un público más amplio.

Si entramos en los detalles técnicos, nos encontramos con un producto exquisito y extremadamente cuidado: fotografía en blanco y negro sofisticada y llena de matices, composiciones estudiadísimas, ostentosos escenarios, vestuario lujoso y sobre todo un intuitivo uso de cámara que enfatiza a la perfección los sentimientos y actitudes de los personajes. Es, en una palabra, ELEGANCIA en estado puro. En la parte interpretativa, quien lleva la sartén por el mango es Bette Davis, con una de sus actuaciones más memorables, carismáticas y extravagantes; esta es una película para exclusivo lucimiento de ella, en la que la vemos brillar como nunca por encima del resto del reparto. El resto de interpretaciones son correctas, destacando la del comprensivo y paciente marido de Fanny, Claude Rains.

El guión es un acierto y el ritmo narrativo es el adecuado, si cabe algo lento en algún pasaje del film. Los personajes están bastante bien desarrollados, sobre todo los dos protagonistas, sin embargo, el resto de secundarios se quedan a medio camino de mostrar la esencia de su personalidad y actitud ante los hechos que acontecen en la película, en especial la hija de Fanny. Sin duda el gran fallo de esta producción es el desafortunado enfoque humorístico que se les da a los pretendientes de Fanny: unos personajes histriónicos e inaguantables tratados de una forma totalmente irreal y absurda, que nos ofrecen situaciones tan irreales y absurdas como ellos. Es una lástima que personajes con tan solo diez minutos de aparición en pantalla, sean capaces de bajar el listón a una gran película como lo es esta, al quitarle seriedad y coherencia dramática a su conjunto.

Recomendada a los amantes de los dramones románticos y del cine clásico en general.

LO MEJOR:
- Bette Davis
- El apartado técnico (fotografía, iluminación, vestuario, decorados…)

LO PEOR
- El mal enfoque humorístico de los pretendientes de Fanny: absurdos, surrealistas, histriónicos… que perjudican notablemente la seriedad y coherencia dramática del film.
- Corroboro lo que ya han dicho en otra crítica: la frase que ella dice al final es el mensaje principal de la película, pero en ese contexto y dicha por la Fanny, resulta ridícula e innecesaria.
JF_Ronah
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