Bellísimo noviembre

Al igual que Jeff Lynne siempre quiso ser el quinto Beatle, y no lo consiguió, Mauro Bolognini siempre quiso ser Luchino Visconti, y no lo consiguió. Arquitecto, amante del arte y la literatura, sensible a los cambios sociales que se manifestaban a su alrededor, careció no obstante del fuste y gusto únicos del maestro, y fue dando una de cal y otra de arena a lo largo de su dilatada cerrara. Siempre le faltó algo para dar al cine la obra maestra que tan desesperadamente perseguía. Con Bellísimo noviembre se quedó muy corto, cabe decirlo. Lo que intenta ser una radiografía implacable de la sociedad tradicional siciliana, vertiente alta burguesía, acaba siendo una comedieta de enredos (todo el mundo está enredado con alguien) centrada en la relación entre un jovencito de 17 años bastante gilipollas y su tía pendón, aunque pendones salen por doquier. La tía en cuestión es la Lollo, como no, que se pasa la película en vaporosas combinaciones que ponen como una moto al pobre chaval, aparte de recibir las atenciones amorosas de su marido y de un galán de fotonovela que pasaba por allí, no sé si en un Ferrari o en un Lamborghini, no supe distinguirlo. La película fenece con brusquedad, rematando la jugada de poner a parir a la sociedad tradicional siciliana. La española exiliada Margarita Lozano interpreta el papel de la chiflada del clan, aunque si empezamos a psicoanalizar no se salva ni el apuntador. Mediocre ejemplo de un cine periclitado para siempre.
P.S. : El título de la crítica se refiere a las curiosas costumbres, ignoro si de los siclianos exclusivamente o de los italianos en general, en esa fecha que antes se llamaba aquí Todos los Santos, y ahora ha sido sustituida por Halloween, como si fuéramos una sucursal de McDonald's. Y puede que lo seamos, visto lo que hay.

Film de Mauro Bolognini inédito en la España de entonces por razones obvias, pues su argumento aborda el tema de la iniciación sexual en la persona de un adolescente perdidamente enamorado de una tía suya, que no es otra que Gina Lollobrigida en todo su esplendor físico.

A través de la más exitosa novela de Ercole Patti, la historia penetra en la doble moral de la burguesía tradicional siciliana, donde reina la hipocresía. El maestro Ennio Morricone compuso una espléndida banda sonora.



"Tú, que eres de mi familia, debes ser la primera."

Seducción y sátira. Erotismo y sarcasmo.
Clase alta siciliana, decadente, depravada y endogámica.
Adolescente deseoso y tía cachonda, fórmula clásica del cine pajillero de toda la vida; esa es la cosa, la extraña mezcla de esta película; de apariencia profunda, solemne y crítica, pero con una trama digna de la imaginación calenturienta del guionista más necesitado y romo; entre situaciones tópicas del cine de cama pre-porno (su expansión comercial se produjo en los 70, "Garganta profunda" fue el pistoletazo de salida simbólico, a gran escala) y la crítica de costumbres más ácida, la clásica ridiculización de los más pudientes. Entre "Emmanuelle" y "La caída de los Dioses", desde Ozores hasta Bertolucci.
Este zagal hamletiano asiste espantado al espectáculo del mundo adulto, atribulado al contemplar los sórdidos comportamientos de su tribu; clan viciado y vicioso. Su mirada es la que nos guía; su deseo distorsiona, lo tiñe todo de amenaza, de un halo turbio y enfermizo. La banda sonora de Morricone también ayuda, descacharrante y excesiva, como de película de terror un poco cutre, con cierto parecido a las de los famosos spaghetti western.
Relaciones incestuosas, grandes mansiones, miradas torvas, criadas consentidoras, sol a plomo, noches agitadas, ópera, caza, misas; un tótum revolútum de pasiones encontradas, infidelidades varias y juventud desnortada.
Tiene gracia, es curiosa y muy coyuntural; se deja ver entre algún bostezo y alguna sonrisa piadosa. La Lollo está estupenda en su glorioso papel de rampante mito erótico, ya madura pero todavía jugosa; el chaval pena como zangolotino muermo y descastado; el coro que les acompaña da el tipo como familia "farsesca" y truculenta. Pero no se puede tomar en serio el resultado, la brocha gorda y la grosería narrativa anulan cualquier ambición, lo serio se torna involuntariamente cómico, el tono solemne aburre y la peripecia erótica enternece en el mejor de los casos, por simple e infantil, por mal explicada y pobremente desarrollada. Llega a cansar tanta tontuna a pesar de su escasa duración.